Bajo el cielo estrellado del huapango arribeño, Guillermo Velázquez, galardonado con el Premio Nacional de Artes y Literatura 2023 en Tradiciones Populares, se revela como un trovador de esencias eternas.
Su voz pausada, portadora de la memoria de décadas, evoca versos, ritmos y detalles con fluidez. En una llamada telefónica, Velázquez compartió con Reporte Índigo su sentir al recibir este reconocimiento “que se derrama sin lentejuelas de fama“. Recibe el premio en nombre de músicos sin formación formal, rinde homenaje a la creatividad sin ataduras académicas.
“No aspiré a ser en la vida poeta de versos egresos, ni ávido de privilegios que el poder da o convalida; aspiro a seguir despierto como una palpitación, en el vivo corazón, en el corazón del pueblo, después de muerto. La tradición es recibir lo entregado y entregar lo recibido.
“Yo sería un árbol sin raíz sin todos estos hombres y mujeres que me antecedieron y que me entregaron la tradición para que en mi tiempo la preservara, la dignificara y actualizara hasta donde me fuera posible”, narra el músico y compositor guanajuatense.
Con más de 40 años dedicados al huapango, Velázquez refleja serenidad y gratitud, su corazón late fuerte, llevando consigo una historia de descubrimiento.
A los 17 años, impulsado por la intuición y el ímpetu de la creatividad, asumió lo que él llama “el destino“. Renunció a su camino y volcó su vida en la tradición del huapango arribeño. Este salto al vacío, alejándose de ser un sacerdote, marcó el inicio de una travesía.
“Todo parte de mi descubrimiento como un animal sensible, me habitó fuertemente la intuición de que lo mío era la creatividad, la palabra y la música: en medio de una ruda crisis existencial y vocacional, asumí mi destino”, describe.
En este viaje, el fundador de la agrupación Los Leones de la Sierra de Xichú, defiende la palabra viva y comunicante que distingue al huapango arribeño. Más que hacer versos, es una herencia que se remonta al siglo XVI, con la décima y los rapsodas.
Ser trovador en la actualidad
En medio de las redes, las noticias internacionales y la tecnología, Velázquez se posiciona como un juglar festivo, un narrador trashumante que, a pesar de la aparente redundancia, se planta para hacer valer la palabra viva. En su canto largo, cargado de emoción, busca transmitir la esencia del amor, el duelo, la celebración y el coraje de denunciar.
El huapango arribeño, según Guillermo, es parte de una familia planetaria de trovadores y verseadores que, sin saberlo inicialmente, comparten tradiciones en distintas partes del mundo. Para él, mantener viva esta tradición es preservar la memoria y la cosmogonía de su pueblo.
“Como dice un verso, me planto en este espacio a noticiar, ya estoy de viva voz en su cuadrante, por Facebook o en directo, soy juglar festivo, claridoso, y trashumante. Hoy que hay NBC News, CNN, Fox, BBC de Londres, Radio Francia, pareciera risible redundancia querer ser vagón en ese tren, si el New York Times, o Reuters, el sartén lo tienen por el mango al informar, ¿qué alcance tiene un poeta al pregonar, qué efecto logrará su canto largo?
“Sin embargo, me planto en este espacio a noticiar. En este principio del siglo, tan lleno de tecnología, de las redes y de fake news, es hacer valer la palabra viva”, añade.
Su experiencia con el huapango y la denuncia
Para Guillermo, el huapango arribeño no constituye simplemente una forma de improvisación, sino más bien una herencia arraigada que establece conexiones con tradiciones afines en Latinoamérica y Europa.
La música ocupa un lugar central en la vida de Guillermo, siendo un elemento vital que trasciende el tiempo y el espacio. Su participación destacada en la cantata “Sueños” de Arturo Márquez, donde integra décimas, refleja su dedicación y compromiso con la expresión artística. A través de esta obra, Guillermo manifiesta su filosofía frente a la efímera naturaleza de la existencia, expresando un anhelo profundo de que la muerte se convierta en un umbral hacia un asombro aún mayor.
“El tránsito por este mundo es un instante, como dice un verso: ‘la vida es breve y fugaz, un abrir y cerrar de los ojos, un suspiro nada más’. Uno llega al final de su vida, sin haberse respondido preguntas muy esenciales, a mí me gustaría que el momento de la transición de la muerte fuera el portal para otro asombro mucho más grande, que el de haber llegado a este mundo, que no es precisamente, el mundo que todos quisiéramos.
“También me ha tocado abonar, ser una gotita tenaz que humedezca las raíces de la esperanza. Todo el tiempo insistir en que, aunque las cosas parezcan estar terriblemente mal, aunque las adversidades se acumulen, sí existe la esperanza y depende de nosotros, como sociedad, colectivos, o familia resistir las adversidades”, opina.
Con casi ochenta años, Guillermo se convierte en un testigo de más de siete décadas de crisis en México. Aunque reconoce las luces y sombras de los últimos años, percibe un respiro y un cambio tangible en la sociedad actual.
Agradece la oportunidad de vivir este momento y continúa soñando, manteniendo viva su pasión por la música popular y tradicional, una llama que arde con intensidad a pesar del paso del tiempo.
“Como trovador empecé mi trayectoria como poeta desde que estaba Echeverría, soy testigo de lo que fueron más de setenta años de crisis, la opresión terrible que significaba la impunidad rampante, la corrupción, y aunque no sea lo mejor que pueda sucederle al país, yo no dudo, en afirmar, es un respiro. En este tiempo de transición, lo que se siembre cosecharemos”, revela.
Para Velazquez, la vida no debería ser solo un motivo para buscar reconocimiento, sino una inspiración para que otros poetas y artistas valoren y perpetúen los valores y tradiciones que conforman la identidad.
“Soy consciente de que estoy en el último tramo de mi vida, pero sería diferente si tuviera todavía ese pesimismo enquistado, y no, lo que tengo es alegría y seguridad: ‘no sé si con sobresalto, pero sí puedo decir que cuando me tenga que ir lo haré con la frente al alto y no importa si yo falto, ya hay voces recién paridas que empiezan a ser oídas y así aunque la muerte amague sé que cuando yo me apague quedan lumbres encendidas, ese es mi regocijo’”, concluye.
“Tengo 75 años, estoy en el último tramo de mi vida, pero tengo la satisfacción de que, con más de 40 años de camino en el huapango, estoy sereno, con mi corazón, latiendo fuerte y con mucha gratitud”, dijo Guillermo Velázquez, músico y compositor
SIDE El futuro del huapango
El músico Guillermo Velázquez opina que la música tradicional mexicana es un patrimonio invaluable que hay que valorar, apreciar, cuidar y defender de la mercantilización que avasalla con todo. Por ello cree que ahora más que nunca las nuevas generaciones tienen el reto de seguir impulsado el huapango arribeño, algo que, por fortuna, ha visto que sí se ha promovido.
“Y para ello tengo un verso: ‘no me vengas con chupones de que el Peso Pluma y tal; ni creativos, ni perrones, ni música, regional, los corridos belicones son basura comercial. Aunque no soy fan suyo, por mí, que lo besuquien, que le griten, ‘ay, capullo’, y las chavas, lo perrien. Bad Bunny tendrá lo suyo, pero el huapango también.
“Trato de poner el dedo en temas y en asuntos que gracias a la publicidad, de pronto, envuelven al imaginario colectivo de una manera, que a mí, no me parece, ni honesta, ni veraz. En esa batalla, me he mantenido, a lo largo de todo el tiempo, haciendo crónica, por ejemplo, de la migración”, narra.