Una plaga invade a YouTube desde hace dos meses: se trata de una pegajosa canción acompañada de un memorable video y un chistoso paso de baile.
Cuando digo “pegajosa”, no lo digo de dientes para afuera. “Gangnam Style” del artista coreano de 34 años Park Jae-Sang, mejor conocido como Psy, es la “Macarena” de 2012.
Hasta el cierre de esta edición, el impresionante video ha sido visto 119 mill-ones de veces, lo que lo convierte en uno de los más “viralizados” en la historia de YouTube.
La letra de “Gangnam Style” solo incluye tres palabras en inglés: “sexy”, “lady” y “style”, todo lo demás está en coreano. La canción forma parte del género K-pop, como se le conoce a la música popular coreana que mezcla todos los elementos necesarios para ser éxito: no solo está hecha de beats bailables y coros pegajosos, también está acompañada de la estrafalaria y colorida moda que se puede ver reflejada a la perfección en sus videos.
El K-pop se ha vuelto un fenómeno mundial, sobre todo en jovencitas que idolatran a las “boy bands” y grupos de chicas que son un mega éxito en Corea.
El problema con el K-pop es que no ha pasado de subcultura y se ha quedado en la frontera del éxito mundial de la lista de popularidad. Eso está por cambiar.
En los primeros días de septiembre, Scooter Braun, un ejecutivo de la industria de la música al que se le da el crédito de haber creado la fama de nada menos que Justin Bieber, subió un video de menos de dos minutos en el que sella con un brindis un acuerdo “histórico” con el coreano Psy. El objetivo: hacer el primer álbum exitoso de K-pop para el mercado musical de Estados Unidos.
A juzgar por “Gangnam Style”, Psy tiene todo el potencial de crear súper éxitos a base de buen humor y pop ultra pegajoso. Pero el ingrediente secreto es el genio pop de Scooter Braun, quien no solo puede presumir en su currículum a Justin Bieber, también a Carly Rae Jepsen, la intérprete de “Call Me Maybe”, la canción del verano.
El K-pop ya es una mina de oro en Asia, pero si Braun logra el dominio global del género podríamos estar hablando de la tablita de salvación de la industria de la música grabada.
Olvídense de Pitbull, J. Lo y Katy Perry.