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Cuando vemos un partido de futbol, nuestra sangre hierve igual o más que la de los jugadores que se están disputando el triunfo en la cancha.
Hacemos las veces de los directores técnicos desde el sillón de nuestra casa y festejamos al borde de las lágrimas cada vez que un balón entra en la portería de nuestro equipo.
Y qué decir cuando pierde nuestro equipo favorito, la afición completa cae en luto. Algo así sucedió esta semana cuando la Selección Mexicana perdió con Estados Unidos y con ello hizo un poco más difícil su pase al Mundial de Brasil 2014.
El país entero está decepcionado y la tristeza, el coraje y la desilusión abundan en las redes sociales.
Pero, ¿por qué sentimos esta pasión tan grande hacia el soccer? ¿Qué tiene ese deporte que nos hace sentir como propios los logros y las derrotas?
Los deportes como el futbol son actividades físicas y mentales de gran importancia social, sobre todo en países desarrollados, como mencionan Norbert Elías y Eric Dunnig en su libro de ensayos “Deporte y ocio en el proceso de la civilización” (1996).
Entre los beneficios que brinda están la condición física, la coordinación psicomotora y claro, el alivio de la tensión, la mejora de la canalización de las emociones, así como el manejo de las mismas. También ayuda a curar –y prevenir– cuadros depresivos y a mejorar los estados de ánimo, no solamente los de los 11 jugadores, también los de los aficionados en las gradas y los que están detrás de las pantallas de los televisores.
Coleman Griffith, uno de los psicólogos deportivos más reconocidos de Estados Unidos, señalaba en sus estudios los múltiples beneficios que brinda el soccer, desde mejoramiento de la capacidad de aprendizaje, hasta las habilidades psicomotoras que se adquieren con el tiempo de jugarlo.
Sin contar los valores sociales que se fomentan cuando se practica. Entre ellos, solidaridad, respeto, perseverancia y trabajo en equipo.
A pesar de ello, tal como en el futbol americano, jugar soccer también representa riesgos.
Los médicos se han centrado en casos relacionados al futbol americano, pero en el soccer también existe la posibilidad de tener problemas físicos y neurológicos después de tiempo determinado.
Consecuencias a corto o largo plazo
Esta semana se publicó un estudio a cargo del Dr. Michael L. Lipton, director asociado del Einstein’s Gruss Magnetic Resonance Research Center, en el que los resultados indicaron que los jugadores de soccer que tienden a tirar goles con la cabeza aumentan su riesgo de padecer lesiones cerebrales.
Lipton dice en un comunicado que se centraron en este deporte porque es considerado universal (no en vano le llaman “el rey de los deportes”).
Además, “el soccer es ampliamente jugado por personas de todas las edades y existe una preocupación particular de que el cabeceo del balón –un componente clave en este deporte– pueda dañar al cerebro”.
Y es que las lesiones cerebrales por trauma han estado en el ojo público últimamente –y durante años también– debido a las alegaciones y casos que se han hecho por parte de algunos jugadores de la NFL, quienes han sufrido de daño cerebral después de practicar ese deporte, a lo largo de años.
Basta recordar el caso del jugador Junior Seau, quien reportó tener Encefalopatía Traumática Crónica (CTE), una enfermedad degenerativa del cerebro que solo se puede diagnosticar después de que la persona ha fallecido. Seau se suicidó en el 2012.
Ante tragedias como esa, se han creado iniciativas para el cuidado de los jugadores cuando se retiran y se han perfeccionado los cascos que se utilizan en el futbol americano.
Sin embargo, en el caso del soccer, es poca la información que se ha revelado sobre los daños y los riesgos que conlleva. Sobre todo si se toma en cuenta que el estudio de Lipton indica que los jugadores se dirigen hacia la pelota entre seis y 12 veces por partido.
Aunado a que, en algunas ocasiones, el balón puede alcanzar una velocidad de 80 kilómetros por hora.
Además, por cada partido, los futbolistas pueden intentar golpear la pelota “de cabezazo” casi 30 veces (o más).
“Los cabezazos frecuentes y en forma repetida podrían desatar una cascada de respuestas que conducen a la degeneración de las células cerebrales con el tiempo”, enfatiza el Dr. Michael Lipton.
Por su parte, Michael Bell, director de atención neurocrítico pediátrica del Hospital de Niños de Pittsburgh, dice en Health Day que “si el jugador no tiene una conmoción cerebral o una lesión apreciable, el estudio (de Lipton) prueba la evidencia de que estos eventos epígrafe menores (daños por cabezazos) se acumulan con el tiempo”.
Meter un gol con la cabeza no dañará tu cerebro, pero hacerlo repetidamente sí es un factor que preocupa a los expertos, pues podría inclusive conducir a que se desarrollen coágulos en ese órgano.
Adaptación para jugar en las peores condiciones
Cuando un partido de futbol se ve afectado por las condiciones del clima, tales como lluvia, puede que no se suspenda, pero sí altera las condiciones y el rendimiento de los jugadores. Gabriela Torres, de la BBC, indica que si los partidos se llevaran a cabo cuando las temperaturas son bajo cero o bien, en lugares que superen los 3 mil metros de altura, incluso cuando el calor del verano azota ciertas ciudades del mundo, los futbolistas requieren realizar un proceso de adaptación. Por el contrario, no podrán jugar al máximo. De hecho, los cambios de horario también son factores que influyen en la calidad de juego. El calor aumenta la fatiga y la sudoración puede conducir a la deshidratación, otras causas que podrían modificar la manera de jugar y de adaptación del equipo.
Víctor Turcios, jugador de El Salvador, le dijo a Torres en entrevista que cuando juega en campo abierto, “a -5 grados centígrados, noto la diferencia en mi cuerpo. Se me hace más difícil respirar y siento las piernas un poco más pesadas”.