Las profundidades marinas, esa esfera negra que habita en los océanos, se convierten en grandes abismos de soledad. El silencio, el frío de la noche eterna, son vivencias a las que se han enfrentado pocas personas, buzos o soldados, como es el caso de uno de los personajes de El Italiano, (Alfaguara 2021), el nuevo libro del escritor Arturo Pérez-Reverte.
Esta sensación del ser humano al estar inmerso en lo sublime del mar, a la espera del cautiverio o, incluso, la muerte, fue uno de los tópicos que quería abordar Pérez-Reverte, junto a sus otras grandes pasiones, como el buceo, la aventura, el territorio, el amor, la guerra y el mediterráneo.
“Mi patria de verdad no es España, es ser mediterráneo, son tres mil años de historia, de memoria cultural que también es patria. Esta novela habla de mi cercanía emocional, sentimental y cultural por el mediterráneo, pero también de mi amor hacia mi padre”, platicó el miembro de la Real Academia Española en conferencia de prensa.
De su papá heredó su gusto por el mar, recuerda que de niño le contaba historias de soldados y anécdotas azul celestes, de hombres cautivados por doncellas. Así, del encuentro con su memoria y de escenarios imaginarios surgió la idea de lanzar El Italiano, un libro inspirado en hechos reales ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando buzos italianos destruyeron 14 barcos aliados.
Uno de los retos a los que el autor se quería enfrentar en este libro era narrar la vida de un soldado italiano, Teseo Lombardo, desde la mirada de Elena Arbués, una librera de 27 años, de quien comenta es la que lo convierte en un héroe de verdad.
“La librera es la protagonista y la heroína, él es sólo un soldado que no tiene lecturas, que no dice nada inteligente en toda la novela, pero es un soldado decidido, audaz, que cumple con su deber en una guerra. Ella ha leído, ha conocido los clásicos, y al verlo proyecta esas lecturas y descubre al héroe, es la mirada de ella que convierte a un hombre vulgar en héroe”, relató Pérez-Reverte.
A partir del encuentro de estos dos personajes inicia toda la travesía y, declara el autor, es una historia de amor con un final que se puede predecir desde el inicio, pero que justo lo que busca es que las personas se enganchen en el desarrollo de ese amor, de la etapa del enamoramiento.
“En mis novelas hay muchas historias de amor, pero casi siempre las dejo abiertas porque desconfío siempre del futuro, del felices por siempre. Después está el cansancio, la fatiga, la infidelidad, un montón de factores, pero esta vez quería hacer una historia de amor compacta, con un final feliz”, explicó.
La literatura clásica y las redes sociales
El autor de la saga Las aventuras del capitán Alatriste, considera que la lectura de los grandes clásicos no cambia al mundo.
“Creemos que es nuevo, pero cuando uno lee el teatro de Sófocles, de Eurípides, lee a Homero, a Cicerón… se da cuenta de que todo ha ocurrido ya, de que el ser humano repite comportamientos, cambiando las circunstancias históricas, pero el corazón humano y su evolución es la misma siempre. La lectura de los clásicos te permite detectar todo eso con fluidez, con inmediatez”, opinó.
El problema, consideró, es que, por ejemplo, quien usa el celular, un artefacto que representa memoria, historia y cultura occidental, lo utiliza para el WhatsApp; no obstante, ahí está la clave para detectar el mundo.
Para el escritor, la literatura clásica permite comprender el mundo, no lo arregla ni lo hace mejor, pero provoca que sea más “soportable”. Esta misma comprensión le ayudó a tener una mejor visión, ya no tan difusa, que cuando era joven.
“En tiempos tan revueltos, donde hay falsos profetas, redes sociales infiltradas de canallas, el conocimiento de los clásicos, de ese aplomo que nos da el bagaje cultural nos permite fluir mejor y sobrevivir en un mundo sofocante como este. Las redes sociales tienden a buscar más el blanco o negro, sin matices, el héroe no tiene ningún defecto y el enemigo no tiene ninguna virtud y eso no es así”.
“El ser humano es ambiguo, se pone en una gama de grises o de colores difusos. Un héroe puede ser un villano mañana, alguien que maltrata a su mujer puede ser heroico mañana si salva a un niño de un incendio, la vida es así. He visto en un mismo día héroes que lucharon por la mañana y por la noche mataron prisioneros y violaron mujeres. El ser humano es así, solamente la ficción o la estupidez nos hace ver héroes en blancos o negros, malos o buenos”, detalló.
Experiencias y retos
En estos momentos de su vida, a tan sólo unos días de cumplir 70 años, confesó que la vida le ha arrebatado muchas cosas, tanto para bien como para mal. Pero lo que más agradece ha sido el aprendizaje sobre el respeto, el valor de la dignidad, la lealtad, el amor y la libertad.
Todavía le conmueve imaginar a gente capaz de ejercer estos atributos, por lo que El italiano también se trata de un homenaje a ese acto de justicia, el cual, aún prevalece, aunque sea un poco.
“Cuando todo se va al diablo, cuando se desmorona la fachada social en la que vivimos que nos mantiene acolchados lejos de todo, si no tienes valor, dignidad, lealtad y amor, se arrastra el torrente de la vida. Por eso intento que mis personajes manejen esos valores, no para mejorar el mundo, no soy un apóstol ni un salvador de nadie, sólo quiero contar historias buenas y que el lector las disfrute”, expresó.
Han pasado 35 años en los que el autor de Territorio comanche o La guerra civil contada a los jóvenes se ha enfrentado a una hoja de papel en blanco, algo que no le genera problema alguno, pues ahí es donde nace la inspiración, en la que ha tratado de no repetir fórmulas y de ponerse retos cada vez más desafiantes.
“Lo que me falta es tiempo, vivo en un mundo donde todo son historias por contar, lo malo es que casi tengo 70 años y habrá historias que morirán conmigo. De pronto toman forma, esta novela formaba parte de esa nube que me acompaña desde niño, como viajero, periodista de guerra y novelista”, concluyó Arturo Pérez-Reverte.
El amor y la guerra para Pérez-Reverte
Para el escritor Arturo Pérez-Reverte durante la guerra aprendió muchas cosas, fue una especie de escuela en su juventud. A pesar de que nunca lo ha amado, ahí comprendió al ser humano.
“En la guerra todo se va al diablo, los barnices sociales, las estructuras que el hombre ha creado para su propia naturaleza malvada y brotan la supervivencia, la depredación… Te das cuenta de lo que lo tenebroso y luminoso en el mismo ser humano. Y el amor es más o menos convencional, todos tenemos una experiencia que podemos interpretar, por poco lúcido que seas, por poca vida que hayas tenido, el amor lo entiendes, lo comprendes, lo disculpas”, reflexionó.
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