El humo del tabaco que se impregnó en el cabello o en el abrigo tras salir de un bar, del automóvil o del sofá del hogar de un fumador… son ejemplos que entran dentro del concepto de “humo de tercera mano” que, de acuerdo a un estudio realizado por investigadores de la Universidad de California, en Riverside, exponerse de forma continua a esta nicotina residual daña el hígado y los pulmones.
El pediatra Jonathan Winickoff, cuyo equipo de investigación del Centro de Cáncer de Harvard Dana-Farber acuñó el término en el 2009, definió el humo de tercera mano (o “third-hand smoke”, en inglés) como “contaminación que permanece después de que un cigarro ha sido extinguido”, en un artículo publicado recientemente en la revista Scientific American.
En el estudio, realizado con ratones de laboratorio, también se encontró que tras ser expuestos a objetos presentes en el hogar o en autos durante un periodo de seis meses, seis horas al día, cinco veces por semana, las heridas de los animales tardaron más en cicatrizar.
Y también se observó que sus conductas eran más hiperactivas.
Los investigadores concluyeron que los niños que se exponen de forma prolongada al humo de tercera mano, “pueden tener un riesgo significativo de desarrollar trastornos neurológicos más severos”.
Esto se ve reforzado por evidencia reciente de que los bebés que nacen de madres que fumaron durante el embarazo son más propensos a desarrollar trastornos de conducta.
Además, los expertos pudieron observar que “los ratones expuestos al humo de tercera mano exhiben cambios en el metabolismo del hígado que, en humanos, tiene importantes implicaciones para el desarrollo del síndrome metabólico, una condición que predispone a las personas a un accidente cerebrovascular, la enfermedad arterial coronaria y la diabetes tipo 2”.
Manuela-Martins Green, autora del estudio, comentó que existe una “necesidad crítica” de realizar más experimentos con animales, “para evaluar los efectos biológicos de la exposición al humo de tercera mano que den pie a ensayos epidemiológicos y clínicos en humanos posteriores. Este tipo de estudios pueden determinar posibles riesgos para la salud humana, el diseño de los ensayos clínicos y, potencialmente, pueden contribuir a las políticas que conducen a la reducción de la exposición y la enfermedad.”