El mundo aeroespacial está de moda, ya sea por la llegada de la sonda Juno a Júpiter, por el pronto viaje de un hombre a Marte en 2021 o la futura expedición al “asteroide asesino” conocido como “Bennu”, a la Luna, sondas al Sol, satélites de comunicaciones y más…, y más…, y más.
Sin embargo existe algo de lo que poco se habla, quizá por no opacar tanto auge sobre lo que sucede fuera del planeta, pero… ¡hoy en día hay una gran cantidad de basura espacial que cubre nuestras cabezas!
En los 50 años de exploración espacial, las piezas de cohetes, satélites, misiles y demás escoria de alta tecnología han convertido las proximidades de la Tierra en un vertedero atestado de mucha chatarra.
Un pequeño gran problema
La NASA estima que encima de nosotros flotan más de 24 mil objetos de más de 10 centímetros de longitud, más de medio millón de un centímetro y decenas de millones de fragmentos más “diminutos”.
La situación se vuelve importante y grave porque en el “espacio vacío” hasta el más insignificante tornillo se puede convertir en un potente proyectil, capaz de transformar una nave espacial en un montón de fierros retorcidos y más basura.
¿Por qué? Pues porque en la órbita terrestre los cuerpos viajan a velocidades asombrosas de entre seis y 10 kilómetros por segundo, lo que equivale a ser 20 veces más veloz que una bala de fusil.
Y Va en aumento
El lanzamiento de nuevos satélites y las misiones al espacio han ido empeorando el problema.
En 2007 la situación se agravó luego que China realizara una prueba de combate y lanzara un misil contra un satélite meteorológico, el Fengyun-1C, con lo que produjo decenas de miles de nuevas esquirlas. Años después, un satélite ruso y uno estadounidense chocaron por error.
Estos dos sucesos propiciaron el aumento hasta un 33 por ciento en la cantidad de basura en el espacio.
Con el paso del tiempo, parte de estos pedazos contaminantes caerán a la Tierra, los más pequeños se desintegrarán al pasar por la atmósfera. Los medianos se convertirán en bolas de fuego que podremos apreciar en ocasiones como “meteoritos”, pero también desaparecerán. Otros, según los informes de la NASA, se precipitarán a la superficie terrestre.
Hasta la fecha no se ha registrado ningún daño material o humano, pero las cosas podrían cambiar en un futuro cercano.
Los caídos
En el año 2015 cayeron desechos en Murcia, una ciudad española. Días después, un “fragmento” de dos metros llamado WT1190F cayó en el Océano Indico.
Existe una larga historia de caídas, por ejemplo la reentrada de los restos de la MIR soviética (más de 130 toneladas) y la estación espacial estadounidense Skylab (de 70 toneladas), así como múltiples satélites y otras chatarras.
Riesgo inminente
Sin embargo, donde la basura espacial es realmente peligrosa es precisamente en el espacio.
Tal como aparece reflejado, de una forma muy espectacular, en la película “Gravity” (“Gravedad”), lo peor que puede ocurrir ahí es un efecto dominó, llamado “síndrome Kessler”, que provoque una sucesión de impactos capaces de acabar con grandes cantidades de satélites y naves, y que convierta las proximidades de la Tierra en una muralla infranqueable de “metralla” espacial.
De momento, el satélite Envisat, de 26 metros de longitud, es el fragmento de basura que más coquetea con esta potencial catástrofe. Está a la deriva desde 2013, suele pasar a sólo 200 metros de otros satélites y aún permanecerá en órbita alrededor de 150 años más si nadie lo remedia.
El espacio, un vertedero de basura
El mundo aeroespacial está de moda, ya sea por la llegada de la sonda Juno a Júpiter, por el pronto viaje de un hombre a Marte en 2021 o la futura expedición al “asteroide asesino” conocido como “Bennu”, a la Luna, sondas al Sol, satélites de comunicaciones y más..., y más..., y más.
Sin embargo existe algo de lo que poco se habla, quizá por no opacar tanto auge sobre lo que sucede fuera del planeta, pero... ¡hoy en día hay una gran cantidad de basura espacial que cubre nuestras cabezas!
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