Elena Poniatowska: “Mi vida ha sido un inmenso signo de interrogación”

En el Palacio de Bellas Artes se vivió una ceremonia doble, en la que se premió a la literatura, el arte y la cultura, con el Premio Internacional Carlos Fuentes de Creación Literaria y el Nacional de Artes y Literatura
Pablo Abundiz Pablo Abundiz Publicado el
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Cuando Elena Poniatowska entró a la palestra de la sala Manuel M Ponce, el mármol de Bellas Artes se inundó de palmas y vítores. La figura de la mujer que con sus letras ha narrado a México recibió el Premió Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria, un reconocimiento en nombre de quien fuera su gran amigo, de quien la sacara a bailar antes de que ambos descubrieran su vocación y con sus plumas trazaran un camino no explorado en la literatura mexicana.

La escritora de 91 años ha tenido una carrera brillante en las letras mexicanas. Periodista de oficio y escritora por gracia del talento, Poniatowska ha narrado historias sin las cuales el México contemporáneo no podría ser entendido. Sus entrevistas han recibido elogios por la vida que contienen sus palabras y La Noche de Tlatelolco es considerada uno de los documentos fundamentales para entender la tragedia.

“Espero que ustedes salgan de aquí con la certeza de que ser amiga y recordar a Carlos Fuentes es un regalo tan valioso como lo fue el propio Fuentes, un mexicano que le trajo mucha suerte a México y seguirá trayéndosela a creadores que hoy por hoy todavía son adolescentes”
Elena PoniatowskaEscritora

En una ceremonia doble, donde el blanco de los cabellos se notaba en los invitados, el foco de atención fue Poniatowska. El rojo de su vestido y el gris que corona su cabeza, siempre estuvieron al centro de una mesa ocupada por autoridades del gobierno federal, miembros del jurado y representantes de la UNAM, quienes no pararon de congratular a la escritora y constantemente recordaron el fuerte lazo que la unía al autor de Aura.

Una fiesta de manteles largos

La escritora tomó la palabra en medio de aplausos, su trayectoria habla por ella —crónicas, entrevistas, novelas y biografías— forman parte de una vida de tinta y papel. Con una voz entrecortada, imposible saber si por los años o por la emoción, Poniatowska recordó su admiración por Fuentes, pero no solo por él, la figura de letras, sino por el hombre que fue, con sus pasos de baile, sus juergas y su manera de hacer amigos.

“En los 50, Fuentes estalló como un fuego de artificio y todas las luces cayeron sobre nuestra cabeza. Perez Prado nos hacía bailar y Fuentes cantaba en el Salón México ‘Yo soy el icuiricui, yo soy el macalacachimba’. Éramos buenos para el mambo y el chachachá.

“Fuentes era el más vital, el más alerta, el más entregado de los jóvenes creadores de nuestra generación. Desbordaba vida y audacia”, recordó la galardonada en su discurso de aceptación.

Por media hora, “Poni”, como le decía Fuentes, deleitó con anécdotas y reflexiones a los invitados, por momentos su vista flaqueaba y las correcciones que hacía al instante daban muestra del humor que la caracteriza, ese que la muestra sonriente en tantas fotos. Una vez que Elena Poniatowska finalizó el discurso y se tomó la foto con las autoridades, abandonó el recinto en medio de tantos o más aplausos que los que la recibieron. Los reflectores fueron, entonces, para los cuatro ganadores del Premio Nacional de Artes y Literatura.

Por cuarta ocasión consecutiva, el Premio Carlos Fuentes fue obtenido por una mujer. La primera en inaugurar esta racha fue la argentina Luisa Valenzuela, seguida de Diamela Eltit y Margo Glantz. Foto. Especial
Por cuarta ocasión consecutiva, el Premio Carlos Fuentes fue obtenido por una mujer. La primera en inaugurar esta racha fue la argentina Luisa Valenzuela, seguida de Diamela Eltit y Margo Glantz. Foto. Especial

Este año los galardonados fueron: Selma Ancira, por la belleza literaria que ha producido al traducir literatura rusa al español; María de Lourdes Rojo e Incháustegui, por sus décadas de sobresaliente trayectoria en cine, teatro y televisión; Abigaíl Mendoza, por su labor como receptáculo de conocimientos ancestrales de la cocina tradicional mexicana; y Antonio Rubial García, por su trayectoria académica que ha dejado huella en la conformación de la identidad nacional.

En el poco tiempo que se le concedió, la traductora Selma Ancira hizo una apología de las traducciones y agradeció al Gobierno de México por reivindicar su trabajo, y la labor de todos los traductores literarios.

 Por su parte, el doctor Rubial usó su tiempo al micrófono para enaltecer la labor docente. “Estoy aquí en representación de los maestros que día con día entregan su vida para la educación de la juventud, para formar a las nuevas generaciones, estos maestros que estamos convencidos y convencidas de que sin la educación no hay futuro”, declaró el historiador.

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