Fernando Botero al descubierto

La característica de las pinturas del colombiano es la volumetría exaltada que maneja en sus personajes. Especialistas recalcan que sus técnicas, aunque no han cambiado notoriamente, llevaron meses de estudio por parte del también escultor
Fernanda Muñoz Fernanda Muñoz Publicado el
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El mundo entero aún tiene la fortuna de tener en su campo artístico y cultural al pintor y escultor Fernando Botero, un personaje nacido en Colombia, pero que a través de los años ha demostrado que no hay un lugar fijo para exponer sus figuras y lienzos, esos que se tratan de descifrar después de ser creados.

El próximo 19 de abril, además de que el artista cumplirá 87 años de vida, en Bogotá se dejará de presentar el documental Botero: una mirada íntima a la vida y obra del maestro. En esta producción, los familiares y amigos del colombiano cuentan todo lo que saben de él, como los rasgos que caracterizan sus formas de expresión; el hacer obesos a sus personajes.

Antonio Mejía, profesor de Comunicación en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón de la UNAM, comenta que la filosofía de Fernando Botero no tiene que ver con representar la obesidad en su pintura, sino en revisar o replantear lo que es el cuerpo.

En 2012, después de que el pintor presentó una colección de cuadros en Bilbao, España, aseguró que él no pintaba a personas gordas, sino que lo que intentaba expresar era el volumen como una parte de la sensualidad del arte.

El catedrático de la UNAM sostiene que los personajes del colombiano, al ser engordados, causan una atracción realmente fetichista que incluso podría llegar a ser mágica. “Uno siente la necesidad de verlos porque se sienten extraños”, comenta en entrevista con Reporte Índigo.

Aunque todos los cuadros y esculturas de Botero son pintados con volumetría exaltada, la mayoría refleja diferentes situaciones

Lina, la única hija de Botero, asegura en el documental (el cual se espera que próximamente se reproduzca en México) que cuando su padre llegó a Nueva York en los años 60 se tuvo que enfrentar al hecho de que en ese entonces el tipo de arte que manejaba no era del gusto estadounidense.

Antes de que Botero tocara tierras norteamericanas, ya había realizado diferentes cuadros en América Latina, como en los que representaba a toreros, pero no fue sino hasta que hizo a la Mona Lisa, en 1978, que lo volvió acreedor a un reconocimiento que aún no termina.

Sus críticas

De acuerdo con el catedrático Antonio Mejía, hay pintores que llegaron más lejos que Fernando Botero en el siglo XX, como el español Pablo Picasso, de quien el colombiano llegó a escribir en sus inicios como artista. “Botero está en segunda división, desde mi punto de vista”, explica el académico.

Mejía dice que, a diferencia de Picasso, en la carrera de Botero no se logra detectar rápidamente un avance en su técnica, pues pareciera que desde el primer cuadro hasta el último ha pintado siempre de la misma manera. Sin embargo, hace énfasis en que quienes lo ven con cuidado y atención, notan que no es cierto, ya que puntualizan que la calidad de su perspectiva, de las formas y las musculaturas, son perfectas, mientras que los expresionistas lo descuidan.

“Por amigos que lo conocen, sé que cada vez que va a iniciar una nueva colección de cuadros, se pasa aproximadamente seis meses estudiando, leyendo, visitando estudios de otros artistas, con el fin de mejorar la calidad de su trabajo, el material de su pintura; eso también lo vuelve muy importante”
Antonio MejíaProfesor de la UNAM

Aunque todos los cuadros y esculturas de Botero son pintados con volumetría exaltada, la mayoría refleja diferentes situaciones. En Pedrito a caballo (1974), por ejemplo, el pintor mostró a un niño con uniforme de soldado, representando a su hijo Pedro, quien murió el mismo año en un accidente de auto, donde Fernando iba manejando.

En otros cuadros, representa escenas de violencia, como Masacre en Colombia (2000), donde colocó seis cuerpos tirados sobre el suelo y ensangrentados por haber recibido varias balas. Un cuerpo más, el de un hombre, está a punto de caer sobre los demás. Respecto a este tipo de expresión, Antonio Mejía menciona que son impresionantes, pues deja lo amistoso que puede llegar a ser su arte, con algo que puede causar desagrado.

También, al académico le parecen importantes los retratos de Fernando Botero, como el que hizo del argentino Che Guevara o de la figura mexicana del Chavo del Ocho, porque comenta que sus ilustraciones no se parecen al personaje que intentó representar, pues “no los está queriendo fotografiar, sino que los psicoanaliza, eso admiro de él, porque sé que ha estado ratos largos de psicoanálisis y que aprovecha esa información para su pintura”, recalca Mejía.

Los personajes del colombiano, al ser engordados, causan una atracción realmente fetichista que incluso podría llegar a ser mágica

AL como escenario impulsor

Fernando Botero es uno de los pintores latinoamericanos que decidieron abrir su panorama internacional, para que no sólo en su país lo reconocieran, sino también en otras naciones, como Estados Unidos, donde, con el paso del tiempo, fue altamente explorado, exponiendo algunas de sus obras en diferentes museos.

Aunque América Latina es impulsor de artistas en diferentes campos, ¿qué le hace falta para ser más reconocido? Mejía comenta que, primero que nada, en las escuelas primarias no le enseñan a los niños a pintar, a esculpir, a bailar o a hacer cine, como se hace en Estados Unidos o Europa.

“Se considera que la cultura es algo que la gente debe conseguir por su cuenta. Que vamos a depender de lo que el maestro quiera o no enseñar, y no debe ser así. Debemos ver el arte con diferentes ojos, para que sea un acto constante en la siguientes generaciones”, finaliza el catedrático.

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