Ely Guerra le pone el toque elegante a la cumbia

Ely Guerra sigue siendo una figura fundamental en la música independiente, demostrando que la autenticidad y la creatividad son esenciales en la industria
José Pablo Espíndola José Pablo Espíndola Publicado el
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Ely Guerra, ícono de la música independiente en México, se encuentra en un momento crucial de su carrera. Tras más de dos décadas en la industria, la pandemia le trajo desafíos significativos, pero también una renovada apreciación por la libertad creativa que siempre ha defendido.

“Son momentos complejos”, confiesa Guerra. “Siento como si estuviera empezando de nuevo. La pandemia fue un trancazo rudo, nos puso en la lona y estamos saliendo poco a poco“.

En este contexto de reconstrucción, Ely ha encontrado en la cumbia una nueva vía de expresión. Su colaboración con Cumbia Machine, de la mano de Erick Rubín, y en particular su reciente sencillo “Me iré a gozar después”, refleja esta etapa de su vida.

Para Ely, la música es mucho más que una carrera; es un acto de supervivencia y una fuente de gratitud.

“Cada presentación es una celebración. Nos sentimos privilegiados cuando alguien nos contrata, eso nos llena de gozo. Aunque sufro el escenario, es la música la que me ha salvado, me ha dado una voz y me ha permitido compartir el mundo con otros“, confiesa.

REPORTE ÍNDIGO: ¿Ely, en qué momento profesional te encuentras?

Ely Guerra: Híjole, qué bárbaro, qué manera de empezar esta charla. Gracias por poner la vara alta. Son momentos complejos, yo creo que de manera profesional siento como si estuviera empezando de nuevo, la pandemia, como músico independiente que llevo casi 20 años, sin ningún músculo detrás, podrás imaginarte que la pandemia fue como un trancazo rudo. Nos puso en la lona y estamos saliendo poco a poco.

Es interesante porque esto también nos hace valorar mucho más nuestras libertades y seguir conscientes de ellas, pero al mismo tiempo desear profundamente continuar defendiéndolas.

RÍ: Hablando de “Me iré a gozar después, ¿tú recuerdas aquel el primer pensamiento, primera idea, que le dio origen al tema?

EG: Fíjate que de hecho es una canción que tiene muchos años, yo la tuve que haber escrito, no sé, hace 15 años atrás. Entonces, honestamente, sería mentiroso decirte como ese primer estímulo, pero lo que sí te puedo decir, porque es algo natural en mí, es que son ejercicios que yo toda la vida he hecho, y ese ejercicio era más bien como un ejercicio teatral, como una cosa rabalera.

Siempre me ha gustado el arrabal y me gustaba como aterrizar en temas que no tienen que ver en la forma en la que yo me expreso, que no tiene que ver con la música que yo escribo y por eso también se le ofrecí a Erik, porque la recordé como una canción que definitivamente va a romper como cumbia y cuando la escuchamos estuvimos de acuerdo en que rompería y, bueno, el arreglo que hizo el maestro Francisco Rojas, honestamente, quedó espectacular.

Esto es una ofrenda a la Única Internacional Sonora Santanera como gratitud por este intercambio que hace con nuevas generaciones que llegamos a cantar sus canciones. Es como decirles, muchas gracias, aquí les ofrendamos también algo de lo que nosotros hacemos.

RÍ: ¿Qué hacía falta para que esta canción saliera a la luz?

EG: Creo que yo no tengo esta conciencia de que algo tiene que ocurrir, más bien tengo la gracia de pensar que todo llega en el momento perfecto y creo que este es el momento perfecto de una canción como esta y creo que va a ser un éxito porque cada que la escucho no se me va de la cabeza.

Es una cumbia elegante, o sea, todo para mí es un juego de elegancia que tiene que ver con lo que uno siempre ha perseguido a través de los años, de 30 años de música. Entonces, creo que es el momento perfecto, no podría imaginar otro y, honestamente, de no haber sido que esta Cumbia Machine llegará a mi vida, quizás seguiría guardada, como muchas otras de mis canciones están guardadas.

RÍ: ¿Cómo fue el trabajar en equipo para lograr que se escuchara elegante?

EG: Creo que esto se lo debemos a Erick porque es un observador importante. Yo no podría decirte que es mérito mío, mi mérito quizás existe en que yo cuando me invitan a Cumbia Machine y cuando empiezan los ensayos no he sido otra más que yo misma, o sea, literalmente salgo al escenario como la Ely que soy, y canto con mi estilo y bailo con mi estilo. No me vuelvo loca en sentir que tengo que ser sensual o que tengo que mover mucho el cuerpo o que tengo que adoptar un personaje que no soy, es todo lo contrario.

Tuve la fortuna de elegir las canciones que iba a cantar. Por tanto, elegí aquellas canciones que me transmitieran y que me representaran; entonces, ha sido muy sencillo plasmar mi personaje en la cumbia y eso creo que Erick lo notó. De hecho, cuando él me presenta en el escenario, cuando termine el show nos presenta a cada uno de nosotros y es muy amoroso y dice algo que él ve en nosotros, que él siente que nos representa, y a mí siempre me presenta diciendo que soy misteriosa y elegante, y entonces creo que eso es lo que él vio y eso fue lo que él quiso plasmar también en esta producción.

