El cine mexicano ha tenido muchos momentos de gloria que no tienen nada que ver con la llamada Época de Oro, y es que definir un momento cinematográfico como “glorioso” va mucho más allá del reconocimiento o el éxito internacional, también tiene que ver con lo que transmite y lo que esto representa para la sociedad; un claro ejemplo es lo que ocurrió en el año 1978 en la película de Arturo Ripstein, El lugar sin límites, en la que pudimos ver el primer beso gay en la historia del cine de nuestro país.
La película fue dirigida por Arturo Ripstein y está basada en la novela homónima del chileno José Donoso, quien también participó en la adaptación mexicana interpretada por grandes artistas de la época como Roberto Cobo, Gonzalo Vega, Lucha Villa, Ana Martín y Carmen Salinas.
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El lugar sin límites narra la historia de La Manuela, una mujer transgénero, madrota de una casa de citas y prostituta, quien vive junto a su hija, La Japonesita, en un pueblo reducido a la nada por su corrupto gobernante.
La Manuela tiene que enfrentarse a los ataques de la sociedad por su identidad de género reprimida, incluso al desprecio de su hija, quien no acepta que su padre en realidad se concibe como una mujer, y menos que ambas estén enamoradas del mismo hombre, Pancho.
El primer beso gay en el cine mexicano
Roberto Cobo interpreta de forma magistral su personaje de La Manuela mientras Gonzalo Vega da vida a Pancho, quien tiene todas las señas y vicios del macho mexicano estereotipado en el cine, atractivo, violento y seductor, que perpetúa las decadencias de una sociedad machista.
La escena del beso es una de las secuencias mejor logradas en el cine mexicano, y no solo por la belleza visual, sino por la confrontación que representa para una sociedad que en 1978 estaba mucho más rezagada que ahora en cuanto a derechos LGBT+, y que nunca había visto a dos actores hombres besándose en la pantalla grande, aunque uno de ellos interpretara a una mujer trans.
En el momento del primer beso gay en el cine mexicano podemos ver a La Manuela luciendo un viejo y remendado vestido rojo de flamenco -en torno a lo que gira toda la película- y el cuál usa a su favor para acompañar el hipnotizante baile con el que seduce a Pancho, al tiempo que le recita la historia de una bella mujer enamorada.
Al final del baile, Pancho no resiste más la tentación y sus deseos ocultos salen a la luz en una asombrosa línea seguida del apasionado beso: “Un hombre tiene que ser capaz de probar de todo, ¿no crees?”.
La importancia de El lugar sin límites para el cine mexicano
La adaptación cinematográfica de El lugar sin límites pone en evidencia la maldad, egoísmo y crueldad de la sociedad mexicana, la cuál normaliza las conductas machistas que reprimen no solo a mujeres, sino a todos aquellos disidentes sexuales con preferencias e identidades diferentes.
La Manuela -interpretada por Roberto Cobo- es el personaje precario en el que se encarna el odio a lo diferente en toda la historia de México, Chile, y posiblemente el resto de Latinoamérica, donde existe un rezago social y educativo que se refleja en violencia e intolerancia.
Su homosexualidad, labor, travestismo y vejez hacen de la Manuela el “antihéroe” por excelencia, objeto de burla y de exhibición en su pueblo perdido en medio de la nada, oscuro y decadente –como el resto de los personajes-, pero que debe luchar día a día contra ello para defender quién es.
Pancho -Gonzalo Vega-, por su parte es el opuesto de la Manuela, es el que vive y se somete a la sociedad que lo ha definido como “hombre” heterosexual, el macho latinoamericano que está obligado a demostrar su “masculinidad” a cada momento y en todos los espacios en los que se desenvuelve, y que en aras de preservar su falsa heterosexualidad, es capaz de ejercer violencia en una relación de poder que llega hasta la infamia.
Su personaje refleja los malestares que persisten hoy, y desde antes de los 70s en México, tales como el machismo, la violencia y la discriminación surgidos a raíz de la homofobia alentada y socialmente justificada por la falta de educación sobre cuestiones de diversidad y alteridad sexual.
Los deseos y las vidas rotas de la Manuela y de Pancho en “El lugar sin límites”, ilustran desde el cine y la literatura las teorías de Judith Butler sobre “performatividad, abyección y precariedad de los cuerpos”, donde a través de una forma estética y sensual, son el retrato de una realidad que los supera, que sale de la ficción al encarnar una realidad aún latente.
Mientras José Donoso pone en evidencia los efectos nefastos que la ignorancia y los prejuicios que una sociedad heterosexual impone en los seres humanos, Arturo Ripstein logra retransmitir en un mismo sentido la naturaleza del ser homosexual o trans y el entorno hostil en el que estas personas se ven obligadas a existir.