No hay persona igual a Ángeles Félix Güereña, mejor conocida, simplemente, como María Félix, la “María Bonita”, como la señaló el compositor Agustín Lara a mediados de los años 40, cuando le escribió una de las muchas canciones que la actriz recibió a lo largo de su vida.
María Félix tuvo características que la diferenciaron desde niña. De entre sus hermanas, ella fue la única con cabello oscuro, sus familiares eran casi rubias debido a los genes vascos de su madre, Josefina Güereña Rosas.
Si hoy día se pudiera enumerar las otras características de Félix, aparecería su enamoramiento continuo. Incluso, se cree que entre ella y uno de sus hermanos había una relación que quizás iba más allá de la hermandad. Por ello, su madre los separó, mandado al joven a un colegio militar.
La actriz representó, en la vida real, a una mujer joven de apenas 20 años, con un hijo, y soltera. Se divorció de Enrique Álvarez a inicios de los años 30, porque los celos que le expresaba eran efusivos e incontrolables.
Generalmente, los hombres caían ante el perfil sonorense con el que María Félix desfilaba entre las calles. En una ocasión, un hombre se le acercó, invitándola a aparecer en el cine. “¿Quién le dijo que yo quiero entrar al cine? Si me da la gana, lo haré, pero cuando yo quiera, y será por la puerta grande”, le respondió al director Fernando Palacios. Años más adelante, Félix confesó que este personaje la persiguió, investigando dónde trabajaba, para convencerla de aparecer a cuadro. Su insistencia surtió efecto.
En El Peñón de las Ánimas (1943), su primer filme, María Félix actuó junto a Jorge Negrete, una persona que en esos años no toleraba debido a que trataba de darle órdenes, pero la peculiar personalidad de Félix lo detuvo. “Él se sentía un hombre que tenía el derecho de dirigirme y yo no me dejé”, sentenció, respecto a con quien se casaría 10 años después.
En el funeral de Negrete, en el 53, se presume que la actriz asistió con pantalones puestos, esta simple vestimenta le ocasionó que fuera criticada por la opinión pública. “Yo los usé toda mi vida, no como la gente cree, pero también interiormente me los pongo con frecuencia”.
Respecto a esta primera película, María siempre aseguró que fue donde más aprendió, pero también demostró que podía tener aptitud para la profesión de actriz, memorizándose a la perfección sus diálogos y siguiendo las instrucciones que el director le encomendaba.
Félix manifestaba el respeto que tenía por los directores que la educaban en cada filmación y esperaba lo mismo a cambio. En una ocasión, según contó la propia actriz, un director le faltó al respeto al darle indicaciones de mala manera y con palabras vulgares. Ella, por su parte, lo obligó a pedirle disculpas en frente de todos sus compañeros.
Entre las películas que filmó en Europa y América Latina, hay algunas que, además de El Peñón de las Ánimas, marcaron su vida, como Doña Bárbara (1943), filme que se basó en la novela literaria del venezolano Rómulo Gallegos. Fue gracias a este proyecto que la actriz fue bautizada como “La Doña”.
De acuerdo con María, desde que el escritor la conoció quiso que ella fuera quien interpretara a su protagonista, por la fuerza que emanaba su personalidad natural. Doña Bárbara era una mujer que fue violada por un grupo de hombres, quienes también mataron a quien ella consideraba el amor de su vida.
Respecto a los personajes de este proyecto, comentó que Julián Soler era muy débil para interpretar al rol principal. “Digo lo que pienso”, sentenció la actriz, agregando que aun así, el actor le caía muy bien fuera de las cámaras.
Obras dedicadas
María Félix se incluyó en la lista de los pocos personajes que fueron retratados por múltiples artistas, tanto en la pintura como en la composición musical. Diego Rivera y Leonora Carrington fueron sólo algunos de los amos del pincel que la inmortalizaron en su lienzo.
El primer cuadro que la artista inglesa, Carrington, le hizo a la mexicana fue un tríptico. Antes de comenzar a pintarla, le preguntó cómo le gustaría que la reflejara en su pintura, a lo que Félix, en vez de darle una respuesta clara, le contó un sueño que ella había tenido. Le dijo que había sido una sirena que cambiaba repentinamente de apariencia. En la pintura final, la actriz aparece como una mujer pez de tres diferentes colores, negro, a la izquierda; blanco, al centro y rojo, de lado derecho.
Diego Rivera, por otro lado, la pintó con un vestido transparente mientras ella estaba sentada y su melena negra caía sobre su espalda. “A mí Diego Rivera me puede gustar, pero como retratista me pareció siempre muy malo”, confesó la actriz, de quien llamaba su amigo.
En el aspecto musical, Félix fue musa de muchos cantautores. Agustín Lara, con “María Bonita”, así como Juan Gabriel, con “María de todas las Marías”, y José Alfredo Jiménez con “Ella”, la cual le mandó a cantar con Pedro Vargas hasta Buenos Aires, Argentina.
María Félix es una artista que sigue viva gracias a su peculiar personalidad, la fuerza con la que interpretaba sus papeles, y la belleza que demandaba protagonismo natural.