Debido a que la Tierra se encuentra constantemente expuesta a un flujo de partículas cargadas procedentes del viento solar, una corriente de partículas liberadas por el Sol, se encuentra protegida por la magnetósfera, una “burbuja” de magnetismo emanada de las profundidades del interior del planeta.
Aunque durante mucho tiempo se tuvo la creencia de que cuando las partículas golpean la magnetósfera, los bordes de esta producían una serie de ondas de energía que debían ondular en la dirección del viento solar, nuevos descubrimientos sugieren que ocurre todo lo contrario.
Martin Archer, un físico espacial de la universidad del Imperial College of London, lideró un equipo que realizó una investigación al respecto.
Los descubrimientos de Archer y su equipo sugieren que algunas de las ondas generadas se quedan quietas.
En 2019, el equipo de científicos de Archer llegó a la conclusión que el borde de la magnetósfera, llamado “magnetopausa”, se comporta como la cubierta de un tambor.
Sí a esta “cubierta de tambor”, se le golpea con un pulso del viento solar, las ondas magnetosónicas, se propagan a lo largo de la magnetopausa hacia los polos, y se reflejan de nuevo hacia la fuente.
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Tras hacer uso de datos de la misión THEMIS de la NASA, descubrieron que, además de que estas ondas magnetosónicas rebotan, pueden hacerlo desplazándose en contra de la dirección del viento solar.
De acuerdo con los modelos realizados por el equipo del Imperial College of London, las dos fuerzas pueden llegar a un punto muerto, ya que el empuje del viento solar anula el de la ola. Se aplica mucha energía, pero nada avanza.
“Es similar a lo que ocurre sí intentan subir una escalera mecánica hacia abajo. Va a parecer que no se mueven en absoluto, aunque están haciendo un gran esfuerzo”, explicó Archer.
Según lo descubierto en la investigación, estas ondas estacionarias pueden permanecer más tiempo que las que viajan con el viento solar, lo que significa que permanecen más tiempo para acelerar partículas en el espacio cercano a la Tierra, lo que puede provocar a su vez impactos en regiones como los cinturones de radiación de nuestro planeta, la aurora o la ionosfera.
En la investigación publicada en la revista Nature, los científicos revelaron también que las ondas estacionarias pueden producirse en otros lugares del universo, desde las magnetósferas de otros planetas hasta las periferias de los agujeros negros.
Si fueramos capaces de ver la magnetosfera de Júpiter, se vería así desde la Tierra. Se extendería 5 unidades astronómicas, es decir, 5 veces la distancia entre la Tierra y el Sol, alcanzando en ocasiones a Saturno. 📷NASA/ESA pic.twitter.com/kMwFg2Fclb
— Resolviendo la incógnita 🌐 (@RLIBlog) October 2, 2021