La búsqueda del sentido, eso que se vuelve una constante en el ser humano a lo largo de la historia, es parte vital para todo aquel que se detiene un momento a preguntarse de su existencia.
Y para Gisela Leal, quien nació en Cadereyta Jiménez, Nuevo León, es imperativo el causar un empuje a sus lectores a cuestionarse a sí mismos, ella escribe para esos comedores de libros audaces.
“Para todo aquel que tenga preguntas que ya tienen la respuesta, pero que igual y le da ese empujón para encontrar una verdad un poco más clara”, dice Leal sobre a quienes va dirigido “Oda a la soledad y a todo aquello que pudimos ser y no fuimos porque así somos”, el tercer libro que publica.
Gisela, de 29 años de edad, radica en Ciudad de México, escribe en Nueva York, Madrid o su lugar natal, pero a pesar de manejar referencias o personajes que se dan la vida de lujo en urbes de primer mundo, al final Leal vuelve a lo que ella conoce, describir atmósferas de la ciudad industrial predilecta de México y en la que ella estuvo cercana desde su nacimiento, Monterrey, Nuevo León.
“Es más un recorrido de mi infancia y lo que se me hace familiar y como referentes esos que estuvieron presentes de lejos o de cerca y sí, me parece que es parte del contexto en el que está desarrollada la historia”, explica Leal en entrevista para Reporte Indigo.
Se sabe autocompasiva de sus textos, ya que en ellos vierte amplios pies de página donde se excusa ante los leyentes y se defiende de la crítica, pero esto es porque se siente vulnerable fuera del papel.
“La seguridad de escribir un libro no implica seguridad en lo absoluto. Obviamente hay una carga de dudas y miedos e inseguridades profunda, eso es algo que no se si esté presente en todos los escritores pero al menos en mi siempre está presente”, confiesa la narradora.
Un desierto literario
Lo primero que se nota al tomar el libro de Leal es la espesa línea discursiva en ficción y antes de que el lector se adentre más a este mar de letras, la autora advierte a menos de 20 páginas que será una lectura de resistencia.
“Yo creo que es una de las cosas más difíciles de lograr, sobre todo en estos tiempos que hay tanta saturación de información, tantos distractores. Una de las cosas más difíciles es lograr ese compromiso, audiencia-público-obra”, argumenta.
Avanzar entre las palabras de Leal se vuelve labor y tarea para el más presto lector, ya que hay una gran ausencia de párrafos entre “Oda a la soledad”, cuando llega un espacio, es un oasis para el descanso visual.
“No es intencional”, comenta entre risas la mujer que tiñe su cabello de color cenizo y viste de negro.
Oda al narcisismo
Gisela no es ajena a los reflectores, al contrario, se vuelve parte de ellos dentro de su literatura, donde más que un cameo estilo Alfred Hitchcock se hace un personaje de sí misma en distintas partes del libro.
“Si por si dicen que cualquier escritor tiene un alto nivel de ego –positivo o negativo no sé– pero yo creo que justamente por eso pueden crear las historias que se crean (…) me divierte mucho jugar con la forma, el hecho de que de pronto estamos contando la historia y nos trasladamos al aquí y al ahora real de, al menos en ese momento, que sí estaba sucediendo y sí estaba pasando”, revela.
Romper la cuarta pared es un recurso que usa para sentirse cerca de sus lectores y admite que también lo hace para enfrentar sus miedos interiores.
“En el momento que te desnudas por completo y dices… sí estoy y es esto, es como que es difícil, pero al mismo tiempo como que también es un efecto que me gusta”, dice.
El discreto encanto de la burguesía
Una vez más la escritora retrata a un sector de México particular, una familia burguesa y acomodada económicamente, cuyos problemas se reflejan en las nimiedades de organizar una fiesta para quedar bien ante los amigos o pensar en qué mueble de Ikea va mejor con su espacio de vida.
Pero este es solo un recurso para abarcar un verdadero problema en el país, la desigualdad de clases, al menos esta es la perspectiva que desea transmitir Leal.
“Buscaba tomar una situación social que vivimos particularmente en México, en América Latina y en el mundo, pero particularmente aquí, que es el tema de la disfunción social que hay, la desigualdad, la falta de oportunidades y cómo eso lo terminamos pagando todos”, pronuncia la joven.
Al cuestionarle que si su novela es clasista, da la afirmativa sin titubeos, porque lo que quiso plasmar es la sociedad contemporánea mexicana y sus diferencias.
“Somos clasistas, racistas… todo este rechazo al que es diferente y justo cual es el conflicto que eso crea, porque –de nuevo– nos olvidamos que vivimos en una sociedad que está interconectada”.
Y usted, ¿por qué no se suicida?
Con la pregunta efigie que el psiquiatra austriaco le hacía a sus pacientes del Holocausto que se quejaban de lo miserable de la vida después de sufrir el terror de la Segunda Guerra Mundial, es que se confronta a Leal respecto a que sus primeras tres obras hablan de personajes que tienen el devaneo del constante dolor de vivir.
“Si un doctor que pasó lo que pasó, mataron su familia enfrente de sus ojos y vivió lo que vivió, todavía encuentra una razón para no estar echándole la culpa a los dioses, a las circunstancias, a la vida, ¿por qué tú no? Yo creo que, en parte, esa es la evolución o el descubrimiento que por fin encuentro en esta obra, tal vez antes no tenía ni la capacidad, ni la madurez como para darme cuenta de que las circunstancias son las que nosotros queremos que sean”.
Una chica de provincia
Habla de marcas, tiendas e inclusive de figuras públicas de la vida cultural regiomontana, las cuales son solo identificables para las personas del noreste del país, aun así Gisela Leal cree que su novela es universal, pero se confiesa como una mujer provincial.
“¡Sí! Tanto en lo positivo como en lo negativo (…) creo que si hubiera nacido 100 por ciento en Monterrey o en una ciudad que se considera más así, no hubiera tenido la capacidad de ver esas diferencias y esos contrastes y tener una perspectiva como que más amplia. El hecho de haber crecido en el restaurante de mis padres y haber visto muchos tipos de escenarios, creo que sí me da más bagaje como para darme cuenta de estos contrastes”, dice.