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Esquivel, el genio olvidado

El músico mexicano fue un hombre visionario, pero poco conocido en el país; con el concierto Esquivel, 100 años, en el Teatro de la Ciudad, buscan difundir su legado entre los jóvenes

[kaltura-widget uiconfid=”38728022″ entryid=”0_lmwhzccs” responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /] El nombre de Juan García Esquivel es casi desconocido en México, pero sus melodías y composiciones han estado en el inconsciente de varias generaciones, su legado ha traspasado fronteras y el culto a su música es internacional.

Él es el genio detrás de los temas de Los Picapiedra, la serie de Los Ángeles de Charlie y hasta de Odisea Burbujas. Durante su trayectoria se ganó la admiración de Frank Sinatra y entre su círculo cercano de fans se encuentran figuras como Matt Groening , Quentin Tarantino y Bono.

“Cada que Sinatra venía a verme, me mandaba un recadito que decía ‘Juan: play bye bye blues’”, contó Esquivel a Fernando Rivera Calderón, en su última entrevista.

Esquivel era mexicano, nació el 20 de enero de 1918 y murió el 2 de enero del 2002 en Morelos, pero el ascenso a la fama lo vivió en Las Vegas y Hollywood, fue un genio incomprendido en su época y su país.

Queriendo revivir su legado y para que sea revalorado en el país que lo vio nacer, la Orquesta Nacional de Jazz, liderada por Tim Mayer, planea un homenaje a 100 años de su natalicio.

“Yo creo que tocando esta música, el público va a descubrir que ya conocían muchas cosas sin saber y van a descubrir que eran de Esquivel, hay un montonal de material así. Uno de los propósitos es introducir esta música en los círculos jóvenes de esta generación”
Tim MayerMúsico

Corría el año de 1959 y RCA promocionaba su más novedoso invento, el sonido estéreo, con el eslogan “El sonido que sus ojos pueden ver” y el disco Latín-Esque, de Juan García Esquivel. El experimento, del cual Esquivel fue precursor, revolucionaría la manera de hacer y escuchar música, convirtiéndola en toda una experiencia, el sonido viajaba de una bocina a otra.

El músico mexicano fue un hombre visionario e irónicamente de mala visión, desde niño padeció miopía. Esta falla ocular lo llevó a refugiarse en el mundo de los sonidos y a convertirse en el hombre de los lentes negros. Su búsqueda de la perfección musical lo encaminó a estudiar ingeniería en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y a convertirse en músico.

A los 17 años ya era el pianista estelar de la emisora radiofónica del país, la XEW, en sus manos llevaba la batuta de 22 músicos y cinco cantantes. Los vocalistas emitían sonidos casi infantiles sin, según, significado. La música estridente, guapachosa y futurista nunca pudo ser encasillada, lo suyo era una mezcla de mambo, jazz, música de big band, sonidos tropicales, callejeros y hasta polcas más cercanas al jingle que a composiciones de cámara.

A mediados de los años 50, la compañía RCA lo llevó a Hollywood a grabar su disco Otros mundos, otros sentidos. Le dieron cinco horas para terminarlo, Esquivel en 90 minutos ya lo tenía listo, fue la última vez que terminó a tiempo. Tenía la manía de cambiar la fisonomía de los estudios, rotaba los instrumentos y producía “microclimas” cambiando la humedad y temperatura del lugar para modificar la propagación de la música, incluso llegó a grabar con dos orquestas en estudios separados, que luego mezcló en una misma cinta.

La música de Esquivel era lounge. Música para una clase alta de los años 50, galanes seductores y mujeres fatales portadores de una vida hedonista, sofisticada y fiestera. Música futurista con sonidos del presente y el pasado, música de cóctel, Space age pop.

La fama llegó para Esquivel y los detractores también, la revista Audia Magazine calificó su música como una “ingeniosidad instrumental”, mientras que Alta Fidelidad la tachó de “sonidos nauseabundos de latones”.

En el teatro Stardust, de Las Vegas, a donde Sinatra iba a verlo, Esquivel presentaba su espectáculo The lights and sounds of Esquivel, una experiencia sinestésica que además de la música, contaba con la presencia de luces que cambiaban de color como caleidoscopio, adelantándose a la psicodelia de finales de los años 60.

