El telón se bajó en medio de aplausos y del sonido del mariachi. Ya no habrá otra película ni otra novela ni otra obra de teatro. Ignacio López Tarso visitó por última vez el Palacio de Bellas Artes para recibir un homenaje póstumo, entre amigos, familiares y admiradores. Adiós al maestro, al abuelo, al confidente, al cómplice, a la leyenda mexicana.
Leticia Calderón, Salvador Garcini, Luisa Huertas y César Costa fueron algunos de los que tomaron la palabra para expresar su dolor ante tal pérdida, pero también para presumir lo afortunados que se sentían de haber caminado junto a López Tarso y aprender de él. “Hoy, así inicia su eterno papel, el de actor para siempre. Todos los aplausos para usted, maestro inmortal. Gracias por lo que nos dio”, señalaron.
La música sonó, el féretro entró y todos los presentes aplaudieron. No paraban, algunos lloraban y se abrazaban, sufrían, porque el gran Ignacio López Tarso ya no estaría más con ellos. Su fin en la Tierra había llegado.
Su nieta Mariana López afirmó que su abuelo no le tenía miedo a la muerte, sino a no vivir bajo sus términos. También dijo que nunca le entusiasmaron los homenajes, porque anticipaban un cierre que él no estaba dispuesto a conceder.
“Hace unos días, ya hospitalizado, su mayor preocupación era ver cómo engañar a los médicos para salir a tiempo a su siguiente llamado. Mi abuelo jamás hablaba de la muerte, no era que le tuviera miedo, es que le gustaba demasiado vivir y vivió mucho y bien, en la exacta medida de lo que él consideró que era su significado”, expresó.
El trabajo y su familia fueron sus dos pilares, aseguró su nieta, quien contó que cada domingo “religiosamente”, convocaba con carácter obligatorio a toda la familia a comer a su casa. López Tarso, platicó, aguantaba cualquier malestar con tal de no estar en un hospital porque sentía que le quitaba tiempo y le restaba valor a su palabra.
“Jamás hubo compromiso que no haya cumplido o que no quisiera asumir, no porque se sintiera obligado sino porque disfrutaba como nadie trabajar, porque se sentía orgulloso, además de ser un hombre de palabra”, dijo su nieta.
La actriz Leticia Calderón, entre lágrimas, recordó cuando la vida los juntó en Esmeralda, telenovela que protagonizó y en la que el primer actor interpretó a Melesio. “El bobo Melesio”, como le decían, era tierno, protector y abrazaba a Esmeralda, ya que tenían una hermosa amistad.
“Me siento muy honrada que esa amistad traspasó la ficción. Tengo la gran fortuna de poder decir que entre el señor Ignacio López Tarso y yo existió una muy linda amistad, un gran cariño, agradezco mucho a la vida el que nos haya hecho coincidir y a Ignacio le agradezco muchísimo esas largas pláticas en las que me permitiste entrar en tu vida profesional y familiar. A mi Melesio, gracias por ser mi amigo, ¿quién me va a traer mis fresas ahora? Te quiero mucho y siempre seré tu reinita”, comentó la actriz.
Alejandra Frausto Guerrero, secretaria de Cultura federal, agradeció a la familia del primer actor por aceptar este homenaje en el principal recinto de las artes de México. “La vida no fue fácil, Macario, pero fue bueno vivirla juntos. Hoy despedimos a un gigante, al maestro Ignacio López Tarso”, expresó.
El actor de obras como Moctezuma II, Otelo, Edipo Rey, El avaro y Hello Dolly conocía bien el gran recinto de mármol, ya que fue ahí donde, en 2006, recibió la Medalla de Oro Conmemorativa Bellas Artes que le otorgó el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura.
“Este mismo recinto, el Palacio de Bellas Artes, no había siquiera inaugurado cuando usted vio la luz por primera vez. Quizá, a sus nueve años, haya sido testigo de su apertura, o se haya imaginado actuar aquí, pero no solo importa esa extraordinaria cualidad de preservar la vida, sino de hacerlo con dignidad, con congruencia, con lucidez y honrando cada día ese camino que decidió: el camino del artista. Hasta su último día estuvo usted en una marquesina de teatro”, afirmó la funcionaria.