Emmanuel Haro Poniatowski: “Elena Poniatowska es una madre extraordinaria”
La escritora Elena Poniatowska cumple 90 años y su hijo Emmanuel Haro Poniatowski habla sobre las experiencias que vivió junto a su madre y de las enseñanzas que aprendió de ella, como su afán de investigar y ser curioso
Karina CoronaElena Poniatowska conoció México con la mirada de una pequeña de 10 años, a través de las palabras de los vendedores ambulantes y de la gente que le llamaba la atención. Para ella fue como arribar al “centro del Sol”, pues al venir de París, un “lugar de lluvia y bosques oscuros”, su primer encuentro con el país fue de gran deslumbramiento, tanto que hasta el día de hoy, a sus 90 años, la sigue cautivando.
Desde entonces, todo lo que ha escrito es la respuesta a sus preguntas, pues desde niña siempre ha sentido curiosidad por indagar, cuestionar y narrar lo que veía.
Pero también en este país crió a sus hijos Felipe, Paula y Emmanuel Haro Poniatowski, éste último recuerda cuando, de pequeño, acompañaba a su madre a realizar sus entrevistas.
El trabajo siempre ha sido la directriz de su vida; me acuerdo y tengo la imagen de mi mamá frente a su máquina de escribir, trabajando muchas horas, a veces sí influía en nuestra relación porque le consagraba muchísimas horas a su trabajo, pero me hacía partícipe desde que tengo uso de razón”, platica Emmanuel a Reporte Índigo.
De joven, Emmanuel la acompañaba a dejar sus artículos, también a sus viajes y coberturas a lo largo del país, así como a sus entrevistas. Fueron experiencias muy emocionantes, porque desde niño, hasta sus 14 años, aproximadamente, tuvo la fortuna de ir con Elena Poniatowska, por ejemplo, a la inauguración de la presa El Infiernillo, incluso visitar la cárcel de Lecumberri.
Todas le permitieron conocer mucha gente y tener actividades de adulto en la vida de un niño.
“Ir a Lecumberri fue impresionante, se me quedó grabado en la memoria, nos lanzábamos así, era una aventura para los dos. Mi mamá siempre ha tenido muchísima confianza en la gente y no pensaba que podían salir mal las cosas, esa manera de ser y de pensar le ayuda muchísimo en la vida”, indica.
Entre las entrevistas que recuerda, indica que una de las que más lo marcó fue con María Félix, él tenía 14 años y rememora que su voz y presencia le causaron una gran impresión. También, por medio del trabajo de Elena Poniatowska, conoció a El Santo, a Juan Soriano y Francisco Toledo.
“Fueron vivencias muy bonitas, también de entrevistas que no se dieron; una vez estuvimos tocando en la casa de Picasso para ver si podíamos hacer una entrevista y no nos recibió. Tuve una vida gracias a mi mamá muy movida en esa época, una infancia nada común.
“La experiencia más importante para mí fue Jesusa Palancares, de Hasta no verte, Jesús mío, la acompañé a las afueras de la ciudad a un cuarto donde Jesusa tenía una cama donde se acostaba. Mi mamá la entrevistaba, pero Jesusa no la dejaba usar la grabadora, decía que era un aparato maléfico, y ella escribía todo en taquigrafía, de sus experiencias de espiritismo, su recuerdo de la Revolución, era fascinante”, platica
Hasta el día de hoy, Emmanuel considera que todos los libros de su madre son de gran importancia, pues ha logrado reunir valiosos testimonios, como los de los estudiantes del 68 que, junto a La noche de Tlatelolco, los cuales han tenido un impacto social en México.
“A mi mamá le reclamaban de que no era literatura de a deveras, porque escribía a través de los testimonios de los demás, entonces le decían que no era la verdadera creación, pero el tiempo demostró que no es así, que se puede hacer literatura a través de testimonios”, expresa.
Sus grandes aprendizajes de Elena Poniatowska
Emmanuel es profesor en la UAM, labor que, sin duda, ejerce debido a las enseñanzas de su mamá, de quien hasta el día de hoy aprende.
Y aunque no tuvo una infancia común esto le permitió siempre mantener inquietud por las cosas.
Algo que Emmanuel tiene que confesar es que, casi siempre, con su madre un día normal era destinado al trabajo, por lo que pocas veces pudieron compartir vacaciones o días de descanso.
“Mi padre, Guillermo Haro, también era así, todo giraba alrededor del trabajo, entonces no era común un dia familiar, a veces los domingos íbamos a comer a Cuernavaca, pero yo nunca con mi mamá, en mi vida, voy a cumplir 67 años, nunca pasé más de cuatro días de vacaciones. Una vez fuimos a Francia, y esa vez estaba escribiendo Hasta no verte, Jesús mío”, comparte.
Al ver a su madre, a sus 90 años, lo que más le admira es la transición y cómo se ha adaptado a la tecnología, al paso del tiempo y a mantener una mirada fresca, siempre inquieta por el conocimiento.
“Le agradezco muchas cosas, el ser curioso, investigar. A mí me gusta el arte, la pintura en particular, ella me inició en los museos en Italia. Otra forma, que no sea como su hijo, la veo como una persona con un potencial de trabajo y de vida extraordinario, tiene 90 años y tiene una fuerza muy particular, una memoria fuera de serie, y una inteligencia del corazón, sabe vivir la vida, aunque mucho tiempo la pasa sola”, puntualiza.