Para llegar a la universidad desde su casa, Héctor Celis tenía que transitar la carretera Peñón-Texcoco. El paisaje que lo acompañaba todas las mañanas era desolador. Un lago seco, desagües de aguas negras, mataderos abandonados, un vertedero inmenso y el Bordo de Xochiaca era lo que veía. Ahora se suman las ruinas de lo que sería un aeropuerto.
Desde hace siete años Celis vive en Nueva York, Estados Unidos; sin embargo, esos recorridos lo inspiraron para escribir la novela Mar es la Tierra (Alfaguara, 2023), que narra una destrucción con rasgos apocalípticos que se extiende y destruye la unidad de la naturaleza.
En la trama podemos encontrar, entre otros personajes a un hombre que vaga por los desiertos con una parva de cuervos, niños buscando un oasis, dos mujeres que hacen un pacto para tejerse juntas una hamaca y morir en ella y un artista que vende sus ideas a cambio de comida.
Este miércoles Héctor Celis platicará con nosotros sobre su más reciente novela, Mar es la Tierra. Le acompañarán @albertochimal y @raxxie_.
¡Nos vemos en Polanco! pic.twitter.com/1zdDlEGpj2— El Péndulo (@El_Pendulo) August 28, 2023
“Empecé a escribir esta novela ya estando en Nueva York. Me preguntaba cómo hacer una novela que tuviera que ver con una preocupación, digamos, local, íntima, cercana, pero al mismo tiempo abordara temas que competen de forma global, digamos, o que tuviera una lectura general que pueda ser más abierta”, explica el autor, en entrevista con Reporte Índigo.
Para salir de este dilema, el autor decidió hacer una novela que estuviera estructurada con cuestiones de violencia y de catástrofe ecológica, pero al mismo tiempo incorporara el habla o el uso del lenguaje de la periferia de la Ciudad de México, donde el creció. “Esa pulsión pendular fue la que de alguna manera dio origen a la novela”, confiesa.
Lo anterior no quiere decir que la novela sea un trasunto de Texcoco o algo parecido, es una novela cuyo universo ficcional está en determinado por dos cuestiones: una es la marea negra que va avanzando y que está llena de inmundicias y de contaminantes, pero también es un ente vivo en la novela, es como un personaje que va tomando cuerpo y, la segunda, es la carne como moneda de cambio.
El desastre es capaz de sacar el lado inhumano de lo humano. Si no lo creen, confírmenlo al recorrer aquellos lugares que operan aún en ruinas, esos intensos escenarios a los que les llevará Héctor Celis con MAR ES LA TIERRA. 📖
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“La carne como moneda de cambio es tan solo el límite reductivo de una capitalización monetaria de los cuerpos. Hay también minas de agua en la novela que corresponden, entre otras cosas, bueno, al extractivismo colonial. Entonces, este universo ficcional tiene origen en ese paisaje seminal que es el que te comento de Texcoco, pero también tiene una serie de preocupaciones que van muchísimo más allá”, afirma el escritor.
El reto del escritor
Héctor Celis comparte que los personajes que más le costaron trabajo delinear son los que habitan la sección del desierto, las dos mujeres que tejen una hamaca en un acto de amor último, que es la elección de su muerte. La hamaca será el nido en donde ellas van a morir.
“¿Por qué me costó tanto trabajo esta sección? Bueno, porque se trata de dos mujeres ancianas que están en el límite de la vida y la muerte, pero también porque el tipo de escritura que exigía fue lírico que tuviera una cuestión definitoria entre lo que es el sentido que tiene el amor en este universo ficcional que yo planteo.
“Para mí fueron los personajes que más me costaron construir. Además, fueron los últimos, esta historia la terminé en pandemia, así que era como el asomo a una sensación que, me imagino que tú también compartes, como de estar ante una especie de fin de mundo”, expresa el escritor egresado de la Universidad del Claustro de Sor Juana.
Cada una de las secciones que conforman Mar es la Tierra tiene una apuesta estilística diversa con un manejo del lenguaje particular, con influencias literarias y cinematográficas, sobre todo diferentes, por lo que cada una significó un reto completo para Celis.
En total son 5 secciones: los mares, que lidia con una cordialidad de voces; fuego con la poetización de la oralidad; jardín que tiene que ver con la memoria y la posibilidad de afectos familiares y de un hogar, e imperio que tiene que ver con un artista que está en un hotel abandonado vendiendo sus ideas de obras de arte a un líder que las lleva a un lugar que se llama “Las nubes”.
“Cada una de estas secciones como escritor lo que implicó para mí fue imaginar un flujo de lenguajes de distintos estilos que emulará la marea y el reto fue que en cada una de las secciones yo busqué hacer flujos de conciencia, tomando la metáfora de flujo como algo acuático, líquido, diferenciables entre sí y cada uno de los personajes, por lo tanto, tiene un cauce diverso que está conectado al final por una sensación de marío, pongámoslo en ese término, en el cual yo pretendo que el lector se sumerja”, platica el autor.
Generar esta “forma caótica, marítima o líquida” no fue fácil para Héctor, porque a veces los lectores que se enfrentaron a su novela durante los primeros años se perdían totalmente en una fragmentación que no lograba que fuera entendible por completo.
Finalmente lo logró. Generó una sensación de mareo, sí, fragmentación y caos, pero dentro de una construcción que sí sostiene las distintas tramas y tiene una lógica en sí.
“Como escritor también me invitó a buscar distintas maneras de usar el lenguaje y pienso que, bueno, en el futuro el reto será llevar más adelante las preguntas que me planteo en esta novela, tanto a nivel estilístico como a nivel del tejido propio del texto”, concluye el escritor.