“El Hacha”, líder de la banda que aterrorizó a la ciudad y puso en jaque a la policía capitalina
La banda de Los Panchitos pasó a la historia como una de las más atemorizantes en la CDMX. Te contamos su historia, en voz de su exlíder: “El Hacha”
Monserrat OrtizA cuatro décadas de protagonizar escenas similares a The warriors en las que puso en jaque a la policía capitalina y se ganó el respeto y temor de casi toda la ciudad, José Luis Moreno Salinas trabaja hoy en la seguridad del Metro y encabeza una organización civil para adolescentes con adicciones y niños con enfermedades terminales.
Moreno Salinas, “El Hacha” tiene 58 años y comenzó su trabajo social al salir de prisión por delitos que le imputaron tras fundar y liderar a Los Panchitos, la pandilla de adolescentes más temida de los 80 nacida en la colonia 16 de Septiembre, en Miguel Hidalgo.
Envueltos en jeans, playeras ajustadas sobre chamarras de cuero, botas y los cabellos peinados al estilo punk, los jóvenes dominaban las calles de Tacubaya al ritmo de una “triste canción de amor”.
Aún cuando la banda marcó un hito en la historia de los movimientos sociales en la capital mexicana, ese jamás fue su objetivo, explica su exlíder. Su verdadera motivación siempre fue el rock.
Cubiertos por las sombras y protegidos por la complicidad de las calles donde nacieron, Los Panchitos salían armados con palos, rocas, picos y bombas molotov para confrontar a los integrantes de las bandas contrarias y sacarlos de su territorio.
“Hampones”, “lacras”, “delincuentes” y “pandilleros” fueron los adjetivos con que la prensa mexicana de los ochenta calificó a la banda que nació de los latidos del rock and roll y terminó poniendo de rodillas a la policía en más de una ocasión, debido a los excesos que encabezaron en calles de la capital.
Así lo confirma el académico y exdirector del Reclusorio Norte, Juan Alfredo Ornelas Álvarez, quien afirma que el barrio, los presos y hasta la policía se cuadraban con “El Hacha”, a quien Arturo Durazo Moreno, “El Negro Durazo”, llegó a considerar su hijo.
“Le tenían respeto por lo que representaba”, platica. “Movía a muchísima gente y había consigna con José Luis. Aunque el jefe de la policía quería ir por él, las figuras de autoridad impactan a todo mundo”.
Los Panchitos peleaban por “territorio y fama”, confiesa “El Hacha”. “La banda nunca tuvo una ideología de algo. Llegamos a ser más de 500 cuando nos juntábamos todos. Sólo hacíamos eso. Muchos también se la pasaban drogándose en las calles”, admite.
El líder de Los Panchitos negoció en más de una ocasión con José Domingo Ramírez Garrido Abreu, jefe de la policía capitalina, con quien antes de firmar la paz sostuvieron varias riñas donde pandilleros y policías salieron heridos.
“Éramos nosotros contra los policías”, platica “El Hacha”. “La policía nada más nos veía y nos pegaba. Cualquier crimen que ocurría en la ciudad se lo atribuían a Los Panchos”.
Pero un día, cansados de confrontaciones estériles y bajo el mando de Garrido Abreu, los uniformados se acercaron a los pandilleros para proponerles una tregua. Ambos bandos firmaron la paz con un partido amistoso de fútbol en una cancha deportiva de Álvaro Obregón.
Así nacieron Los Panchitos
Moreno Salinas no fue un adolescente de calle. “El Hacha” vivió sus primeros años como niño bien, nacido de una familia de clase media alta y envuelto en los privilegios a los que el promedio de mexicanos no tenía acceso.
Creció en la colonia Daniel Garza, en Tacubaya, y estudió en la Academia Militarizada México para después ingresar la escuela Vocacional número 2, del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
“Yo no vengo de una familia pobre: mis papás tenían dinero. La Academia Militarizada México en ese tiempo era como hoy es la Ibero. Yo estudiaba ahí”, platica.
El apodo de “El Hacha” surgió del bullying que le hicieron por el corte de cabello militar obligado en la institución donde estudió. “Cabeza de hacha”, le decían, sin saber que sería el mote que lo seguiría durante el resto de su vida; el mismo que provocaría terror y respeto en varias colonias de la capital.
Las mañas para pelear la adquirió tras practicar fútbol americano y box durante ocho años. Estudiaba la secundaria cuando, por primera vez, golpeó al presidente de la asociación de alumnos y se ganó el respeto de toda la colonia.
Los Panchitos nacieron en la colonia 16 de Septiembre, por donde José Luis tenía que transitar para visitar a su novia de la adolescencia. Tenía quince años. Ahí conoció a los jóvenes con quienes iniciaría el movimiento: tres primos que se llamaban Francisco.
Les gustó tanto la referencia, que ellos mismos comenzaron a llamar “Pancho” a cualquiera que se les cruzaba. “Por eso se quedó el nombre de Los Panchitos. En ese momento estaba de moda la banda Sex Pistols, que a ellos les gustaba mucho, y por eso al principio eran los Sex Panchitos Punk”.
Luego se empezó a juntar más banda. Para entonces, Jose Luis ya era líder estudiantil en el IPN. En concreto, la cabeza del grupo porril de sus escuelas vocacionales, oculto bajo el nombre de Grupo Cultural y Social los Insurgentes.
Las enseñanzas de porro fueron las primeras que “El Hacha” entregó a sus discípulos de Tacubaya; entre ellas, asaltar unidades de transporte público para robar las vinaterías y rosticerías de la Avenida Revolución.“Ellos no eran malos, eran chamacos de barrio, les gustaba el cotorreo y el rock and roll”, explica.
