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Verlos bailar es un privilegio. Es ser testigo de una transformación que solo es posible cuando mente, cuerpo y corazón están en sintonía.
No son bailarines profesionales, ni pretenden serlo. Pero el ballet clásico les está cambiando la vida. Están aprendiendo a expresar con su cuerpo todo lo que no pueden decir con palabras debido a sus limitaciones psicológicas, intelectuales, emocionales, físicas o psicosociales.
Durante una hora, dos veces a la semana, se despojan de todo lo que los limita y se concentran en observar y seguir las instrucciones para dominar posturas, movimientos y secuencias. Cada avance, por pequeño que sea, es un gran logro.
La danza es un factor primario para expresar los sentimientos, por eso el habla pasa a un segundo plano, explica Lucía del Valle, quien desde septiembre aplica en Monterrey la técnica del psicoballet, método terapéutico creado en Cuba hace 40 años para atender a personas con necesidades especiales.
Con este tipo de arte-terapia se puede tratar cualquier padecimiento psicológico, incluyendo autismo y esquizofrenia, señala la fundadora de Piscoballet Monterrey, una de las seis sedes que funcionan en México.
El ballet es tan preciso y tan fino, que funciona a nivel neuronal y psicomotor, lo cual no aplica para todas las disciplinas de la danza. Y a esto se suma el efecto positivo que tiene la danza clásica en la autoestima y la interacción social.
Lucía del Valle fue certificada el año pasado en La Habana para impartir clases a hombres y mujeres de cualquier edad con Síndrome de Down, déficit de atención (con y sin hiperactividad), deficiencia mental leve, problemas motrices, sordera o ceguera.
“Dentro del psicoballet hay varios tipos de certificación, que son subespecialidades. Nosotros no estamos recibiendo a personas autistas porque no tenemos los conocimientos. Son manejos distintos para cada padecimiento”, precisa Magalí Penella, terapeuta de lenguaje, educadora familiar y parte del proyecto que inició su hija.
El lado humano del ballet
Lucía del Valle tenía 4 años cuando tomó su primera clase de ballet. Desde entonces ha sido parte de su vida. Por eso ingresó a la Escuela Superior de Música y Danza, para dedicarse a la enseñanza profesional de la danza clásica.
Cursaba el segundo año cuando le ofrecieron trabajar en el programa de prevención “Aprender con danza”, dirigido a niños de escasos recursos que estudiaban en escuelas públicas. Fue entonces cuando descubrió que el riguroso método del ballet tenía su lado humano. Y quiso ir más allá.
“Me enamoré de esta parte de la danza”, comenta Lucía, una de las 17 personas certificadas para aplicar el psicoballet fuera de Cuba.
Su experiencia con comunidades marginadas coincidió con lesiones de rodilla y tendones, lo cual la llevó a replantear su futuro profesional. Finalmente optó por dedicarse al ballet, pero con otro enfoque.
Ahora, a sus 21 años, estudia la licenciatura en psicopedagogía y utiliza el psicoballet con tres grupos de alumnos con requerimientos especiales, principalmente personas con Síndrome de Down.
Después de recibir capacitación a distancia durante un año, en abril del 2012 fue a La Habana para completar su certificación. Fueron dos semanas de experiencias intensas que le ayudaron a confirmar que estaba haciendo lo que realmente quería.
“Me siento muy cuidada porque tengo el contacto con Cuba”, dice. De hecho, tiene que enviar reportes de los avances y de las situaciones críticas que enfrenta.
Su primer ciclo terapéutico terminará en junio del 2014 con una función de fin de cursos, que es cuando los alumnos suben al escenario y experimentan todo lo aprendido. Pero en diciembre habrá una clase abierta para los familiares, que hasta ahora solo han visto fotos y videos de las sesiones.
Yo puedo, yo lo hago, yo lo logro
Magalí Penella tiene muy claros los alcances del psicoballet. “Nosotros no sustituimos ningún tratamiento, esto es una terapia de apoyo”.
El primer paso es una entrevista con el papá, la mamá o el familiar responsable del alumno potencial para conocer su desarrollo psicomotor: saber si gateó, la edad a la que empezó a caminar, desarrollo del lenguaje, grado de avance en diferentes áreas de aprendizaje, conocimiento de los números, dominio de la escritura, historia de la familia e interacción entre sus miembros.
Es fundamental saber quién está a cargo de aplicar la disciplina y cómo lo hace porque esto influye en el desempeño del alumno y en su relación con los maestros y los terapeutas.
“Si un alumno es extrovertido, pero no se lleva bien con sus compañeros, se tiene que trabajar el aspecto social”, explica Penella.
Más de media hora de clase es dedicada a la enseñanza técnica del ballet. Y a medida que evoluciona el grupo, se incluyen cuentos, historias y representaciones para analizar el manejo del carácter y las emociones.
Sin duda, uno de los factores más emotivos de la clase es la improvisación. Es entonces cuando los alumnos comunican sus emociones a su manera. No hay pauta, solo se trata de bailar sintiendo la música y al ritmo del corazón.
Lucía del Valle y Magalí Penella explican que no les interesa formar bailarines que dominen la técnica. Sino fomentar el desarrollo físico, psicológico y emocional a través de un principio que consta de tres etapas: yo puedo, yo lo hago, yo lo logro.
Cada alumno tiene su meta
En menos de dos meses, los alumnos muestran visibles cambios conductuales y de actitud.
Marisol estaba pasando por un periodo de tristeza tendiente a la depresión. Ahora se siente motivada. Aunque en ciertos momentos parece ausente, su actitud cambia cuando llega el momento de improvisar. Su cuerpo se vuelve ligero y se despoja de su seriedad e introversión. Es entonces cuando aparecen las primeras sonrisas.
