El que da, recibe
La puesta en práctica de actos de generosidad entre niños de escuelas primarias es una “táctica” que podría ser el antídoto contra el acoso escolar o bullying.
Esta fue la conclusión a la que llegó un grupo de investigadores de la Universidad de California, en Riverside, tras realizar un experimento en 19 salones de clase, con niños de entre 9 y 11 años, a quienes se les solicitó llevar a cabo, por un periodo de cuatro semanas, tres gestos de amabilidad distintos por semana.
Eugenia RodríguezLa puesta en práctica de actos de generosidad entre niños de escuelas primarias es una “táctica” que podría ser el antídoto contra el acoso escolar o bullying.
Esta fue la conclusión a la que llegó un grupo de investigadores de la Universidad de California, en Riverside, tras realizar un experimento en 19 salones de clase, con niños de entre 9 y 11 años, a quienes se les solicitó llevar a cabo, por un periodo de cuatro semanas, tres gestos de amabilidad distintos por semana.
Y es que los investigadores encontraron que los niños que eran alentados a realizar acciones altruistas tan simples como compartir el almuerzo a sus compañeros de clase –u otras dirigidas a terceros, como ayudar a cargar las bolsas de mandado–, no solo aumentaban su bienestar, sintiéndose más felices, sino también su popularidad o la aceptación social en la escuela.
Como parte de la dinámica, antes y después de las cuatro semanas de duración del experimento, cada estudiante circuló aquellos nombres de compañeros de clase con quienes les gustaría participar en actividades escolares.
A diferencia de los estudiantes que formaron parte del grupo de control, es decir, a quienes solamente se les solicitó llevar un diario de las visitas que debían realizar a tres lugares distintos cada semana, los niños que se vieron involucrados en actos generosos fuera y dentro de la escuela –un imán para el desarrollo de relaciones interpersonales positivas–, resultaron ser los más “queridos” entre sus compañeros de clase.
A decir de los investigadores, los académicos pueden valerse de estos hallazgos para plantear la posibilidad de introducir en los salones de clase actividades de tipo altruista que fomenten la sociabilidad y la aceptación –un objetivo crítico, dicen, pues reduce la probabilidad de que una persona sea acosada física y psicológicamente– entre los compañeros y recomendar que las mismas se realicen con regularidad y con un propósito.