Para la artista Ana Gallardo la resistencia trasciende la mera supervivencia; es una estrategia consciente para forjar un futuro, incluso, si esto implica trabajar en la clandestinidad.
La exposición Aquí tembló un delirio, que actualmente se presenta en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), encarna con claridad esta filosofía y conmemora 20 años de trayectoria de la artista originaria de Rosario, Argentina.
A través de una selección cuidadosa de piezas, la exhibición no sigue un orden cronológico, sino que se adentra en la violencia de género y laboral que ha marcado la trayectoria de Gallardo. Aborda el envejecimiento desde una perspectiva proactiva, donde el cuerpo y la experiencia acumulada se transforman en herramientas para construir una existencia más significativa y plena.
“Cuando me di cuenta que ya soy una mujer vieja para el sistema comencé a buscar mujeres mayores y profundizar en cómo se envejece, qué significa verte en una sociedad que no te ve, donde no hay referentes, que está oculto el tema, ni se conversa sobre la menopausia.
“En este proceso artístico he envejecido colectivamente y es lo que se podrá ver, conversaciones con distintas historias mías y de mujeres”, cuenta Gallardo en entrevista con Reporte Índigo.
Aquí tembló un delirio se convierte en un momento de su trayectoria y de una lucha constante, en el que la artista transforma el envejecimiento en un espacio de “resistencia clandestina”, desarrolla herramientas y argumentos para mejorar su vida, a pesar de los desafíos y la invisibilidad que enfrentan las mujeres mayores.
En su obra, el cuerpo y la experiencia se utilizan como elementos para crear una vida más significativa, mismos que desafían las limitaciones impuestas por el patriarcado y el sistema artístico.
“Hay algo de la clandestinidad que me gusta y entonces la vejez, que tiene en estos momentos que son tan difíciles entre el cuerpo, el trabajo y la invisibilidad de la familia, una entra en este pozo de resistencia clandestina, donde transforma, cambia, tiene argumentos y herramientas para poder tener una vida mejor. Ya no es la idílica, pero ¿qué hago con el cuerpo que tengo para ser lo mejor posible, para estar lo mejor, pasarla bien y hacer lo que quiero?”, expone la artista.
Ana Gallardo la Escuela de envejecer
En la exhibición también se presenta “Escuela de envejecer”, un proyecto iniciado en 2016 que desafía las normas impuestas por la sociedad industrial sobre el final de la “etapa productiva”. La obra se compone de una serie de videos, los cuales muestran a mujeres mayores cumpliendo sus sueños, desde practicar boxeo hasta participar en competiciones de karaoke.
Gallardo se define como una persona que busca revancha, y en su obra “Restauración de un perfil”, esta necesidad de venganza se manifiesta con el fin de recuperar la obra de su madre, una mujer que quiso ser pintora y que emigró de España a Argentina.
“Mi madre falleció a los 30 años, pero rescato a la mujer que buscaba entrar al mundo del arte. Mi trabajo se convierte en un acto de venganza por mi madre, una mujer que aspiraba a ser artista, pero fue rechazada por su género, su clase y su religión.
“Ella pintaba lo que se le permitía, bodegones que la aburrían y no reflejaban su verdadero deseo artístico. Murió cuando yo era muy pequeña, y al descubrir su legado más tarde, decidí crear un colectivo de artistas mujeres y disidentes para dar voz a su arte no reconocido”, refiere.
La herida abierta de la violencia
El trabajo de la educación artística, agrega, a menudo se enfrenta a una realidad dolorosa: muchas mujeres que han sido madres y artistas encuentran barreras en su camino profesional. Incluso, al encontrarse con que el papel de una madre puede ser visto como un obstáculo para mantener una carrera artística destacada.
Ana encontró siete de las pinturas de su madre, las restauró y las expandió a través de distintas técnicas para otorgarles el poder que merecen. Su objetivo es colocar estas obras en los lugares que su madre hubiera querido, como una forma de reivindicación por todas las artistas que enfrentaron las mismas limitaciones.
Por lo que, con esta muestra, invita a artistas como una bordadora que replicó los bodegones en bordado. Juntas, buscan expandir el valor del arte y desafiar la percepción del arte.
“No me importa si es malo o cursi; amo el cliché y lo cursi. Para mí, esas son herramientas de lucha. El sistema dice que el cliché y el statement son malos, pero esas son herramientas que utilizo para dar la batalla y disfrutar de mi colectivo amoroso, que también es mi mundo del arte.
“El 90 por ciento de las mujeres no hemos logrado durante nuestra vida lo que realmente deseábamos. A menudo, no trabajamos en lo que queríamos porque no teníamos el permiso social y debíamos buscar sustento. El sistema capitalista le dice a las mujeres mayores que ya no tienen valor, mientras que los hombres pueden seguir activos y tener hijos” aborda.
Para ella, el auténtico acto de venganza es vivir según sus propios deseos y enseñar a otros a hacer lo mismo: “Me gusta bailar a los 70 años y me esfuerzo por demostrar que no se trata de estar vieja o de tener el cuerpo ‘adecuado’; se trata de tener un cuerpo con una historia. El trabajo artístico es una lucha por los derechos, por ser y hacer lo que siempre hemos querido”, concluye.
El mundo del arte y las mujeres
Ana Gallardo reflexiona sobre cómo la educación en el arte y las expectativas impuestas por el patriarcado han moldeado su trayectoria.
“La educación sobre cómo ser artista y las expectativas sociales han sido un eje central en mi trabajo. Ahora, como mujeres mayores, queremos hacer arte a nuestra manera, utilizando el conocimiento acumulado a lo largo de nuestras vidas y enfrentando las violencias que hemos padecido. Es el momento de ejercer nuestros derechos y crear el arte que siempre hemos querido”, dice.