RÍ: Creo que esta defensa de tu esencia, de lo que eres tú, ha sido una constante en tu carrera, ¿te ha costado, ha sido difícil defenderte a ti misma, lo que tú crees y a lo que tú le apuestas?

EG: No sé cómo proyectar lo que me dices para que suene de la manera más realista, sin equivocarme, es decir, no ha sido fácil, una carrera como la mía no se lleva si no tienes los huevos puestos, y ahí no fui nada elegante. Lo que trato de decir es que no, no ha sido fácil, he tenido que ser muy guerrera, yo no sé, lo llevo en la sangre y lo llevo en el apellido. He tenido realmente que defender una carrera porque hubo muchos atentados a que yo fuera cualquier otra artista que no tuviera nada que ver con quién soy hoy en día.

Siempre hubo el empresario que quería que yo saliera un poco más desnuda y que cantara cualquier otra canción porque le parecía que yo estaba guapetona y pues cómo no, yo tenía 58 kg de músculo, nadaba, bailaba, sabes, era como lo inmediato, pero yo decía, no, vengo con mi guitarra, estas son mis canciones y eso lo hacía difícil porque además no era esta época donde la mujer elevaba la voz y la escuchan.

Yo elevaba mi voz, pero no querían escucharme y por eso digo, no quiero que se interprete mal, no quiero sonar sufrida, lo que quiero sonar es realista. Sí fue difícil y sigue siendo difícil porque ahora no tengo 20 años, ahora tengo 52 y todos sabemos lo que significa ir avanzando en edad y aunque es mucho mejor, porque la experiencia y la madurez que esto nos da a niveles profesionales y musicales, sabemos que este mundo está inclinado por la juventud.

Cuando alguien me dice, quiero ser como tú, le digo, no sabes lo que estás diciendo; cuando estoy cantando y en el escenario y me gritan, te amo, le digo, no sabes lo que estás diciendo, quiero casarme contigo, no mames, no sabes lo que estás diciendo.

Lo que sí puedo decirte es que he sacrificado mucho y cuando digo mucho es a mi familia con quien menos estoy y nunca me casé, nunca tuve hijos, nunca quise tener hijos, pero estoy profundamente comprometida con mi expresión artística y creo que eso ha hecho difícil que yo sea una mujer accesible para una vida más cotidiana.

RÍ: ¿Y la recompensa ha sido justa con el sacrificio que has hecho a nivel profesional?

EG: Yo creo que soy ambiciosa y que no quisiera hablar de justicia, más bien quisiera decirte, no he llegado al punto que yo quiero llegar, yo me siento en pañales aún, es más, siento que estoy comenzando de nuevo después de pandemia.

Siento como que fue un reset y que ahora tengo que luchar un poco más del doble; entonces, más que hablar de justicia, lo que sí quisiera decir es: yo no estoy en el lugar que quiero. Yo veo un gran futuro para mí y voy directo por él.

RÍ: De tus presentaciones en vivo, ¿cuál es tu momento favorito, aquel que disfrutas más cuando estás en el escenario, cuando sientes que todo ha valido la pena?

EG: Hay dos momentos, hay uno cuando nos contrata y nos dicen, queremos que tú y tu música sean parte de nuestra celebración, de nuestro espacio, de eso de lo que alguien dice, voy a poner mi dinero en ti, creo que ese es el momento que nos sentimos y hablo en plural, porque aquí somos un equipo de muchas personas que apoyan mi música y que creen en mi voz. Cuando nos contrata alguien nos sentimos privilegiados porque nos están eligiendo entre muchas otras opciones y ahí hay un gozo muy especial que quisiera compartirlo al mismo nivel que cuando llegas al escenario.

Porque un artista como yo, quisiera traerte un poco a mi realidad, yo inicio mi día a las 4:00 de la mañana, a las 10:00 de la mañana estoy en la oficina y a las 5:00 de la tarde se despide la gente de mi oficina, pero yo continúo hasta las 7:00 que puedo pasear con mi perro como lo hice al inicio del día, por eso me levanto tan temprano, porque si yo no me levanto a esa hora, yo ya no tuve un momento para mí.

Casi siempre tengo que estar disponible para los demás, creo que es muy importante que se entienda que todo momento en el escenario es una celebración para nosotros, porque ese es nuestro regalo.

Nosotros trabajamos fuertemente, intensamente como godínez, para ir y gozar el escenario, entonces, no podría decirte que hay un momento específico que me diga todo valió la pena, el simple hecho de llegar y sufrir el escenario, porque yo, honestamente, lo sufro, yo me meto al escenario nerviosa y salgo de él, a lo mejor más relajada, pero angustiada pensando, ¿qué chingados hice?

Y me voy a mi habitación de hotel sola a pensar por qué te expones de esta manera, o sea, hay mucho juego. Creo que es el mundo artístico es un mundo que se mira desde afuera con un halo de luz muy distinto al que vivimos los que nos subimos al escenario y proporcionamos nuestro servicio a través de nuestro talento musical o nuestra voz o nuestras interpretaciones con instrumentos.

Creo que es muy distinto y todo eso hace que valga la pena vivir por la música, esa es la realidad, porque aparte la música ha sido quien me ha salvado. Es que me ha dado una voz. Es quien me ha permitido compartir el mundo con otros. Escribir música para mí es un acto de supervivencia. Entonces, hay mucho que agradecerle.

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