Desde hace 19 años, la compañía Los Pinches Chamacos han apostado por hacer “teatro viajero”, el cual consiste en poner el mínimo de elementos escenográficos, pero llevando al límite la imaginación, tanto de su público, la mayoría juvenil, como de las y los actores.
Este objetivo lo refuerza con la obra El despertar del zombi, monólogo inédito escrito por Javier Malpica en 2017, bajo la dirección, actuación e iluminación de Esteban Castellanos, quien explica que es un relato acerca de la muerte.
“En nuestra puesta en escena la muerte se vuelve una interfaz entre la vida real y el mundo fantástico por el que deambula y se mueve el personaje, un joven estudiante experto en videojuegos, quien por semanas se dedica a matar zombies”, relata Castellanos.
En este lapso el joven se enfrenta a una voz maquiavélica que lo persuade para teletransportarse a otra dimensión, a un mundo que despierta su instinto asesino.
“A partir de aquí va a tener un viaje iniciático (que conduce a las personas a una iniciación), algo que, creo, todos los seres humanos tenemos. Son enigmáticos, porque no sabemos en qué momento de nuestra existencia van a surgir, como es el caso del personaje, quien se ha dado cuenta que ha muerto y en ese reino de la muerte le van a pasar cosas que le permitirán encontrar el propósito en su existencia”, cuenta el actor.
Pero esto es tan sólo el inicio de todo un entramado, pues, de acuerdo con Esteban, el montaje conjuga otra serie de temas importantes, como la tecnología del siglo XXI y la interacción del humano con las herramientas digitales.
Esto permite reflexionar sobre cómo las personas se han vuelto adictas a la tecnología y a los dispositivos digitales, al estar varias horas frente a una pantalla, así como en una necesidad para la vida diaria.
“Así, el personaje se vuelve en una especie de avatar, deja de ser un humano y se vuelve un zombie digitalizado, un monstruo de nuestros tiempos. Esta parte, épica y de fantasía, nos permite abarcar hacía dónde queremos llevar este despertar de la conciencia”, comenta.
Para el actor, el confinamiento ayudó a desarrollar la pieza, pues se pudo hacer una especie de laboratorio y, así, profundizar en el estudio sobre el espacio y la influencia de la tecnología.
Asimismo, Esteban, al llevar al teatro El despertar del zombi, pudo hacer varias exploraciones internas que ensalzaron el sentido de la pieza, así como su quehacer como actor e, incluso, sus intereses personales.
Gracias a la obra, confiesa, pudo también tener su propio despertar como ser vivo.
“Todos tenemos un lado zombie en nuestra existencia; sin embargo, no lo sabemos, yo era un zombie hasta que hace dos años me diagnosticaron diabetes y mi di cuenta de lo que significaba estar consciente en otro plano de la existencia, de la salud física, emocional y espiritual”.
“El zombie en la actualidad tiene una serie de padecimientos, empezando por una dolencia del alma, desconocía lo que significada la salud personal, pero empecé a trabajar sobre esta situación y tomé conciencia, un nuevo despertar de quién soy, qué es este cuerpo, de qué está constituido. Se volvió un proyecto que estaba lleno de misterio, pero ahora puedo vislumbrar más cosas de mí”, piensa.