Elisa de Gortari: La humanidad ante la catástrofe en Todo lo que amamos y dejamos atrás
Desde lo íntimo hasta lo colectivo, su obra invita a repensar la importancia de la solidaridad y el arte como formas de resistencia
Karina CoronaElisa de Gortari se enfrenta, con una mezcla de asombro y gratitud, a la extraña experiencia de ver su novela Todo lo que amamos y dejamos atrás (Alfaguara, 2024), en las librerías. La obra, que comenzó como un proyecto personal, destinado únicamente a su expareja, la poeta Marcela Santos, se convirtió en un fenómeno literario inesperado. Para ella, la publicación de este libro es un triunfo improbable.
“Estaba muy convencida de que ya no iba a publicar más, el ambiente a mi alrededor fue muy duro en ese entonces, yo perdí a mucha gente con mi transición de género, tal vez, tontamente extendí ese rechazo al resto del medio literario. En ninguna circunstancia pensé que dejaría de escribir, al contrario, pero sí que iba a dejar de publicar”, comparte De Gortari.
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Ambientado en Veracruz, Todo lo que amamos y dejamos atrás presenta a un personaje que enfrenta la adversidad, la incertidumbre y sus propios miedos en un mundo postapocalíptico, pero que busca entender una verdad más grande sobre su entorno.
En entrevista con Reporte Índigo, Gortari señala que el corazón de su novela se encuentra en la colectividad, en la pregunta sobre lo que sucedería si algún día nos viéramos enfrentados a un desastre irreversible.
“Siempre tuve como norte ético el Hijos sin hijos de Enrique Vila-Matas, la historia de un sobreviviente de Auschwitz, quien al ser liberado del campo de concentración está de mal humor porque se le caen los pantalones y no tiene cómo amarrárselos; es decir, que incluso en estos contextos catastróficos hay espacio para que la gente se preocupe por sus propias vidas.
“Para mí era muy importante reflejar lo que habría de humano y de dulzura en un mundo postapocalíptico, pero también reflejar lo que habría de crueldad antes de que se cayera todo, porque también es cierto, que el mundo que reflejo antes de la catástrofe tampoco es perfecto y muchos de los conflictos que hay antes, pasan también después y siguen vigentes a pesar de la catástrofe”, abunda.
El uso de una memoria tóxica
Uno de los temas clave que atraviesa la obra es la memoria, un tema recurrente en la escritura de Elisa. En su obra, aborda cómo las generaciones futuras que nacen en contextos de violencia y catástrofe, tendrán que lidiar con recuerdos no procesados, con memorias que, lejos de curar, cargan con ellas el dolor no resuelto de generaciones anteriores.
“En este libro en particular pensaba que la memoria puede ser algo que permite que la gente converja de una forma apacible, pero también la memoria puede ser tóxica. Esta memoria que tienen los niños no está digerida ni procesada. Pensaba mucho al momento de escribir en los lugares de México que viven todavía bajo la violencia y que probablemente van a seguir viviendo así”, afirma.
Gortari recuerda las historias de su propio padre sobre la guerra sucia, y cómo esas memorias de terror y represión, fueron transmitidas de generación en generación. También reflexiona sobre el contexto social actual de México, marcado por la violencia del narcotráfico, que ha dejado cicatrices profundas en la sociedad.
“La guerra contra el narcotráfico ya va a cumplir 20 años, eso quiere decir que dos generaciones de mexicanos han vivido toda su vida inmersos en este proceso de violencia. Cuando era niña, en los 90, mi papá me contaba cómo sobrevivió a El Halconazo y a la represión de esos años, cómo algunos familiares fueron encarcelados por motivos políticos.
“El mundo es mejor que hace 200 años. Aunque está lleno de cosas horribles y el cambio climático es nuestra mayor amenaza, todos nuestros problemas son obra humana, lo que significa que también podemos resolverlos”
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“Para mí, esas historias eran de terror. Al escribir esta novela, me preguntaba si los niños de hoy sentirían lo mismo que yo viví. Uno de los riesgos no es solo la falta de memoria, sino su opuesto: la memoria tóxica, esa que no se ha procesado”, narra.
La novela también toca el dolor de la migración, un tema que la autora vivió de cerca durante su tiempo como reportera. La escritora recuerda cómo la migración forzada por la violencia y el cambio climático comenzó a hacerse más visible durante la cobertura de las caravanas migrantes.
“Si algo hubiera que preservar para el futuro serían los libros de historia, la mitología griega y un manual para fabricar ácido sulfúrico. Con esas tres cosas podríamos reconstruir nuestra civilización, tal vez, incluso un mundo mejor”
La autora invita a cuestionar la naturaleza de nuestra relación con el mundo, con el pasado y con el futuro, pero también se trata de una reflexión sobre la catástrofe, lo que significa ser humano en un mundo en el que la civilización parece desmoronarse, pero donde la música, los recuerdos, y el sentido de comunidad siguen siendo fuerzas de resistencia.
Aunque Elisa de Gortari dedicó muchos años de su vida a estudiar música clásica, son jarocho y canto, descubrió con el tiempo que su vida no estaría profesionalmente ligada a esta disciplina. La decepción de ese desencuentro marcó un proceso largo y personal de aceptación, pero la música nunca dejó de ocupar un lugar central en su vida.
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En esta última novela, De Gortari reflexiona sobre el papel de la música como un refugio ante la pérdida y la incertidumbre. Imagina un mundo donde las canciones desaparecen, y los recuerdos y discos de vinil son los últimos vestigios de una humanidad melódica. A partir de esa premisa, llenó su narrativa de cosas significativas: amigos, gatos, paisajes de Mixcoac y Veracruz, y momentos íntimos con su madre.
“Creo que en momentos de crisis, lo que nos salva es el ser humano. La música, el recuerdo de lo que fuimos, y sobre todo la solidaridad, son las cosas que nos hacen mantener la esperanza. Si perdemos la música, perdemos algo esencial del ser humano. La música es el alma de todo lo que hacemos”, reflexiona.
Elisa de Gortari concluye que, aunque no fue su intención al escribir, su novela ha adquirido una dimensión política y social que conecta de manera profunda con el contexto actual.
“Si algo ha logrado mi novela es conectar con la realidad de la gente. Mi objetivo no era hacer una crítica política, pero ahora veo cómo la literatura puede tocar esas fibras que necesitamos que se toquen”, concluye.
Lo que Elisa de Gortari guardaría para la posteridad
Al reflexionar sobre lo que incluiría en una cápsula del tiempo destinada a las generaciones futuras, la escritora escogió lo siguiente:
- Partituras de Bach, en especial las Variaciones Goldberg
- Obras literarias clásicas: La Odisea, Las Metamorfosis, el Popol Vuh, los cuentos de Chéjov, los escritos de Cervantes, y los poemas de García Lorca.
- Libros sobre ciencia, historia y de la mitología griega
- Manual de cómo hacer acido sulfúrico
- Una foto de su madre, un recuerdo que represente a sus gatos, las cenizas de su padre y una roca de Veracruz, como símbolos de su vida y raíces