Cantantes castrados; un polémico sacrificio en ‘beneficio’ del arte

La solución parecía poco humana, pero bajo la justificación del arte algunos médicos y barberos comenzaron a extirpar los testículos a algunos preadolescentes, que durante la infancia ya habían demostrado dotes para el canto
Indigo Staff Indigo Staff Publicado el
Comparte esta nota

¿Cómo conseguir que un hombre cante como una mujer?, esa era la pregunta que aquejaba a diversos directores musicales en la Italia barroca, quienes vieron en la castración de preadolescentes la solución a dicho problema; esos jóvenes serían conocidos como los castrati.

Las mujeres, durante el barroco italiano, eran aún consideradas seres inferiores, por lo que se les prohibía hablar dentro de las iglesias, mucho menos tenían permitido cantar dentro de los recintos religiosos, lo que representó una grave complicación para el arte.

Los maestros de música del siglo XVI y XVII intentaron suplir la ausencia de voces femeninas con la introducción del falsete, cuya técnica se utilizaba para obtener sonidos agudos a los de una mujer, sin embargo, este recurso fue calificado como una voz falsa y de calidad inferior.

Para ese entonces, la ciencia de la medicina había descubierto que el cambio de voz en los varones durante la adolescencia era producto de las hormonas liberadas a través de los testículos, por lo que al detener dicha liberación el joven mantendría la voz prácticamente de un niño.  

La solución parecía poco humana, pero bajo la justificación del arte algunos médicos y barberos comenzaron a extirpar los testículos a algunos preadolescentes, que durante la infancia ya habían demostrado dotes para el canto, aunque la castración sólo incluía las gónadas y no el pene.

Una investigación de la revista Opera World apunta que a los niños se les apretaba la yugular hasta que se desmayaran o se les atontaba con vino para que no sintieran el dolor provocado por el frío del acero quirúrgico con el que los médicos y barberos realizaban la cirugía.

Como resultado, los maestros y directores de música obtenían, con el tiempo, hombres con amplía una caja torácica, que conservaban característica de la adolescencia y con una voz tan potente como la de un hombre pero con la delicadeza de una mujer.

La castración de un niño sólo era permitida si éste presentaba algún padecimiento, sin embargo, la razón médica pasó a ser un pretexto para extirpar los testículos de los preadolescentes, algo de lo que la iglesia no aprobaba abiertamente pero toleraba en secreto.  

El proceso de selección de los castrati comenzaba en los barrios pobres de Italia, donde los aristócratas adoptaban a los niños para darles una formación musical y educativa de primera, así como la promesa de una vida llena de éxito y riqueza tras la castración.

Aunque el método de los castrati hoy en día sería concebido como una abominación, en aquella época, estos cantantes eran considerados como auténticas celebridades por sus hermosas voces, lo que les ganaba la amistad y el favor los reyes y las personas más acaudaladas de Europa.

Incluso, señala la investigación de Opera World, los castrati eran considerados objetos de deseo sexual por muchas mujeres, primero por el hecho de ser celebridades y segundo porque mantener relaciones sexuales con ellos daba la seguridad a las féminas que no quedarían embarazadas.

La situación cambiaba para estos hombres cuando se enamoraban de una mujer y querían contraer nupcias con ella, pues la iglesia nunca dio su visto bueno para que hombres castrados contrajera matrimonio, pues dicha unión debía ser para concebir una familia.

Giovanni Battista Velluti, quien vivió de 1780 a 1861, es considerado el último de los grandes castrati dentro del canon, ya que la castración con fines musicales fue prohibida oficialmente en toda Europa y diversos intérpretes consiguieron rangos musicales similares sin necesidad de la extirpación.  

Sólo la voz de un castrati logró ser grabada, la de Alessandro Moreschi, quien fue castrado en 1865 a los ocho años de edad con fines médicos, y es considerado como el último castrato de la historia que se desempeñó como solista del Coro Sixtino.

Aunque Moreschi fue sometido al mismo procedimiento quirúrgico, no gozó de la misma educación musical que los jóvenes del barroco, por lo que su técnica ha sido considerada inferior, la historia narra que el intérprete pasó sus últimos años en soledad y depresión.

 

 

Síguenos en Google News para estar al día
Salir de la versión móvil