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“Ola ke ase”, “Brian sin suerte”, “Keep calm and… “, son tan solo unos ejemplos de memes que se han vuelto un fenómeno digital e incluso han traspasado las fronteras de la Red, para convertirse en el vocabulario de los usuarios de Internet.
Pero, ¿qué puede ser un meme? Un meme no necesariamente es un elemento cuyo contenido provenga de la Web. Por lo general, los memes –que no estén establecidos por una imagen o frase como el “Ola ke ase”–, nacen cuando la persona concibe un suceso, idea o personaje como viral, de hecho, en este espacio se ha aludido a la unión temporoparietal (TPJ, por sus siglas en inglés), que es el área cerebral que se activa cuando un individuo identifica contenido que será atractivo para las grandes masas, es decir, “viral”, según publicaron expertos de la Universidad de California en Pysch Central.
Los usuarios, los medios y las compañías que alimentan con contenido a Internet están totalmente condicionadas a que éste sea de índole viral y, desde su concepción, hasta su publicación, se crea con el propósito de que se vuelva un meme, o al menos que tenga la viralidad ideal para que el contenido se comparta a la mayor cantidad posible de sitios y cuentas de usuarios.
La periodista española Delia Rodríguez, publica en su nuevo libro titulado “Memecracia, los virales que nos gobiernan” (2013), que Internet es “el paraíso de los memes.
Antes las ideas se extendían de forma muy lenta y entre grupos y culturas homogéneos. Hoy un viral se propaga en instantes por todo el mundo y cualquiera puede sembrarlo”.
Delia señala que eso es “maravilloso”, pues el contenido puede darse a conocer y se puede compartir de un extremo del planeta a otro, eliminando toda barrera. Pero añade que la consecuencia “es que estamos demasiado saturados por información irrelevante, hiperemocional, manipulada o peligrosa como para verlo”.
Los memes nos dominan
Una de las razones principales por las que los memes dominan la interacción y la toma de decisiones hacia el contenido que se publica en Internet es que despiertan todo tipo de emociones, por lo que son el impulso perfecto para que se comparta la información casi “a la velocidad de la luz”.
Delia subraya que “cuando estamos viendo un video viral en el cerebro se enciende la parte de pensar en los demás. Algo impactante y que nos haga decir ‘esto tiene que verlo fulano ya’ tiene muchas posibilidades de triunfar. Pero hay una parte, emocional y social, que es impredecible”.
Al igual que las redes sociales, los memes provocan emociones que encienden como pólvora. De hecho, la interacción en el sitio de microblogging, Twitter, ha demostrado que la ira –y otros sentimientos negativos– son más virales que los positivos.
Por ello, el contenido de burla, pérdida de control, cólera, odio o rechazo, se vuelven memes en cuestión de segundos y, en menor tiempo, se comparte por toda la Web.
Otra de las razones es que las fuentes principales de información (los medios), se han fusionado al fenómeno de la viralidad en Internet, por lo que el periodismo en línea ejerce en base a los memes y el contenido que triunfará en Shares y Likes.
“Lo mismo pasa con política, deportes, sociedad. Como en Internet el tráfico es igual a dinero, los medios están entregados al meme pero no saben cómo manejarlo”, añade la también autora del blog “Trending topics” de El País.
Lo que empezó con blogs, ahora es meme y son “el gran éxito del periodismo en Internet de los últimos años”, apunta Delia.
La experta argumenta que vivimos inmersos en la “memecracia”, un mundo en el que Internet ha multiplicado la información y los medios de comunicación han fallado.
El contenido se publica cada vez más rápido, pero con menor calidad.
Además, los medios, las celebridades y políticos han aprovechado la irrupción de Internet en la capacidad de albergar ideas en la mente, por lo que las industrias crean información –memes– premeditada para lograr sus objetivos, así como lo ha hecho la publicidad desde su inicio, con la diferencia de que Internet es una herramienta masiva, rápida, fácil y más barata.
No tiene que ser el meme más contagioso, ni el más creativo, mucho menos el más inteligente (algunos tienen errores de ortografía garrafales), sino que debe despertar las emociones más fuertes.
Es por eso que, ante la gran cantidad de información, “el cerebro usa su parte más emocional”, dice Delia.
La fórmula del famoso “grumpy cat” se basa en la liberación de oxitocina al ver a un gato, que también se convirtió en una estrella de cine y televisión, por tan solo ser un meme viral que emigró de la Web a la realidad.
Así como en la TV, el cine y la publicidad, los memes que destaquen por despertar los sentimientos más básicos e instintivos serán un éxito, entre ellos los que contengan imágenes, frases o ideas sobre sexo, comida y elementos prohibidos, peligrosos y morbosos.
La trascendencia de un meme
Rodríguez, quien también es redactora jefa en The Huffington Post y fue una de las primeras blogueras reconocidas en España, dice en El País que los memes, o su concepto, siempre han existido, frases que todo mundo utiliza, imágenes de moda, modismos, etc. Pero, antes de la llegada de Internet, “los memes tardaban mucho en contagiarse. Ahora, una idea contagiosa o una canción pegadiza puede pasar de Madrid a cualquier otra parte del mundo en horas”.