Mónica tiene convulsiones y periodos de ansiedad desde hace seis meses. Hoy es más feliz, más participativa y se anima a compartir con su mamá lo que hace en clase.
No lo hace con palabras, porque su comunicación verbal es limitada, pero habla a través de su cuerpo porque ha encontrado en el ballet el complemento perfecto para la música clásica que tanto le gusta.
Claudia ya estaba presentando señales de aburrimiento cuando iba a sus sesiones de hidroterapia. Ahora no le importa dejar de ver la novela si se trata de su clase de ballet. Está tan motivada, que un domingo hasta pidió que le pusieran su vestuario para bailar frente a sus hermanos.
Marcela es extrovertida, participativa y gregaria. Ha estado en diferentes instituciones, y el psicoballet es un complemento. Nunca había tomado clases de ballet, pero su grado de avance es impresionante y quiere compartir su experiencia con su amiga Angélica.
José Carlos se mantiene concentrado en las instrucciones y los movimientos de las maestras. Destaca por su capacidad para captar los detalles de cada posición, siempre con una sonrisa.
Mariana ya había estudiado ballet, así que esta clase le ha servido para recordar y desarrollar lo que aprendió hace años. Domina la técnica y sabe cómo lucirse cuando toca el ejercicio en el que tiene que improvisar.
Una aportación de Cuba
Todos los padecimientos pueden ser tratados con el psicoballet porque es una terapia no agresiva que tiene un impacto integral en la persona.
“Interviene en su aspecto psicológico, físico y social enriqueciendo sus áreas de actuación y trabajando sobre su autoestima y su autorrealización”, señala Georgina Fariñas García, especialista en psicología clínica y creadora del psicoballet en Cuba.
El proyecto inició el 21 de febrero de 1973 con un grupo de 37 niños, hombres y mujeres, que presentaban una amplia gama de trastornos emocionales y de conducta: agresividad no socializada, timidez, ansiedad, hiperactividad, trastornos del sueño, fobias y rechazo escolar, entre otros.
En cuatro décadas han sido atendidas más de 25 mil personas con necesidades especiales.
Durante los primeros años fue fundamental la participación de la bailarina y coreógrafa cubana Alicia Alonso, de Eduardo Bernabé Ordaz Ducunge, director fundador del Hospital Psiquiátrico de La Habana, y de Abelardo Ramírez López, director provincial de Salud en ese entonces.
En 1977, el psicoballet fue incluido como método terapéutico oficial en el Sistema Nacional de Salud. Y en 1984, la Unesco avaló la técnica con la creación del Grupo Unesco de Psicoballet de Cuba.
Una década después, en 1994, se creó el Centro Referencial de Psicoballet para América Latina y el Caribe. Ese mismo año se fundó la Asociación Latinoamericana de Psicoballet, integrada por agrupaciones y filiales de México, Perú, Puerto Rico, Martinica, Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Venezuela, Colombia, Nicaragua, Costa Rica, Bolivia y Ecuador.
En Europa, dice Fariñas, se han formado grupos filiales en la República Checa, España e Italia.
Más de 2 mil personas atendidas en México
El psicoballet llegó a México en 1984. A partir de entonces han sido atendidas más de 2 mil personas, desde niños hasta adultos mayores.
Las primeras instituciones que probaron el método cubano fueron la Academia de Ballet de Ana Castillo (Coyoacán), la Academia de Ballet de Puebla (Club Rotario), la Academia de Ballet María Luisa Berlín (Córdoba, Veracruz) y la Facultad de Psicología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Hoy están en operación seis sedes: Monterrey a cargo de Lucía del Valle, Hermosillo (Karla Giovana Durazo), Mérida (Irany Vera), Campeche (Ramón Esteban Estrada), Tonalá, Chiapas (Jesús Alfonso Paul Ortega) y Puebla (Lorena Nieva).
Georgina Fariñas García, creadora del psicoballet, ha capacitado a profesionales de la salud, el arte y la educación que trabajan en poblaciones vulnerables en México, explica Lorena Nieva, fundadora de la filial en Puebla y responsable de la Red de Psicoballet en el país.
Lorena agrega que algunos profesionales imparten el método para que sea utilizado como una herramienta pedagógica en escuelas y asociaciones, o como complemento de terapias específicas.
“La otra cara de la moneda es que, lamentablemente, algunos profesionales que inician apasionados por el psicoballet no pueden realizar un trabajo regular debido a la falta de apoyos en instituciones o dependencias”, señala Nieva, quien junto con Fariñas asesora a las filiales de nueva creación y lleva el control de los reportes de trabajo de los proyectos, que periódicamente son evaluados por el equipo directivo de Psicoballet Cuba.
“El psicoballet busca ayudar al otro sin lucrar. Es un trabajo muy sensible y noble que realmente está interesado en que el participante encuentre un nuevo sentido. Las limitaciones se conciben como un potencial”, precisa.
Categorías terapéuticas
Prevención: problemas emocionales y conductuales
Curación: niños y adolescentes con afecciones emocionales y de personalidad
Habilitación: niños, adolescentes y adultos con discapacidad intelectual, Síndrome de Down y autismo
Rehabilitación: niños y jóvenes ciegos y/o con baja visión, hipoacúsicos, con motricidad limitada, con padecimientos mentales y adultos mayores
Reeducación: jóvenes proclives al delito
Datos de contacto
Psicoballet Monterrey
www.psicoballetmonterrey.mx
www.facebook.com/PsicoballetMonterrey
RC Studio Fórum
Terranova 940, Colonia Vista Hermosa,
Monterrey, N.L.
Tel.: 8143.8608