La escritora Évolet Aceves descubrió en la escritura el medio para dar forma a lo inalcanzable e inimaginable. Desde la secundaria, plasmó sus pensamientos en libretas y se aventuró en el mundo del grafiti, dejando su impronta con destreza artística en los muros.
Desde la primaria, Aceves contemplaba con fascinación las letras en el pizarrón, pero su interés se centraba en monografías, particularmente en figuras femeninas como Sor Juana Inés de la Cruz. Su conexión con la escritura, ya sea en muros o en páginas, revela a una artista que descubrió en las letras la forma para expresar lo más íntimo de su ser.
“Me fijaba sobre todo en las mujeres; buscaba su esencia transcribiendo y pegando todo lo que encontraba detrás de las monografías. No era una tarea, sino un gusto, una manera de conservar su imagen. Después, la transición a la poesía marcó un hito, pues a través de la escritura pude tener una mejor organización de mis ideas”, confiesa la escritora a Reporte Índigo.
Desde los muros llenos de colores hasta las páginas impregnadas de poesía, su viaje revela la evolución de una escritora que encontró en las letras el lienzo para dar vida a sus pensamientos.
Su primera novela, Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets), es un testimonio de su perseverancia. Inició esta obra hace cuatro años, enfrentándose a rechazos editoriales hasta que finalmente, este año, vio la luz.
“Tenía más ganas de seguir explotando la voz de mi protagonista. Finalmente, terminó siendo una novela, donde intercalé poemas en verso, fotografías y pinturas que tomé y pinté, también un poco de ensayo. Se mezclan todos los géneros me gustan”, asegura.
La entrevista, un género que Évolet Aceves valora como periodista cultural, se fusiona con la ficción en esta obra. Según la autora, fue el medio más afín para presentar a Cayetana de la Cruz Schneider, uno de los primeros personajes trans en la literatura. Inicialmente conocido como Leonardo, la novela narra su proceso de transformación.
“Fue algo muy interesante, porque creo que la escritura es un ejercicio de autodescubrimiento, de ahondar en el dolor, en el sufrimiento. Eso es algo que me interesa, reflexionar sobre el peso de la memoria. De esta manera, la novela se convierte en una autoentrevista, fue algo que nunca había experimentado jamás y lo disfruté muchísimo, me encantó”, agrega Évolet.
Un viaje poético
En un país emergente de la Revolución, Aceves se sumerge en una hazaña: la conquista del cuerpo de Cayetana de la Cruz y Schneider.
Tapizado corazón de orquídeas negras revela cómo la poetisa y fotógrafa se despoja de capas, revelando no solo su arte, sino también los secretos más profundos de su ser.
La trama se teje en un diálogo entre Cayetana y un periodista, desentrañando confesiones que van más allá de lo artístico. Entre líneas, se despliega un misterioso diario, donde monstruos y fantasmas coexisten con los miedos de un niño tímido. Este pequeño, que soñaba con los vestidos de su madre, es el germen de la mujer fuerte y decidida que desafiaría las normas de su época.
“Tengo una añoranza muy grande por haber querido vivir en aquella época a inicios del siglo XX, y la única forma que encontré para realmente vivirla fue a través de la ficción”, declara.
La narrativa de la novela, impregnada con toques góticos, no sólo cuenta una historia, sino que se adentra en las complejidades de las prisiones del cuerpo. Évolet Aceves, una de las primeras narradoras trans mexicanas, da vida a una obra que rebosa poesía y sensibilidad, convirtiéndola en un acto de resistencia y libertad.
Este anhelo por sumergirse en el pasado añade capas de profundidad a la novela, donde la realidad se mezcla con la fantasía en una danza cautivadora.
La disidencia de género, tema central en la obra, se aborda con un enfoque histórico y cultural. Évolet reflexiona sobre su presencia desde la época precolombina hasta la colonización española, reconociendo cómo esta historia ha influido en los desafíos actuales relacionados con la discriminación de género.
“Me llevó mucho tiempo de reflexión, sobre todo de introspección. Volvía a esa infancia, a esa niñez, para meterme en el cuerpo de ese pequeño niño Leonardo”, agrega.
La conexión con su infancia, plasmada en dedicatorias, revela la importancia de rescatar y dar voz a experiencias a menudo marginadas. La novela desafía normas culturales y literarias al abordar temas incómodos que a menudo son evitados.
“Parecía que hay un cierto rechazo, no solo en la literatura, sino en la cultura en general. Es necesario hablar sobre lo que no se habla, tocar esos temas incómodos, eso me parece fundamental, y creo que por eso está la escritura”, destaca.
Évolet confiesa que no escribió pensando en cambiar la mentalidad de alguien, sino para sí misma. Sin embargo, la recepción ha sido más amplia de lo esperado, llegando a personas de diversas identidades y experiencias.
“Le dedico esta novela al pequeño niño que fui, porque él fue realmente quien escribió esas líneas; fue meterme en ese agujero que es la memoria para llegar hasta mi infancia. Quería mostrar tal y como yo sentí esa diferencia que no nos gusta escuchar, específicamente sobre cuerpos masculinos que exacerban sus afinidades y que viven como mujeres.
“Parece que hay un cierto rechazo, no nada más en la literatura ni en la cultura en general y es necesario hablar sobre lo que no se habla, tocar esos temas que resultan incómodos, eso me parece fundamental”, puntualiza Évolet Aceves.
Su mayor inspiración
La abuelita de Évolet Aceves fue un pilar fundamental en su vida, siendo la primera en enterarse de la publicación de su novela y del contrato con la editorial Planeta.
“Aunque no vivió para ver la novela publicada, su influencia perdura. Junto a mi madre, son las figuras femeninas que han marcado hitos tanto en mi vida personal como artística”, cuenta.