El escritor Ricardo Chávez Castañeda trata de llegar al origen de los feminicidios en su nueva novela No, publicada por el Fondo de Cultura Económica.
Cuando murió el escritor Ignacio Padilla en un accidente automovilístico, para mucha gente era muy fuerte pensar en los deudos, en su familia y en sus hijos, pero Ricardo Chávez Castañeda fue invadido por una extraña angustia que tenía que ver con los libros que ya no iba a escribir “Nacho”, como era conocido en el mundo literario.
“Me angustió darme cuenta que así como él había muerto con varios libros sin hacer, eso también me podía pasar a mí; entonces, decidí hacer una lista de todos los libros que tenía pensados, y al final, en el último peldaño de esta escalera rara, estaba una historia que siempre me había acompañado, desde los 19 años, antes de que yo pensara que podía ser escritor y me sorprendió darme cuenta que si yo la tenía jerarquizada así, pues, inevitablemente, la muerte me iba a alcanzar antes de que la escribiera”, cuenta el escritor mexicano Chávez Castañeda.
Para él, hay historias que se tienen atravesadas, que hacen daño y que están creciendo constantemente; dice que, generalmente, vienen de una mala experiencia y si no se hace algo en contra de ellas, envenenan, porque son como una enfermedad que se alimenta de la narrativa de la propia vida, del pasado, pero también de la cultura.
Por ello, Chávez Castañeda decidió escribir No (FCE, 2020), novela que narra el secuestro de su primo Omar y el asesinato de su novia Claudia hace más de 40 años, en 1980. Con esta historia el autor trata de llegar al origen de los feminicidios en México.
“Nunca olvidé la historia, la dejé crecer demasiado y me hizo tanto daño que quizá por eso surge esta novela, porque cada vez se iba volviendo más salvaje en mi interior y era más difícil hacer algo con ella; yo lo intenté, pero hay algunas partes que no acabo de captar totalmente y todavía me dañan, pero al menos hice la tentativa de entrar en esa maldad que me había invadido. Creo que el arte siempre intenta convertir el mal en bien”, opina el autor.
El feminicidio de Claudia se dio bajo la leyenda de la “combi blanca”. Los titulares de los periódicos de la época decían: “Más crímenes de la combi blanca”, “Combi diabólica”, “La mataron a diecisiete puñaladas”, “Bestial asesinato de una jovencita”, “Hallan el cadáver de la estudiante raptada e Naucalpan” y “Atacan y asesinan a una joven y a su novio lo dejan moribundo”.
Para el escritor, Claudia es el primer ser fantasmal de una multitud que recorren hoy nuestro país, al cual se le sigue llamando México, aunque ya no lo sea, porque ahora es “el país de la mujer por morir”.
El origen del miedo
Nadie hubiera imaginado, dice Ricardo Chávez, que por aquellos años empezaba a nacer una época donde ser mujer hacía tan grande la posibilidad de no morir como ser humano.
“Tenía 19 años y lo que recuerdo es que México no tenía miedo, no tenía este tipo de miedo que tenemos ahora; entonces, yo hablo de cómo empiezan a tener miedo los padres de que los niños estén en la calle, y llega la leyenda de la combi blanca. Desde esa época surge un nuevo tipo de asesinato que es este, la muerte de mujeres, creo que también surge un miedo nuevo, que después el narco fortaleció”, opina el escritor
Para Chávez Castañeda, ir al origen y desactivarlo sería una manera de entender todo este paradigma y esta normalización que ha permitido que México llegue a su situación actual de los feminicidios.
“En la novela llego a ese tipo de pretensiones locas, es como cuando va a empezar un incendio, si tú apagas la primera flama, lo detienes por completo, es algo así lo que quiero con esta novela, si pudiera evitar ese primer asesinato, no estaríamos en esta época que estamos viviendo”, considera el también ensayista.
Por lo que apela a que la sociedad deje de ser testigo e intente ser algo más, una especie de héroe ante la crueldad que viven las mujeres en la actualidad en la violencia y los feminicidios. “Somos cómplices de lo que sucede, no supimos verlo, no supimos frenarlo y en lugar de eso, lo multiplicamos”.
La intrascendencia de los feminicidios
Ricardo Chávez Castañeda recuerda cómo la noticia del asesinato de Claudia ocupó los principales titulares de la prensa, pero con el paso de los días perdió espacios e interés, hasta esfumarse y ganarse la indiferencia de la gente.
Por lo que se pensaría que el escritor utilizó la literatura como una herramienta resistente al tiempo, ya que debía de ambicionar la trascendencia; sin embargo, se dio cuenta que se puede hablar de otro tipo de pretensión.
Desde esa perspectiva, explica el autor, sería lo contrario, porque lo que pretende es desaparecer lo más pronto posible; entonces, él ha querido hablar de eso, porque todo el mundo entiende lo de la trascendencia del arte y casi no se piensa en la ambición de que un tema se vuelva intrascendente.
“Creo que una cosa muy distinta es la indiferencia, tan abrumados por una historia que se repite que comenzamos a caer en una especie de defensa psicológica que llamaríamos ‘la indiferencia’ para no seguir dañándonos, y la otra sería elaborar una realidad en bruto que sería esto de los asesinatos de mujeres e intentar hacer algo con esa tragedia, que justamente sea como una especie de contrahistoria, no en la literatura, sino en la vida. Cómo podemos hacer para desactivar una historia que se repite y se repite en este México nuestro, entonces, lo que ahora pienso es que ojalá que este libro que me parece pertinente, en 20 o 10 años pareciera impertinente, episódico y que no sea necesario leerlo”, dice.
Esta novela es una manera de intentar modificar la maldición que se ha creado en México, de la que toda la población debe aceptar la responsabilidad.
Para Chávez, en este caso y en este momento, su novela es una manera de intentar modificar esta maldición de los feminicidios que se ha creado en México, de la que toda la población debe aceptar la responsabilidad, sobre todo los hombres, para que en los próximos años ya no pase.
Todo menos “amigos”
Los escritores Nacho Padilla y Ricardo Chávez mantenían una relación cordial hasta antes de que se publicara La generación de los enterradores II, donde Chávez había llamado “impostor” a Padilla.
“Fue muy fuerte, por algo que escribí en La generación de los enterradores II, donde yo intentaba decir que Nacho corría el riesgo de que estuviera traicionando a su literatura para tener el reconocimiento; es como esas verdades no pedidas”, recuerda.