El cine rompió paradigmas en México desde su arribo en el siglo antepasado, sorprendió a las personas por las historias que reflejaba. Sin embargo, el tiempo y el desarrollo social provocaron que cambiara, justo como lo hizo su público.
En la época del Cine de Oro, gran parte de los proyectos cinematográficos reflejaban en pantalla lo que la mayoría de los mexicanos estaban acostumbrados a ver en su vida diaria: hombres con pinta de vaquero, caballos como medio de transporte y peleas a arma de fuego.
Fue ese cine nacional el que hizo de México una nación rica en el séptimo arte; los filmes llegaron a ser reconocidos no sólo por los mexicanos sino por gran parte del público latinoamericano.
Hoy en día, en la gran pantalla ya no se exponen las historias que en los años 40 provocaron euforia, ahora hay dos tipos de público y, por lo tanto, dos tipos de cine, aquel que educa y aquel que entretiene.
“Se requería el paso de los años para que el cine empezara a cambiar en virtud de las nuevas exigencias impuestas por una evolución natural (nuevo público, nueva crítica) (…) El nuevo cine mexicano debería luchar contra un absurdo vacío generacional, el vacío resultante de los años durante los cuales la industria pugnó por asegurar su existencia con la inmovilidad más pétrea”, menciona el escritor Emilio García Riera, para la edición de la revista de la UNAM titulada Cine mexicano ayer y hoy.
Salvador Mendiola, catedrático de Apreciación Cinematográfica en la UNAM, comparte que el cine actual en México se dividió debido al paso del streaming y a la falta de educación a nivel nacional.
“Está el cine bien hecho, que tiene buena calidad y con buenos matices, como Güeros (2014) y Los insólitos peces gato (2013); y el cine chatarra, el cual se dirige rápido, es el que la gente le pone a sus hijos para entretenerlos, no para educarlos”, comenta el académico.
En los últimos años, el cine mexicano ha sido criticado por producir continuamente cine de entretenimiento; se copiaron historias que en otros países tuvieron éxito, como La boda de mi mejor amigo (2019), originalmente exhibida en 1997 en Estados Unidos; Como si fuera la primer vez (2019), expuesta en 2004 y Una mujer sin filtro (2018), film que apareció por primera vez en la pantalla grande hace 4 años en Chile.
Fueron este tipo de películas las que, de acuerdo con los Anuarios Estadísticos de Cine Mexicano 2017-2018, representaron ser las más vistas en todo el país. Mientras que en 2017 Hazlo como hombre lideró las pantallas con 1.1 millones de espectadores, en 2018 Tuya, mía te la apuesto obtuvo 2 millones.
Estas cifras reflejan que el cine educativo aún no tiene el poder en las salas de cine. Al respecto, el profesor Mendiola comparte que esta diferencia se deriva por diferentes cuestiones, como la falta de atención que tiene el séptimo arte por parte del gobierno, la distribución de las películas y el desinterés de la gente.
“La clase de Apreciación Cinematográfica debería aplicarse al plan de estudio de las escuelas de niveles básicos para que las personas crezcan con una noción de lo que es el cine de verdad”, dice Mendiola, asegurando que el séptimo arte llega a proporcionar más conocimientos que la Filosofía y la Sociología.
Por otra parte, distingue que las películas “bien hechas” no han alcanzado el nivel de promoción comercial que poseen las “chatarra” debido al alto precio que tienen y la falta de salas en las que aparecen.
“El gobierno de México ha sido invidente, no ve al cine como un negocio, los apoyos que le da son ridículos”, distingue el académico.
A falta de perspectivas individuales
El cine que lidera la popularidad hoy en día es aquel que copia las historias de otros creadores, aspecto que, de acuerdo con Reyes Bercini, cineasta y profesor de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC) no está mal, siempre y cuando se vea reflejado el sello de cada creador.
Según Bercini, el tema del remake se ha dado desde hace años, y un ejemplo es lo que ha representado William Shakespeare en la literatura y en el mundo cinematográfico, ya que gran parte de sus historias, como Romeo y Julieta y Hamlet, se han presentado desde diferentes puntos de vista, algo loable para los autores.