Conocedora del trabajo de sus colegas literatas contemporáneas y de las mujeres que dieron voz a las letras nacionales en la historia, como Rosario Castellanos, Josefina Vicens y Sor Juana Inés de la Cruz, es como Brenda Lozano sostiene que hoy, al fin, se da un reconocimiento y una validez a las escritoras en México y América Latina, dentro de la industria de la literatura.
No es una, ni dos, sino decenas de autoras las que ya se encuentran publicando ficciones, historias de denuncia, violencia de género, abuso, feminicidios y demás tópicos que indignan por su severidad. Lozano lo ha hecho con su nueva novela Brujas, en donde entreteje la historia de cuatro mujeres cuyos derechos básicos han sido vulnerados, sólo por pertenecer al género femenino.
“Está Feliciana que es una curandera mayor, máxima y celebridad; Paloma que es muxe, viene de una tradición de curanderos hombres y ella es la primera mujer, pero antes de ser Paloma fue Gaspar. Por el otro lado, está Zoe, quien es una periodista que visita a Feliciana por un asesinato y, por último, Leandra, quien es la hermana mala de Zoe, porque tiene una vida sexual bastante libre, es gay, quema basureros”, explica la autora, en entrevista con Reporte Índigo.
Además, actualmente, considera que entre las escritoras mexicanas existe una red de sororidad que las hace sentirse cobijadas, queridas, pero, sobre todo, seguras de sí mismas, lo que les ayuda a tener confianza para seguir adelante.
“Nosotras, las escritoras, muchas somos amigas, nos apoyamos, nos leemos, nos mandamos audios, nos decimos ‘amiga, hermosa, ¿cómo estás?’ Nosotras no nos madreamos, nos enviamos stickers de gatitos ronroneando, porque le dieron un premio, creo que no hay una competencia, todo lo contrario”, afirma Lozano.
Para Brujas, publicado por editorial Alfaguara y que ya se encuentra de venta en librerías, Lozano tomó parte de la vida de María Sabina para crear el personaje de Feliciana, pero trayéndola al terreno contemporáneo. Escribir la trama completa le tomó cerca de tres años.
Las ideas eran inconexas, Lozano trataba de arrancar una novela, pero simplemente algo no fluía. Fue en un descanso de Navidad, hace tres años, en las playas de Ensenada, cuando la inspiración hizo correr la tinta.
“Fuimos a un Walmart a comprar las cosas para la playa y me acuerdo que pasamos por el área de útiles escolares y como no traía computadora dije ‘creo que puedo intentar por aquí’ y compré un cuaderno y unas plumas. Mientras había otro plan en la playa, me quedé en el cuarto muy feliz, porque me di cuenta que estaba arrancando la historia que quería al fin”, narra Lozano.
Lo primero que le surgió a la egresada de Literatura de la Universidad Iberoamericana fue la descripción de Feliciana, esta mujer chamana que fue inspirada en María Sabina.
“En tiempos de Instagram, de Twitter o redes sociales, ¿qué pasaría si María Sabina existiera? Quería que ese personaje llegara al límite, empujarlo lo más que pudiera, que fuera una mujer celebridad a la que todo mundo viene a ver de todas partes y que su poder no fuera el del dinero, pero sí el de la curación, a través de la palabra”, argumenta la escritora de 39 años.
Además, Lozano sentía una responsabilidad enorme de ponerse en los zapatos de una mujer de la tercera edad con estas características, por lo que elaboró una manera de expresarse distinta, casi como un juego didáctico infantil en la literatura.
“La idea de escribir como una mujer que tuviera 60 o 70 años, que fuera una sabia, una curandera, era muy grande, pero cuando entendí que podía jugar con eso y no tenía que investigar la oralidad de una lengua originaria o su estructura, sino que desde la ficción podía hacer una forma de nombrar las cosas, un poco como cuando somos niños y las describimos; ella, por ejemplo, no le dice menstruación, ni regla, dice ‘le vino la Luna’ a tal personaje’”, finaliza.
Selfie desde la literatura
Con cuatro libros publicados, la autora ve una parte de su narrativa como autobiográfica, se ve reflejada en cierta medida en Brujas, por lo que considera que este espejo de ficción, también es un retrato de la realidad.
“Esta novela no existiría sin la plática que tengo con varias amigas, sin la revisión del manuscrito de amigos y amigas. Son muchas cosas las que la inspiran. Los libros, creo, son una grandísima selfie o muy panorámica, pero una selfie rara, como traducida, no directa, digamos”, reflexiona.