Entre los felinos de la frontera
El periodismo se vuelve protagonista cuando un suceso marca a la comunidad noticiosa, pero en México ya no son sorpresas los asesinatos a reporteros en Veracruz, Guerrero, Chihuahua y Tamaulipas, entre el resto de estados que suman 82 muertes oficiales según el registro de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) en los últimos 10 años.
El periodismo se vuelve protagonista cuando un suceso marca a la comunidad noticiosa, pero en México ya no son sorpresas los asesinatos a reporteros en Veracruz, Guerrero, Chihuahua y Tamaulipas, entre el resto de estados que suman 82 muertes oficiales según el registro de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) en los últimos 10 años.
Sin embargo el 20 de abril de 1988, antes de que el plomo fuera transgresor en las filas editoriales, antes de que los asesinatos a reporteros resultaran ser una constante en el país, antes de que existiera una ley de protección para periodistas se cometió un crimen que dejó huella al norte de México.
La matanza a quemarropa de Héctor Félix Miranda, conocido con el mote de “El Gato”, marcó al trabajo periodístico desde entonces, pues a 28 años del crimen, se sigue sin dar castigo a los culpables intelectuales, al menos eso es lo que reza la columna del difunto “Un poco de algo” en el Semanario ZETA, en cada una de sus publicaciones desde su defunción.
Bajo esta premisa real, Daniel Salinas Basave toma la leyenda en torno a “El Gato” y la convierte en la novela “Vientos de Santa Ana”, en la que de manera desencajada narra los sucesos transcurridos a 30 años del asesinato.
Basave, sin miedo
A pesar que el reportero de oficio, ahora convertido en literato, disfraza los nombres de personalidades claramente conocidas como Jesús Blancornelas, Jorge Hank Rhon o el mismo Félix Miranda, se siente claro el guiño hacia la ciudad donde comienza Latinoamérica.
Al cuestionar a Salinas Basave de si no teme en convertirse en el siguiente “Gato” en la historia, por plasmar en su libro parte de la verdad de Tijuana, respondió con un categórico “No creo, yo quiero creer que no. Al cambiar los nombres lo que quise hacer fue trazar la frontera a veces engañosa entre periodismo y literatura”, dijo para Reporte Indigo.
Autobiografía indirecta
En las letras de Salinas Basave se puede leer el lado crudo del periodismo, la jornada indigna y el amor al oficio a pesar de sus inclemencias. El autor admite que parte de la obra es una autobiografía silenciosa, pero que la construcción de su personaje principal no es un reflejo cristalino de él.
“Es muy autobiográfico en muchas cosas, pero Guillermo Damián Lozano, no soy yo en todas las cosas”, especificó de su protagonista que también sigue la labor de “tundeteclas”.
Los clichés de un periodista acabado son parte de Lozano, ya que este reportero de ficción se encuentra sumergido en el tabaco y alcohol, producto de la decepción periodística de haber pasado los mejores años de su vida en una redacción sin futuro.
Llevando el libro más allá del bordo
El escritor defiende su trabajo literario para ser explorado en un mercado que se encuentre ajeno a la labor periodística y conocer las altas y bajas del oficio.
“Es una novela que retrata, sin máscara y sin idealismos, la realidad del ejercicio periodístico lejos de los grandes centros de poder, es la cara oscura del periodismo más allá del ‘rockstarismo’ de los grandes medios, es la vida de la tropa en el lejano norte, pero que es, al mismo tiempo, la vida que lleva el 85 o el 90 por ciento de los colegas en este país”, puntualizó.