“Tal vez no me creas, pero el paisaje es el que me habla a mí. Me dice: fíjate, mírame. No es que yo decida, si no que decide por mí”. Jan Hendrix (Maasbre, Países Bajos, 1949) confirmó esta premisa un día, hace más de 20 años, en la zona arqueológica de Yagul, donde sintió una inexplicable conexión que lo ha hecho volver a ese lugar varias veces.
“Parece una tontería, pero es muy serio. Son los lugares que de alguna manera están cargados de no sé qué que me cuentan algo. En Yagul, una zona arqueológica donde hay tumbas, donde hay una carga espiritual muy fuerte, no por nada algo pasó ahí a las 6, 7 de la mañana una vez que me metí de ilegal y que me quedé fascinado, y volví, volví, y he vuelto durante 25 años”, cuenta este artista visual que caza paisajes con su cámara en distintas partes del mundo y los traduce a otros formatos artísticos.
Una muestra de la riqueza de algunos paisajes que ha capturado en distintos lugares, como Oaxaca o Australia, en las últimas dos décadas se pueden apreciar en la exposición Atlas, montada en la planta baja del Palacio de Cultura Citibanamex – Palacio de Iturbide, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Son 55 conjuntos de piezas en diferentes formatos, entre tapices, serigrafías y aguatintas con acuarela, así como libros de la colección del artista que dan cuenta de su fascinación por la botánica y la naturaleza.
En el centro de la exposición destaca una escultura transitable de más de tres metros de diámetro cuya estructura y forma contrasta con las columnas palaciegas de ese recinto histórico.
¿Qué se puede ver en la exposición?
La muestra, exhibida anteriormente en el Museo Casa Montejo en Mérida y la Casa del Mayorazgo de la Canal en San Miguel de Allende, se enriquece en este espacio con el doble número de piezas y un diálogo imprevisible entre obras que el artista realizó hace más de 20 años y su más reciente producción.
Destaca, por ejemplo, un tapiz de gran tamaño que hace referencia a un paisaje devastado en la costa australiana con la gráfica o el trabajo preparatorio de esa misma obra. “Nunca se planeó una relación geográfica de un lugar con otro, pero aquí coincidieron”, dice el artista durante un recorrido con medios por esta muestra que se podrá ver hasta el 29 de septiembre.
Conformada con obras de distintas colecciones, la muestra también se plantea como una manera de leer de manera integral el trabajo que este artista de origen neerlandés, nacionalizado mexicano, ha hecho para resignificar la naturaleza, principalmente el reino vegetal.
En este espacio coinciden también una serie de imágenes y piezas en platino sobre cerámica que Hendrix ha hecho en torno a un herbario resguardado en las colecciones del Museo de Historia Natural en Londres y que corresponden a las plantas recolectadas en Australia, en 1770, por el botánico Johnson Banks durante una expedición con James Cook.
De ese mismo trabajo destaca una serie de reproducciones sobre los registros de plantas que ese botánico inglés hizo sobre hojas sueltas del libro El Paraíso Pérdido de John Milton. “Los botánicos para poder llevar sus plantas tienen que usar papel de algodón, y a este botánico, en todo su fascinación por la cantidad de plantas que estaba descubriendo, se le acabó el papel y en su desesperación arrancó hojas del libro que estaba leyendo, que era El paraíso perdido, de John Milton. Se convirtió en un objeto muy simbólico”, explica el artista.
Los paisajes tienen memoria
Jan Hendrix cuenta que este herbolario de plantas “robadas” por los ingleses le ha permitido explorar la historia de la botánica de los siglos XVIII y XIX, pero también reflexionar sobre la transformación de cómo se ve o se debería contemplar el paisaje con el paso del tiempo:
“Básicamente en el siglo XVIII nos hemos dedicado a llevarnos las plantas y nos hemos olvidado de reponerlas en los mismos lugares de donde fueron recogidas. Esta historia va sobre una cantidad de plantas que si uno vuelve al lugar donde fueron recogidas, ahora ya no hay nada. Me importa la historia, me importa el viajero del siglo XVIII, pero también me importa el viajero del siglo XX, que tiene que tener una función ya diferente, ya es más bien una especie de guardián del paisaje”.
El artista, quien no oculta su fascinación por los paisajes mexicanos, principalmente por los de los Valles Centrales de Oaxaca, comenta que el país está lleno de lugares que podría tomar como su laboratorio, como Baja California o la Selva Lacandona, pero considera que en Chiapas sería imposible hacerlo ahora por la situación de violencia.
“Me encantaría la Selva Lacandona, ya he trabajado ahí, pero hoy lo siento como una de las zonas más frágiles y peligrosas”, comenta el artista, quien sostiene que los paisajes tienen memoria y cargan con toda la emoción de lo que sucede a su alrededor.
“En la mitología australiana, los aborígenes traducen todo el paisaje en animales gigantescos, como en la película Duna, donde están estos gusanos que son del tamaño de una montaña. Entonces, una cordillera es un dragón, por decir una cosa, es un ser que tiene una importancia y carga con toda la emoción interior de este mismo lugar y se pone agresivo o feliz con lo que está pasando en ese lugar”.
Toma nota
- Atlas. Jan Hendrix y Día y noche. La magia del textil en Oaxaca se podrán ver en el Palacio de Iturbide hasta el 29 de septiembre de 2024.
- Entrada libre.
- Horarios: Lunes a domingo, de 10:00 a 19:00 horas.
- Visitas guiadas gratuitas todos los días, a las 12:00, 14:00 y 16:00 horas
- Dirección: Francisco I. Madero 17, Centro Histórico de la Ciudad de México
- Para más información en: www.fomentoculturalcitibanamex.org
Exhiben textiles de Oaxaca
En diálogo con esta exposición, en el Palacio de Iturbide también se exhibe la muestra Día y noche. La magia del textil en Oaxaca, que reúne 32 piezas de la colección del maestro artesano Remigio Mestas y 15 piezas textiles de la Colección de Arte Popular de Fomento Cultural Citibanamex, que incluyen huipiles, rebozos y lienzos creados por Grandes Maestras del Arte Popular.
En ese montaje se puede ver una colección de prendas tejidas con finas hilaturas en colores negro, blanco, gris y plata, que “muestran a los huipiles oaxaqueños como obras de arte en las que se manifiestan los valores, técnicas, variedad de materias primas, símbolos y riqueza identitaria de las ocho regiones que conforman dicho estado”.