El nuevo conductor designado

Cada año, se registran 1.24 millones de muertes en el mundo por accidentes de tránsito, según el “Informe sobre la situación de la seguridad vial 2013” de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En comparación, en el 2011, murieron 1.7 millones de personas a causa del sida. 

Actualmente, los traumatismos causados por percances de tránsito son la octava causa de decesos a nivel global y la primera entre los jóvenes de 15 a 29 años de edad. 

Eugenia Rodríguez Eugenia Rodríguez Publicado el
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Personas murieron por accidentes viales en México, en el 2011
https://www.youtube.com/watch?v=FRTqh14z49c

Cada año, se registran 1.24 millones de muertes en el mundo por accidentes de tránsito, según el “Informe sobre la situación de la seguridad vial 2013” de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En comparación, en el 2011, murieron 1.7 millones de personas a causa del sida. 

Actualmente, los traumatismos causados por percances de tránsito son la octava causa de decesos a nivel global y la primera entre los jóvenes de 15 a 29 años de edad. 

Y se estima que para el 2030, los accidentes viales serán la quinta causa de muerte en el mundo, lo que equivale a 2.4 millones de vidas cobradas por año, “si no se toman medidas urgentes”.

Los países de ingreso medio sufren la mayor tasa de mortalidad por accidentes de tráfico. 

México ocupa el séptimo lugar entre los 10 países que concentran el 62 por ciento del total de fallecimientos en este rubro. 

De hecho, los accidentes de tránsito figuran entre las tres primeras causas de muerte en el país, junto con los homicidios y suicidios, de acuerdo a datos del Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes (Conapra). En el 2011, cerca de 17 mil personas en el paísa murieron a causa de percances viales. 

No hay duda de la urgencia de que cada país disponga de leyes integrales de seguridad vial relacionadas con los cinco factores de riesgo fundamentales aludidos en el reporte de la OMS, como el exceso de velocidad, la conducción bajo los efectos del alcohol, falta de uso de casco por motociclistas, del cinturón de seguridad y de los sistemas de retención para niños.

Pero habría que considerar la violencia vial como otro detonador de lo que hoy se considera el pan de cada día de cualquier conductor y que, de pasar a mayores, también origina accidentes de tráfico: la agresividad y/o la ira al volante (o lo que en inglés se conoce como “road rage”). 

Ejemplos hay muchos: el conductor que toca el claxon de forma ofensiva al auto que tiene al frente solo porque este tardó unos segundos en arrancar. Aquel que se desquita con otro automovilista cuando se percata de que este lo intenta rebasar, porque se cambió de carril “a la brava” sin haber puesto una direccional o por no respetar la distancia mínima de seguridad. 

Pero también está aquel que ante el menor desliz de otro conductor, responde mediante gestos obscenos o baja la ventana para gritar palabras altisonantes. O lo cierra como “venganza” mientras conduce de forma colérica.

Otros altercados entre conductores incluso se intensifican al grado de terminar en disparos que se traducen en muertes. 

En breve, hay conductores que se toman sumamente personal los pasos en falso que “dan” los consultores en la calle. Y ese es el problema. 

En cualquier momento se puede errar al conducir. Por ello, nunca se está exento de provocar a (y ser víctima de) un conductor agresivo, cuya conducta también lo pone en riesgo de sufrir un accidente que puede ser fatal. 

¿Por qué la furia?

De acuerdo a las investigaciones de Emil Coccaro, profesor de psiquiatría de la Universidad de Chicago, conducir de forma violenta con toda la intención de perjudicar a otros automovilistas –una forma extrema de la conducción agresiva– puede ser síntoma de lo que se conoce como Trastorno Explosivo Intermitente (IED, por su siglas en inglés). 

La Clínica Mayo señala que el IED se caracteriza por “repetidos episodios de impulsividad, agresividad, comportamiento violento o ataques verbales de ira, en los que reaccionas de forma desproporcionada con respecto a la situación”. 

Pero los síntomas de este trastorno de la conducta no se limitan a la conducción colérica. “(…) el abuso doméstico, lanzar o romper objetos, u otros berrinches pueden ser signos del trastorno explosivo intermitente”. 

Coccaro explicó a NPR que las personas con el IED son de mecha “muy, muy corta, por lo que si sucede algo con lo que no estén contentos, no cuentan con mucho tiempo para pensar en otras maneras de manejar su reacción a ello”. 

El problema con quienes sufren el IED es que tienden a percibir que otros los quieren perjudicar, por lo que suelen responder a la defensiva. 

“Por lo general, estas personas perciben un desaire cuando nada fue intencionado y ‘estallan’, o se frustran por algo o un rechazo y ‘se salen de sus casillas’”, describió Coccaro en LiveScience. 

Y el problema surge cuando coinciden el conductor agresivo –que no necesariamente padece IED– y el poder y la zona de confort que cualquier conductor siente al ir al volante. 

“Estás en el auto, y es una especie de arma, y estás en un ambiente protegido, y crees que nadie va a poder llegar a ti”, dijo Coccaro a la revista Pacific Standard. 

“Entonces, si se te cruza otro conductor, puedes sentir que le puedes pintar el dedo sin tener alguna consecuencia directa”, agregó.

Pero el especialista también  advirtió que las personas  no tienen idea de cómo va a responder el otro conductor a esa provocación. “Les digo a las personas todo el tiempo, ‘no asumas que la otra persona eres tú’, no sabes qué tan locos estén. No sabes si ellos tienen un arma en su guantera”. 

Conducir sin los efectos del ‘road rage’

La conducción colérica también debe ser objeto de campañas para prevenir accidentes de tránsito que ponen en riesgo la vida tanto de conductores como transeúntes. 

Al igual que el amigo que toma el rol de conductor designado en una noche de fiesta, no estaría de más considerar la puesta en marcha de medidas que exijan a terceros tomar las riendas del volante cuando, por ejemplo, el dueño del auto pareciera estar irritable, “prendido” después de una discusión acalorada o simplemente a la defensiva tras un mal día. 

Un conductor designado como aquel que le quitaría las llaves a ese amigo que está pasado de copas y que insiste en conducir.  

O implementar medidas preventivas como las que propuso un equipo de investigadores del Centro de Adicciones y Salud Mental de la Universidad de Toronto, en un artículo publicado en el 2006 en la revista científica Trauma, Violence & Abuse, como “cambios legales encaminados a aumentar las sanciones por la conducción agresiva (…)”. 

Así como educar al público “acerca de cómo evitar situaciones que favorezcan la rabia de los automovilistas”. 

También sugirieron aumentar los “esfuerzos de prevención que apunten a cambios sociales a largo plazo, haciendo énfasis en modificaciones estructurales, como reducir la congestión vial, disminuir el estrés del conductor o promover el transporte público”.

Ciegos al volante

De acuerdo a diversos estudios psicológicos realizados a la fecha sobre la conducta al volante, estos son algunos de los errores que se suelen cometer al conducir y que promueven la violencia vial:

1. Sobrestimamos nuestra seguridad. Ya que no dudamos en actuar con hostilidad ante cualquier error de otro automovilista.

2. Asociamos los deslices de los conductores con su personalidad o falta de capacidad para manejar.

3. Excusamos nuestras faltas al conducir.

4. Asumimos que el otro conductor es como nosotros, sin considerar cómo pueda reaccionar ante la menor provocación.

 

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