Es un reto considerar sexy un traje y un cuello de tortuga con volantes, pero la portada de la revista Marie Claire del mes de julio, en la que aparece Angélica Rivera, cambió esta percepción.
La prensa internacional, las redes sociales y medios mexicanos quedaron, al parecer, impactados por la actitud sexy de la primera dama y de su hija, la actriz Sofía Castro. The Washington Post cuestionó si alguien en su posición “tiene permiso” de ser sensual.
La respuesta de casi todos los que dijeron algo fue la duda. ¿No se supone que una primera dama sea propia, vista trajes sastres o vestimenta típica adaptada y aparezca en todas sus imágenes junto al presidente?
También incomoda a algunos el hecho de que la publicación pertenece a Editorial Televisa, parte del grupo popularmente asociado con la victoria de Enrique Peña Nieto en el 2012, y cuyas prácticas han sido cuestionadas por agrupaciones como #YoSoy132. También es la televisora en cuyas telenovelas actuó Rivera durante años.
Sin embargo, el enfoque está en la apariencia y la actitud de la primera dama, con solo menciones ocasionales de las posibles intenciones de su aparición.
Probablemente la veterana actriz sabía del escrutinio que recibiría. Incluso se aprecia, en algunas imágenes, la incomodidad de Rivera ante la idea de lucir sexy.
La primera dama conoce la carga de su historia y su profesión –habiendo aparecido en telenovelas como “La dueña” (1995) y “Destilando amor” (2007)– y sabe bien que se contrapone con la idea de lo que debe ser la esposa del presidente: como una madre para todos los mexicanos, o por lo menos una figura maternal.
Pero, ¿acaso las madres no pueden lucir sexy?
Después de todo, Rivera, como Michelle Obama y todas las otras primeras damas son más que la esposa de un presidente, aún si ese es el único puesto oficial que ocupan por el momento.
Obama ha salido en las portadas de la revista Vogue en dos ocasiones, incluso junto a su esposo, pero su actitud era distinta. En ambas ocasiones sale sentada en una habitación de la Casa Blanca, mostrando solamente sus brazos, su anillo de compromiso y una sonrisa jovial. En otras palabras, siendo la primera dama ideal.
La portada de Rivera, por otro lado, sacó a colación la cuestión de la vigencia de la posición tradicional de una primera dama, y dejó más que claro que a esta se le juzga con un filtro distinto debido a su profesión, como en su momento a la cantante francesa Carla Bruni.
Y enfocándonos en el hecho que se ha robado la atención del mundo, quizá el cuestionamiento debería ser el opuesto: una mujer, por estar en la luz pública, ¿debería ocultar su sexualidad?