No solo las palabras y la mímica bastaron para que Ben Affleck lograra conmover a su esposa, la actriz Jennifer Garner, con su atípico, emotivo y sumamente difuso discurso de agradecimiento al recibir el Oscar a Mejor Película del año, el pasado 24 de febrero.
El contagio emocional de Garner, a quien Affleck “por lo general no asocia con Irán” y a quien el actor agradeció por “trabajar en nuestro matrimonio por 10 ‘Navidades’”, también pudo haber ocurrido de forma inconsciente.
En otras palabras, es probable que las feromonas –sustancias químicas emanadas del cuerpo que fungen como medio de comunicación entre organismos vivos de la misma especie– también hayan entrado en juego.
Y es que pese a que la existencia de feromonas en humanos ha sido objeto de largo debate científico, lo cierto es que revelamos gran parte de nuestro estado emocional a través de señales químicas (por no decir feromonas) contenidas en secreciones corporales.
Por ejemplo, una vez que el olfato de un individuo capta compuestos químicos presentes en el sudor de una persona que experimenta temor, se detona en quien lo percibe –en quien huele el olor– una serie de efectos fisiológicos y conductuales que responden precisamente a las señales químicas de la piel que transmiten mensajes relacionados a esta emoción.
Ahí está la ampliamente estudiada androstadienone, compuesto químico presente en la secreciones axilares del sexo masculino, un derivado de la testosterona.
Se ha demostrado que cuando las mujeres huelen esta sustancia química, mejoran su estado de ánimo y experimentan un aumento importante en la excitación sexual, además de otras respuestas fisiológicas como el incremento de la presión sanguínea, frecuencia cardiaca y respiración.
Sí, la comunicación entre seres humanos no se limita al lenguaje o a claves visuales.
También gozamos de la capacidad de transmitir y obtener información de nuestro entorno –oler, literalmente, las emociones de los demás, por ejemplo– a través de señales químicas emanadas del cuerpo que capta nuestro sentido del olfato.
Huele a emociones
Un estudio de 2012 realizado por la Facultad de Ciencias Sociales y del Comportamiento de la Universidad de Utrecht, en Holanda, quizá es el más reciente en proporcionar evidencia sobre la comunicación química interpersonal, específicamente de lo que los autores mencionan como “sincronización emocional”.
En una primera fase del experimento, los investigadores recogieron el sudor de participantes del sexo masculino –quienes en dos días previos se vieron obligados a abstenerse de practicar ejercicio físico intenso, consumir alimentos especiados, utilizar productos de cuidado personal libres de fragancias, fumar o beber alcohol– mientras estos veían videos que inducían emociones de miedo y asco.
Luego, un grupo de mujeres fueron expuestas a estas muestras de sudor, al tiempo que llevaban a cabo una tarea de búsqueda visual; en esta etapa del estudio, los científicos registraron las expresiones faciales de las participantes y rastrearon sus movimientos oculares a medida que avanzaban en su cometido.
Se observó que las mujeres que fueron expuestas a las señales químicas producidas por el sudor asociado al miedo adoptaron expresiones faciales típicas de temor, mientras que aquellas que olieron los químicos presentes en el sudor causado por la sensación de asco, mostraban gestos que denotaban asco.
También se observó que al percibir las señales químicas “de miedo”, las mujeres modificaron su estrategia de búsqueda visual, aumentando la magnitud de olfateo y exploración ocular (un mecanismo de supervivencia a través de lo que los expertos llaman “adquisición sensorial”), mientras que lo opuesto sucedió cuando olieron las secreciones “de asco”, que indujeron muestras de “rechazo sensorial”, como una menor sensibilidad para detectar objetivos.
“Estos resultados son contrarios a la hipótesis comúnmente aceptada de que la comunicación humana se ejecuta exclusivamente a través del lenguaje o los canales visuales”, escriben los expertos.
De hecho, señala el estudio, las “redes neuronales responsables del procesamiento del olor del cuerpo son muy similares a las del procesamiento auditivo y visual”.
El olor en el cerebro
No somos conscientes de los efectos a nivel sensorial de las señales químicas que secreta el cuerpo en respuesta a ciertos estados emocionales, como sucedió en el caso de las mujeres en el estudio anterior.
Pero la explicación de que podamos distinguir entre el sudor de un individuo que ha experimentado temor y el sudor de otra persona en un estado emocional neutral o de felicidad, como se ha demostrado anteriormente, reside en las neuronas.
En un estudio de 2009 encabezado por la Universidad de Schleswig-Holstein, en Alemania, investigadores recogieron el sudor de estudiantes –colocando paños de algodón debajo de los brazos– mientras esperaban la presentación de un examen oral y durante una práctica deportiva, ambos escenarios con una duración total de 60 minutos.
Posteriormente, un grupo de 28 personas olió estas muestras –solo la mitad pudo detectar un olor–, a la vez que sus cerebros eran escaneados mediante la técnica de imagen por resonancia magnética funcional (IRMf).
Pese a la falta de conciencia de los voluntarios, quienes no lograron distinguir entre ambas fuentes de olor, evaluándolas por igual en términos de intensidad, las respuestas a estos estímulos a nivel cerebral variaron de forma considerable.
Los resultados demostraron una mayor actividad en numerosas regiones del cerebro implicadas en la regulación de sentimientos de empatía y en el procesamiento de estímulos emocionales en aquellos que olieron el sudor originado por la ansiedad que sentían los estudiantes en espera de presentar un examen oral.
De acuerdo a los especialistas, las señales químicas de ansiedad involucran un mayor número de recursos neuronales que el procesamiento de las secreciones provenientes del sudor causado por el ejercicio físico.
Y concluyen que los ajustes fisiológicos guiados por el cerebro en respuesta a las sustancias químicas presentes en el sudor del tipo de ansiedad, “parecen estar principalmente relacionados con un contagio automático del sentimiento”, es decir, que el hecho de “oler las emociones de los otros podría definirse como una incorporación de las expresiones químicas y, por ende, de los sentimientos de los demás”.
El olfato no miente
Estudio más reciente (PDF en inglés)