¿Cómo se divertían los pandilleros en los 80?
Este 4 de octubre, Los Panchos cumplen 43 años. “Estaban bien organizados”, platica Alfredo Ornelas, quien creció en la colonia Cristo Rey, donde la pandilla protagonizó cientos de peleas callejeras.
“Todos eran menores de edad”, recuerda. “Supe que una vez hubo un muerto, porque después ellos comenzaron a pedir cooperación en las tiendas y afuera de la iglesia para enterrar al compañero que murió en una pelea”.
Pese a ello, admite que los pandilleros preferían pelear a mano limpia, golpearse, corretearse y llevar su victoria a casa. También robaban papas, cervezas y refrescos de las tiendas.
“El Hacha” recuerda que también protegían a sus colonias. “La banda cuidaba el barrio. Una vez yo estaba con mi perro en el mirador, ese día llegan las patrullas y me empiezan a pegar”, platica. “En eso, la gente ve que los policías me están golpeando y salieron las señoras con escobas a pegarle a los policías para que me dejaran”.
José Luis acepta que sí hubo lesionados graves durante las riñas, aún cuando “la banda tenía prohibido picar a la gente, matarla. Eso sí, había destrozos de carros, casas, se usaban bombas molotov, pero no teníamos otro objetivo que la defensa de nuestras colonias y nuestra fama”.
En una ocasión, durante las peleas entre bandas “quemaron a un chavo”.
Así cambió la delincuencia en la CDMX en 40 años
José Luis recuerda la ocasión en que algunos integrantes del grupo violaron a una mujer en una vecindad abandonada en Tacubaya, espacio que Los Panchos remodelaron para pasar el tiempo y bautizaron como “La Mansión”.
Ese día, “El Hacha” llegó ahí para pernoctar con su novia, pero pronto notaron que algo no estaba bien con el resto de la banda.
La mujer fue secuestrada por seis integrantes de la pandilla cuando caminaba con su pareja en calles de la colonia. A él lo tiraron en la vía pública y a la víctima la encerraron en la vecindad abandonada para abusar sexualmente de ella.
De los seis delincuentes, dos consiguieron violarla. “Le digo, te vamos a acompañar a un taxi. Afortunadamente no pudieron abusar de ella los otros cuatro”, platica “El Hacha”.
Entre los infractores, lograron identificar a “Alberto”, liberado en 2019 tras cumplir 30 años preso en Santa Martha Acatitla por dos homicidios, aunque originalmente tenía una sentencia de 40 años.
“Estaba loco”, platica el académico Alfredo Ornelas, refiriéndose a ese sujeto.
Pese a ello, la incidencia delictiva en la Ciudad de México de los ochenta era cosa de niños en comparación con la de hoy, señala Ornelas. “Hoy los niños ya pertenecen a la delincuencia organizada. Con una facilidad increíble secuestran, asesinan y descuartizan gente”.
Y es que en 1988, por ejemplo, se registraron 178 mil 487 hechos delictivos en la Ciudad de México, con un promedio diario de 5.92 delitos por cada cien mil habitantes, según el Programa de Seguridad Pública para el Distrito Federal 1993-1994.
En 2018, la capital mexicana registró 241 mil 030 delitos del fuero común y 242 mil 839 en 2019, con un promedio diario de casi 8 delitos diarios por cada 100 mil habitantes. Este último, considerado el año más violento en la historia de México.
“Antes, les preguntabas a los chavos a qué banda pertenecían y te decían, a Los Panchos”, recuerda Alfredo Ornelas.
La percepción del delito de los años ochenta, dice, es de risa. “Si comparamos a aquellos con los niños delincuentes sicarios, nada qué ver. Menos aún con la delincuencia de cuello blanco”.
“La vida en prisión es difícil”… o no tanto
“El Hacha” fue capturado el 8 de octubre de 1986, a sus 19 años, por la entonces Policía Judicial del Distrito e ingresado al Reclusorio Oriente. Según la averiguación previa 37/16/986, a “El Hacha” se le acusó de acuchillar a un transeúnte por, supuestamente, resistirse a un robo.
El Panchito hizo de su estancia en el reclusorio, una fiesta. En primer lugar, porque tenía privilegios: “uno por ser delincuente conocido, lo respetan. Dentro de la cárcel hay gente que se pasa de lista, pero conmigo se cuadraron”.
En segundo, porque “El Hacha” se convirtió en gestor cultural para que los presos pudieran disfrutar música en vivo al interior del penal. “Llevé los primeros conciertos de rock que se interpretaron en los reclusorios”, afirma.
En el reclusorio había tres directores y todos se pusieron a su disposición, platica. “No nos hagas un relajo, José Luis”, le pidieron. “Lo que quieras, pero no nos vayas a hacer un motín”.
Lo único que les pidió fue ser coordinador cultural del Reclusorio. En ese momento, los titulares de la prensa cuestionaron “cómo era posible que un individuo catalogado como enemigo público número uno, como lacra de la sociedad, fomentara la cultura dentro de un penal”, narra.
Tres años después, el hombre salió absuelto porque las autoridades no consiguieron comprobar su participación en el homicidio.
Su experiencia en el reclusorio, lo que vivió en las calles y una vida de guerrilla lo empujaron a iniciar el movimiento con el que, hasta ahora, lucha por ayudar a jóvenes adictos y niños con enfermedades terminales.
Lo que no puede dejar atrás y lo perseguirá toda su vida, es el apodo con que todavía causa respeto, miedo y admiración en varias colonias de la Ciudad de México: “El Hacha”.
@ItsMonseOrtiz
CDMX 15/10/20
LOS INVITAMOS A QUE SE INTEGRENPublicado por Movimiento El Hacha en Miércoles, 14 de octubre de 2020