Debido a la crisis sanitaria provocada por el virus SARSCoV-2, la comunidad dedicada al teatro ha sido de las más afectadas por el cierre de teatros y la cancelación de giras y festivales; sin embargo, continúan en pie resistiendo como siempre, porque así es la vida de quien decide entregarse a este arte.
Si bien son los actores los que más se lucen en una puesta en escena, para que eso suceda se necesita de todo un equipo que, por así decirlo, sostenga el escenario para que las estrellas brillen y el público pueda llorar, recordar, reír, contemplar, aprender e imaginar a través de las historias que se representan.
Con motivo del Día Mundial del Teatro, que se celebra mañana, la publirrelacionista Sandra Narváez; Enrique Rupit, productor y director operativo de La Teatrería; la vestuarista Elisabeth Urbina; la stage manager Kaori HayaKawa y la directora general de la agencia VioGG, Violeta Gaytán, comparte cómo ha sido entregarle su vida al teatro.
Rupit comenta que, desgraciadamente, muchos de sus compañeros se han visto en la necesidad de cambiar su modo de vida, ya que al estar cerrados los recintos tuvieron que buscar nuevas formas de ingresos para subsistir.
“Los que todavía tenemos la fortuna de contar con un trabajo y seguir reinventando con el streaming y con todas las cosas que hemos hecho, por ejemplo, el sacar producciones que ya teníamos grabadas, la reflexión que nos deja es que realmente lo que hacemos es por amor al arte, sobre todo al teatro”, asegura el productor.
Enrique supo desde los 13 años, al ver un documental en Canal 11 de lo que pasaba detrás del escenario, que quería dedicarse a esto. Tras 11 años de carrera, afirma que no se ve haciendo otra cosa, porque hará todo lo posible para que el teatro este junto a él hasta el día que muera.
“Es algo que creo que la gente necesita y, como lo han citado muchos compañeros, aunque no estamos dentro de las actividades esenciales, la gente necesita música, arte, teatro y películas, porque son fundamentales para la sociedad y para la salud mental de las personas ”, opina.
Una vida en el teatro le ha regalado a Enrique la oportunidad de formar una familia conformada por los diferentes creativos con los que ha trabajado y de comprobar que son una comunidad muy unida cuando se les necesita.
Con los sismos que ocurrieron en septiembre de 2017, el equipo de La Teatrería fue testigo de la solidaridad de los teatreros, ya que al convertirse en centro de acopio, vieron cómo todos apoyaban con cosas; así ha sido también durante esta pandemia, donde muchos han realizado donaciones.
“El teatro está vivo, más vivo que nunca, la comunidad teatral estamos haciéndonos más fuertes y creo que ahora que estamos regresando poco a poco, le estamos poniendo el triple de corazón porque es a la que nos dedicamos. Consuman teatro porque una obra mantiene a muchas familias”, comparte.
El teatro, un lugar que se extraña
Kaori HayaKawa, quien es la stage manager de Mentiras, el musical, cuenta que desde muy chiquita le nació el gusto por el teatro y el deseo de dedicarse a ello. Recuerda que cuando tenía 18 años acudió a pedirle un autógrafo al actor Abel Fernando y ahí su rumbo cambió.
“Él me preguntó que a qué me dedicaba, yo le dije ‘quiero hacer teatro, a lo que me respondió ‘¿quieres hacer teatro o vas a hacer teatro?’ Dije ‘ok, esto es de tomar la decisión”, relata.
Para Kaori, es importante que la sociedad aprenda de la comunidad teatral que todo es un trabajo en equipo, ya que si una persona falta no se llega al mismo resultado, por lo que todos son igual de importantes, desde el que está enfrente hasta el que limpió la sala.
Para la stage manager, definitivamente, Mentiras es la obra que ha marcado su carrera, ya que lleva nueve años trabajando ahí. A este montaje, asegura, ni la pandemia ha podido detener.
Ella jamás ha pensado dejar el teatro porque es el lugar donde se siente más completa y feliz, a pesar de que existen momentos difíciles, cansados y de enojo.
“Estoy agradecida con el teatro por darme un lugar donde ser yo, donde poder sentirme útil, donde poderme sentir feliz y protegida; también por haberme dado una familia en la gente con la que trabajo”, indica.
Otra parte importante de los montajes es el vestuario y de eso se encarga Elisabeth Urbina. Ella comenzó en 2005, con Cabaret, y desde entonces ha dedicado su vida profesional a los musicales; sin embargo, debido a la pandemia se ha visto en la necesidad de trabajar en otras cosas que nada tienen que ver con el teatro.
“Cada minuto extraño el teatro, es lo máximo, es nuestra casa, nuestro templo, esto te hace valorar cuando tienes trabajo en los escenarios. Extraño la emoción, que la piel se me ponga chinita en cada obra. Amo mi trabajo”, dice la vestuarista.
Dentro de todas las producciones en las ha participado recuerda con cariño la de Mary Poppins, porque los vestuarios eran muy grandes y delicados, entonces, había que estar cuidado los detalles.
“Es muy intenso el trabajo, porque son los cambios de vestuarios en muy poco tiempo, algunos los tenemos que marcar con cronómetro; a veces es totalmente cambiarlos de todo, desde zapatos hasta accesorios”, describe Urbina.
La vestuarista lamenta que a veces su trabajo no sea valorado, ya que algunos miembros de la comunidad lo minimizan, sin darse cuenta de toda la labor que conlleva.