Esta noche Juan Gabriel, el “loco soñador” que compuso e interpretó más de 2 mil canciones que integran la banda sonora de muchos mexicanos y latinoamericanos de la última parte del siglo XX y principios del XXI, hizo que el Zócalo de la Ciudad de México se llenara y se pusiera a cantar.
Ya hace ocho años de la partida de Alberto Aguilera Valadez, JuanGa, el cantautor michoacano que supo musicalizar todas las formas del amor y del desamor, y la liberación de los dos. Aquí, todavía, pocos lo creen. “ … Al escuchar el solo del violín, mi cuerpo reaccionó. Para nosotros sigue vivo”, dice María Elena Aguilar, de unos 50 años, de la mano de su esposo. Apenas concluyó la interpretación de Rondinella.
Su desaparición de este mundo es increíble porque ahora mismo está vestido con un saco azul que relumbra en lentejuela y cubre al traje negro con cuello rojo y blanco, en el escenario de Bellas Artes.
El Gobierno de la Ciudad de México ha organizado una segunda proyección de este concierto de 125 minutos después de que en la Cineteca Nacional la convocatoria fue de 6 mil personas, un aforo que atiborró los espacios. Una segunda función allá no pudo ser. Por eso Juan Gabriel ha regresado al Centro Histórico, a las inmediaciones del propio Palacio de las Bellas Artes, a los rincones donde durmió cuando estuvo en situación de calle, a la ruta por donde desfilaron sus cenizas en 2016, a las cercanías de la plaza de Garibaldi donde se erige su estatua… La Orquesta Internacional de las Artes ha hecho el preámbulo con “Obertura Parácuaro” y él ha vuelto a decir: “Gracias por estar conmigo esta noche”.
Los aplausos de 2013 se unen a los de 2024. Es una gran ovación. Están todos: el público, los vendedores de dulces y jabón para hacer bombas, los de más de 60 años, los de menos de 30, los enamorados y quienes acudieron solos. El Gobierno de la Ciudad de México calcula 70 mil personas en torno al divo del amor eterno.
El triunfo de JuanGa, de nuevo
No fue fácil, como nada lo fue en su biografía. En 1990 se presentó en ese escenario por primera vez envuelto en controversia. Tuvo, ferviente, la oposición de intérpretes de ópera, bailarines de danza clásica y algunos escritores. Para calmar la polémica, Víctor Flores Olea, entones presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta, hoy Secretaría de la Cultura) anunció que las ganancias serían para la Orquesta Sinfónica Nacional. Pero, ¿a quién le importaba a dónde fuera el dinero? Esa fue la primera vez que Juan Gabriel lo logró. Su concierto generó millones de pesos en boletos vendidos, un disco grabado en vivo y miles de copias “piratas” del mismo en casettes. En los meses posteriores el concierto se escuchó en los puestos ambulantes de la capital y en todo el país. Y se escuchó después, muchos años después, como un eco. En 1997 hubo una segunda vez. Se vistió con un traje blanco. Cantó durante una hora y 25 minutos. La tercera vez, ya despojado de provocaciones, fue de pura celebración.
“¡Qué bueno, qué bueno, qué bueno, lero-lero!” corea y baila el mariachi Mi Tierra un popurrí que incluye “Caray”, la letra del despecho aleccionador, grabada en 1983. El baile se suscita y se enciende con una letra que complementa: “Yo no sé lo que es dolor, ni tristeza ni sufrir … Todo es mío bajo el sol …”.
El coro está con traje de gala, ellos de smoking impecable y ellas de vestido largo, escote b y guantes blancos. Desde la pantalla, 2013 se acerca, como si el tiempo fuera un juguete. Aparece Isabel Pantoja sin imaginar que estaba por generarse la desgracia de la prisión en su vida.El Zócalo lo vuelve a decir: “¡Qué bueno, qué bueno …!” Juan Gabriel vuelve a triunfar.
Es un triunfo sobre sí mismo. Si el final luminoso no fuera conocido, el itinerario de injusticias, abandonos, abusos y fracasos de esta historia rompería el alma. Pero, al contrario, el sol entra por la ventana cada día y se dice, en lenguaje juangabrielesco, “buenos días, alegría; buenos días, señor sol”. Alberto Aguilera Valadez nació de la unión de Gabriel y Victoria, campesinos en Parácuaro, Michoacán. A él lo internaron en La Castañeda, el temible centro de reclusión para enfermos mentales de la Ciudad de México. Ella se fue a Ciudad Juárez, a la frontera norte, con seis hijos y Alberto de brazos.
Alberto, de niño, huyó de su casa. Vagó por las calles de Juárez. Por las cantinas. Por la barriada. Por la frontera con Estados Unidos a la que después le hizo una de sus piezas más alegres. “Porque la gente es más feliz y se supera”. Su madre lo recuperó y lo llevó a un centro de readaptación para menores infractores. Ahí conoció a su mentor en la música, Juanito, de quien tomó el nombre para honrarlo siempre. Era su maestro en el taller de hojalatería y juntos compusieron “La muerte del Palomo”.
Años después, con la idea de ser Juan Gabriel, llegó a estos mismos rincones donde ahora refrenda: “… Jamás exclamo un ay de dolor …” Y un solo de saxofón le ameniza: “Soy insensible a heridas amor … Por eso ahora mismo vivo muy en paz”.
De 32 años, Leonardo, nacido en este mismo Centro, dice: “Me hubiera gustado haber estado en vivo hace diez años”.
En 2014 Juan Gabriel conversó con Alberto Aguilera Valadez en un video. Se agradecieron. Los dos reconocieron que uno sin el otro no podía ser. Esa vez, Juan Gabriel le dijo a Alberto: “siempre te meto en líos, en demandas, pero tú siempre estás conmigo, me quieres, me cobijas, me proteges, me abrazas, me comprendes, me perdonas. Yo, sin ti, no puedo vivir”. Y el otro: “Yo, sin ti, me muero”.
Otra Fan de #JuanGabriel nos compartió que para ella #JuanGabriel destacó que para ella el Divo de Juárez es pura alegría, pues bailo sus canciones de principio a fin.
Video: @Angelsky_ChA pic.twitter.com/oPZIZ7bYI5
— Reporte Índigo (@Reporte_Indigo) September 23, 2024
Qué razón tuvo Juan Gabriel
De los 40 años en Bellas Artes de “El Divo de Juárez” había pasado una década de su regreso. En 1994 irrumpió con el disco “Gracias por esperar” después de ocho años de pausa. Aquel fue uno de los años más revueltos de México. Sin que hasta ahora esté claro quién y por qué, Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), fue asesinado. Le ocurrió lo mismo al secretario general del partido, Francisco Ruiz Massieu. En diciembre, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas. México vio cómo se desmoronaba la gran promesa del ingreso al primer mundo hecha por el presidente Carlos Salinas de Gortari.
Seis años después, un gobierno emanado del Partido Acción Nacional fue elegido. JuanGa se declaró priista. Acaso porque así identificaba su mexicanidad. Lo asentó en la carta que tras su muerte, reveló su representante, Silvia Urquidi. “Yo siempre he traído a México en mi corazón, representándolo en todas las partes del mundo a través de mi música y mis canciones, por lo que yo nunca me iré ni el PRI tampoco”.
En lo primero tuvo razón. La noche del 22 de septiembre de 2024 el Zócalo se lo confirmó una vez más. Sonó el Noa Noa. El baile continuaba …