Y es que esa necesidad de atención y de no sentirse excluido, ha sido característica de los seres humanos desde mucho antes de que Internet cobrara el poder que tiene actualmente. Con la diferencia de que la Red está cambiando los límites y manipula la viralidad y acceso a la información según intereses políticos, económicos, sociales y comerciales.
Además, un meme puede convertir en materia viral un movimiento estudiantil en tal o cual país, compartir y sacar a la luz información confidencial filtrada o bien, hacer burla de personajes y sus corrientes de poder, como se ha hecho con candidatos de partidos políticos, por ejemplo.
En su libro, Delia Rodríguez describe a los memes como “virus mentales”, ya que algunos son nocivos, ofensivos, fomentan problemas como bullying y algunos tipos de discriminación.
Para ello, Rodríguez recomienda reflexionar y detenerse frente a la corriente, aunque parezca imposible, unos segundos de reflexión dentro de la marea digital pueden marcar la diferencia en las reacciones.
“Cuando recibes una información viral que te saque de quicio, que te emociona, que te impulsa a compartir, hay que pararse a pensar ‘quién ha dicho esto, por qué’. Preguntarte si te están intentando manipular”, sustenta.
Pero también tienen su lado positivo, los memes pueden ser determinantes para que una buena causa, un mensaje de ayuda, alerta o apoyo se comparta en cuestión de segundos.
Y se han vuelto un megáfono para las voces que no tienen el poder o el acceso al mismo para poder salir a la luz.
Hay muchas historias que merecen ser compartidas viralmente y muchas personas que no saldrán en la televisión, en las revistas o en el cine, pero que son agentes positivos de cambio para mejorar social, mediática, política y económicamente. Qué mejor plataforma que Internet para alzar la voz.
De acuerdo a la “memecracia”, algunos de los elementos que debe tener un meme para triunfar son: el factor sorpresa, propulsar emociones intensas e irracionales en el momento preciso del contacto e interacción con los usuarios, ser atractivo para todo público, como toda historia que acapara a las masas, debe tener introducción, nudo y desenlace (incluso si tan solo se trata de una imagen con una frase).
A su vez, debe mantener la atención del receptor y utilizar personajes y situaciones arquetípicos.
Internet divide –aún más– a las clases sociales
La dependencia a Internet no solo rige nuestra interacción dentro y fuera la Red, también ha contribuido en el incremento de la desigualdad social.
La brecha entre ricos y pobres no es un fenómeno nuevo, de hecho, es un problema de equidad económica y social que ha separado y acompañado el desarrollo de las sociedades en todo el mundo. Con ritmo cíclico se ha hecho más –o menos– marcada dependiendo de los momentos y eras que atraviese el ser humano.
Actualmente, en plena era digital, la brecha informativa entre los que tienen menos o más recursos ha aumentado con los últimos años. Los ricos tienen una perspectiva de Internet muy distinta a la de los pobres. De acuerdo a una publicación de Michael Fertik, de Scientific American, “gracias a la tecnología que permite a Google, Facebook y otros, recopilar información y utilizarla para adaptar la experiencia del usuario a nuestros propios gustos personales, hábitos e ingresos, Internet se ha vuelto un lugar muy diferente para ricos y para pobres”.
Que otros utilicen la información y datos de los usuarios no solo define aún más la brecha entre ricos y pobres, también permite que aún más empresas y compañías tomen las decisiones sobre el usuarios o bien, que influyan en el poder de decisión de los mismos, agrega Fertik.
Lo mismo está sucediendo con los temas políticos, de salud y relaciones interpersonales (a través de las redes sociales).
Según el periodista español Miguel Ormaetxea, los ricos entran a sitios para ver noticias exclusivas –incluso pagan por el acceso a ese contenido–, mientras que los pobres entran a sitios gratuitos, cuyo contenido carece cada vez más de calidad, con información “mucho más rápida, pero menos cuidada”. Y añade que las personas que se dedican a los medios en línea tienden a producir en serie, un trabajo que, por lo general, no es muy bien pagado. En cambio, los sitios que tienen contenido de paga, cuentan con personal un poco más especializado, que también funge como depurador y consultor de la Web. Esa disparidad en los generadores de contenido en Internet también es un factor que fomenta la desigualdad en el acceso a la información.
El periodista francés Bernard Poulet dice en Le Monde que la información irá costando cada vez más y “se destinará a una elite capaz de pagarla, mientras que la gran masa tendrá solo una especie de ‘acceso mínimo de información’”. Y ese contenido para las masas estará aún más manipulado.
¿‘Memecracia’ o ke ase?
Según la periodista Delia Rodríguez en su libro “Memecracia, los virales que nos gobiernan”, la “memecracia” es “el sistema en el que vivimos inmersos, un mundo en el que Internet ha multiplicado la información y los medios de comunicación han fallado”. A su vez, es el fenómeno de memes y contenido viral en Internet que ha cambiado la manera en la que las personas interactúan, incluso fuera de la Web. Por lo general, un meme tiene emociones como propulsores que son determinantes para que el contenido sea atractivo a nivel masivo.