El frío es mental

La idea de que “el frío es mental” está lejos de ser una simple 
suposición. 

Por primera vez, investigadores del Departamento de Psicología de la Facultad de Artes y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Singapur demuestran que el cerebro tiene la capacidad de regular la temperatura interna del cuerpo. 

La investigación, publicada en marzo de este año en la revista científica PLoS One, señala que es posible aumentar la temperatura interna del cuerpo a través de la práctica de ciertas técnicas de meditación.

Eugenia Rodríguez Eugenia Rodríguez Publicado el
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La idea de que “el frío es mental” está lejos de ser una simple 
suposición. 

Por primera vez, investigadores del Departamento de Psicología de la Facultad de Artes y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Singapur demuestran que el cerebro tiene la capacidad de regular la temperatura interna del cuerpo. 

La investigación, publicada en marzo de este año en la revista científica PLoS One, señala que es posible aumentar la temperatura interna del cuerpo a través de la práctica de ciertas técnicas de meditación.

A esta conclusión se llegó luego de estudiar a un grupo de monjes tibetanos durante la práctica de g-tummo, una antigua técnica de meditación a la intemperie que permite a los yoguis, quienes están desprovistos de ropa, resistirse a las gélidas temperaturas del Himalaya. 

Encontraron que los monjes tibetanos eran capaces de elevar la temperatura interna corporal hasta 38.3 grados Celsius mientras meditaban. Incluso observaron que los practicantes pudieron secar hojas húmedas que habían sido envueltas en sus cuerpos expuestos a una temperatura de 25 grados Celsius bajo cero. 

Los datos fueron obtenidos mediante el uso de la técnica de electroencefalografía (EEG) –que registra la actividad cerebral– y la medición de la temperatura axilar. 

Pero no se necesita ser monje tibetano para verse favorecido por la meditación g-tummo. Participantes occidentales también fueron capaces de elevar la temperatura corporal al utilizar una técnica de respiración en una segunda etapa de la investigación. 

“Las técnicas podrían permitir a los practicantes adaptarse a y funcionar en entornos fríos, mejorar su resistencia a infecciones, aumentar su rendimiento cognitivo acelerando el tiempo de respuesta y reducir problemas de desempeño asociados con una reducción de la temperatura corporal”, señala un comunicado de dicha 
universidad.

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