“Mi manera de acercarme a las canciones es como si fuera un pintor. Yo puedo ver el lienzo y la música es el color. Por ejemplo, un Fa agudo es como un rojo brillante; un Si desafinado podría ser un púrpura profundo”
EsquivelMúsico

A la par que Esquivel entraba en el círculo cerrado de Hollywood y Las Vegas, comenzó a musicalizar temas para series de Universal Studios, como Los Picapiedra, La Familia Monster, Los Ángeles de Charlie y Miami Vice. Ganó la fama y el reconocimiento en Estados Unidos que su país le negó.

México olvidó a Esquivel, pero Esquivel nunca olvidó a México, en cada disco que sacaba siempre estuvieron presentes los sonidos del lugar que lo vio nacer. Reinterpretó y arregló canciones como “Bésame Mucho”, “Cachita”, “Pecado Mortal” y hasta “Jesusita de Chihuahua”.

Esquivel regresó a México en 1979 cuando Silvia Roche y Enrique Segoviano le ofrecieron hacer el intro para el programa infantil Odisea Burbujas, álbum que llegó a vender un millón de copias.

Desde esa fecha, el músico no volvió a salir de México, en 1994 un accidente le imposibilitó volver a caminar y el 3 de enero del 2002 un ataque al sistema nervioso le ocasionó la muerte, en Jiutepec, Morelos. Para esa fecha, Esquivel había corregido su vista, quedado mudo y paralizado, su oído siempre se mantuvo agudo, al genio creativo.

Tras los pasos de Esquivel

Tim Mayer, músico egresado de Berklee College of Music y director del concierto Esquivel, 100 años, recuerda que llegó al músico desde niño y como todos, mediante la televisión.

“Yo veía a Los Picapiedra desde niño, Esquivel ha compuesto tanta música. Toda esa música de programas de televisión en Estados Unidos de los 60 a los 70, sin saber la conocía, pero no sabía que era Esquivel”, dijo el músico, quien agregó que interpretarlo fue todo un reto, ya que no había música escrita y todo lo tuvo que sacar de oído.

“Esquivel la tenía guardada en una bodega de Las Vegas, pero regresó a México para grabar lo de Burbujas, se enfermó y nadie sabe que pasó con todo, desapareció”, agregó.

La misión de Tim es propagar la música de Esquivel en México, él es un estadounidense que enseña a los nuevos músicos a voltear a sus raíces para que vean que aquí se puede hacer música de la talla de Duke Ellington, Quincy Jones, Henrry Mancini u otros compositores famosos.

“Cuando les propuse el proyecto decían que era música de sus papás y de sus abuelos, decían que les sonaba (…) A la hora de escuchar y empezar a tocar, una cosa que he visto es que empacando después del ensayo, veo a todo mundo cantando y chiflando las melodías del ensayo, han respondido muy favorablemente”, opina Tim con una sonrisa de satisfacción para después invitar al concierto que dirigirá el próximo 15 de julio en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

Para Manuel Huizar, uno de los músicos de la orquesta, Esquivel fue un adelantado a su época, un puente entre lo que pasaba en Estados Unidos y México, un ciudadano universal que desarrolló lo mexicano, pero que no soltó el jazz, la salsa, la timba, la polca, los sones y los ritmos latinoamericanos.

“El mexicano es un personaje que resuelve, aquí no podemos dedicarnos a un estilo, esto es lo cabrón y lo que desarrolló Esquivel, ahí se ve el ingenio mexicano. Para la Orquesta es una oportunidad para reencontrarnos y redescubrir lo que tenemos en nuestra cultura, entonces Esquivel para mucho tiempo”, concluyó el músico.

Nominaciones a su música

Aunque nunca ganó un Grammy, tres de sus trabajos consiguieron 6 nominaciones de la Academía de músíca de Estados Unidos

Año: 1957

“Other Worlds, Other Sounds”

Nominaciones:

Mejor Orquesta y Mejor ingeniería

Año: 1958

“Other Worlds, Other Sounds”

Nominaciones:

Mejor Orquesta y Mejor ingeniería

Año: 1959

“Strings Aflame”

Nominaciones:

Mejor Orquesta y Mejores arreglos

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