El linóleo blanco sobre el piso de manera rectangular delimita el área de trabajo, las paredes negras desnudas sin piernas ni otro tipo de telón son la cruda atmósfera con la que se defiende Harif Ovalle ante un público expectante y la manipulación de seis barras fluorescentes que él acomoda en el espacio, son su arma para recrear un ambiente que toma peso con el discurso de sus palabras.
A la derecha del escenario descansa sobre una mesa un teclado, una tornamesa y demás objetos sonoros que son manipulados por Xóchitl Galindres para crear efectos auditivos al momento que acompañan la travesía de Ovalle durante una hora en el Teatro La Capilla, ubicado en las inmediaciones de Coyoacán, al sur de la Ciudad de México.
En la esquina izquierda de la última fila de asistentes, Hugo Arrevillaga observa –con café en mano– el trazo marcado al actor y la progresión de la obra que él montó y adaptó del texto de Emmanuel Schwartz y Alexia Bürger, traducido por Humberto Pérez Mortera.
“Alfredo” nace del nombre de un artista indigente que realmente existió, Alfred McMoore, que al morir se vuelve un ícono del anticonformismo. Esto junto a la historia de un vigilante nocturno que liberó a los animales de un zoológico después de un quiebre psicológico, fue lo que inspiró a los dramaturgos para narrar los hechos reales en el libreto de la obra.
La comunicación minimalista
Con un solo vestuario, Ovalle se transforma en siete personajes que viven de manera particular el incidente del zoológico, esta especie de monólogo a siete voces es una readaptación del texto original, el cual en manos de Arrevillaga cobró vida de manera minimalista e íntima.
A pesar de que existía la posibilidad de hacer un montaje grupal, se decidió experimentar con el actor para explorar el escenario de La Capilla y aprovechar una residencia artística para el grupo de creadores.
“Nos pusimos una consigna artística, tratar de resolver toda la historia con el menor número de elementos posibles, tratando de confiar plenamente en la actoralidad y en la potencia de la historia”, explicó el director teatral en entrevista para Reporte Indigo.
Sonidos al momento
En el andar de “Alfredo” se integró un joven talento a la puesta en escena, la actriz Xóchitl Galindres, quien ya había colaborado anteriormente con Arrevillaga en el montaje “Ventanas”.
En esta ocasión Galindres iba a ser asistente de dirección, “pero en el trayecto su participación era tan rica y su bitácora tan profunda y sensible que Harif y yo le dijimos ‘¿por qué no te unes a la escena?’”, contó Arrevillaga.
La egresada del Centro Universitario de Teatro de la UNAM se involucró al proyecto con una dramaturgia sonora que ocurre al momento, acompasando el desglose actoral de Ovalle, que en palabras del director da un sentido de calidez a “Alfredo”.
Los instrumentos que utiliza Galindres en escena son hechos por un artesano que tiene su puesto en el Mercado de San Ángel, “cuando dimos con esta posibilidad dijimos ‘tenemos que incorporarlo, tenemos que llevarlo para que el espectador tenga la sensación de que no hay nada externo, de que no estamos engañando a nadie’”, expresó el director que incita a través del sonido a la imaginación del público.
Conoce a “Alfredo”
> La obra se encuentra en el Teatro La Capilla todos los sábados, hasta el 26 de marzo.
> El costo del boleto es de 200 pesos.