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Sobreprotectores y entrometidos. Intervienen de forma excesiva en la vida universitaria de sus hijos. Controlan sus horarios de clase e incluso contactan directamente a los tutores para estar al tanto de sus calificaciones. Así son los llamados padres “helicóptero”.
Ahí están, vigilantes, sobrevolando la vida de sus hijos para interceder por los mismos ante cualquier reto o dificultad que se les presente.
Su conducta no es malintencionada. Simplemente quieren “lo mejor” para sus hijos, como cualquier padre de familia. Pero su ayuda resulta contraproducente. Provoca que los jóvenes sean más propensos a deprimirse y a sentirse más insatisfechos con la vida.
Esta fue la conclusión de un estudio en el que se aplicó una encuesta en línea a 297 estudiantes universitarios con el objetivo de conocer los estilos de crianza de sus padres.
Los niveles de satisfacción con la vida, los sentimientos de depresión y de ansiedad de los estudiantes también fueron evaluados. Se les cuestionó en base a la “teoría de la autodeterminación”, que postula que existen tres necesidades que son innatas en los seres humanos e indispensables para un desarrollo sano y funcional: deben sentirse autónomos, competentes y conectados con otros individuos.
Los investigadores encontraron que entre más involucrados estaban los padres “helicóptero” en la vida de sus hijos universitarios –algunos revelaron que sus padres incluso administraban sus cuentas de banco–, menor era el sentimiento de autonomía, competencia y conexión de los estudiantes. A su vez, los jóvenes reportaron mayores niveles de depresión e insatisfacción con la vida.
El estudio fue publicado en febrero de este año en la revista científica Journal of Child and Family Studies. La investigación fue encabezada por la psicóloga Holly H. Shiffrin de la Universidad de Mary Washington.
“Los padres están enviando a sus hijos un mensaje involuntario de que no son competentes. Cuando los jóvenes adultos no tienen la oportunidad de poner en práctica las habilidades de resolución de problemas, no los podrán resolver en el futuro”, dijo Schiffrin a Time Healthland.
En entrevista para Reporte Indigo, Eulalio López, terapeuta familiar del Centro de Investigaciones Psicosociales A. C. (Crisol), en México, dice que conforme los hijos crecen, “algunos se quedarán callados, pero frustrados y enojados”.
“Otros protestarán, pero a lo mejor el sistema familiar no les permitirá que esa opinión florezca (…)”, dice. Y esto es un serio impedimento para su desarrollo.
Aunque su experiencia profesional lo lleva a reconocer que la mayoría de los hijos saben poner un alto a sus padres, enfatiza que sí existe un grupo de jóvenes que no sabe cómo hacerlo. Entonces se quedan estancados en esta situación y se siguen viendo afectados por la sobreprotección de sus padres.
“Hay hijos que incluso se van del hogar, se independizan, pero siguen teniendo una fuerte influencia por parte de los padres”. De hecho, dice que en la clínica existen casos de adultos que son padres de adolescentes y que sus progenitores aún siguen ejerciendo un poder importante sobre ellos. “Ya hay nietos y los abuelos siguen interviniendo con los padres”.
“Hay otros que requieren de tratamiento (psicoterapéutico) para establecer estos límites (…)”, por lo que “buscan ayuda para poder superar esta etapa, porque sí se convierte en un problema serio”, apunta el especialista.
Dinero mata desempeño
Otra investigación, publicada en enero de este año en la revista científica American Sociological Review, pone en tela de juicio la creencia común de que entre más contribuyen los padres de familia al costo de la educación, mayor es la oportunidad que tienen los hijos de enfocarse de lleno en sus estudios.
En el estudio, encabezado por Laura Hamilton, profesora de sociología de la Universidad de California, se encontró que entre mayor es el apoyo financiero de los padres en los estudios universitarios, más pobre es el rendimiento académico de los hijos formados en instituciones con estudios de cuatro años.
Sin embargo, también se encontró que los estudiantes con este apoyo tenían mayores probabilidades de graduarse. Hamilton señaló que los estudiantes que reciben apoyo de los padres se caracterizan por mantenerse alejados de serios problemas escolares. Aunque esto también se traduce en que reducen sus esfuerzos académicos.
“Parece que ciertas formas de ayuda pueden diluir el sentido de responsabilidad de los destinatarios respecto a su propio éxito”, señalan en The New York Times Eli J. Finkel, profesor de psicología de la Universidad Northwestern y Grainne M. Fitzimons, docente de psicología y neurociencia en la Universidad Duke.
“El estudiante universitario podría pensar: si mamá y papá están siempre disponibles para resolver mis problemas, ¿por qué pasar tres noches seguidas en la biblioteca durante los exámenes finales en lugar de salir con mis amigos?”.
De hecho, Hamilton encontró que los estudiantes con calificaciones más bajas fueron aquellos cuyos padres únicamente se dedicaron a financiar los gastos universitarios. Solo “soltaron” el dinero sin que sus hijos tomaran conciencia de la responsabilidad que tenían en su educación. “No es que todo el dinero sea malo”, dijo Hamilton a la revista Forbes. “El problema es cómo se da ese dinero”.
Para llegar a estos resultados, los investigadores utilizaron datos de tres bases de datos federales reunidos por el Centro Nacional para Estadísticas de la Educación, en Estados Unidos. Y compararon el apoyo financiero de los padres y las calificaciones de los estudiantes, tomando en cuenta el estatus socioeconómico de los progenitores.
Independientemente de la situación, entonces, ¿cómo deben ayudar los padres a sus hijos sin perjudicarlos?
Finkel y Fitzimons señalan que la evidencia a la fecha demuestra que proporcionar ayuda es más eficaz bajo algunas condiciones: cuando el destinatario claramente la necesite; cuando esta ayuda no reemplaza sus propios esfuerzos, sino que los complementa; y cuando lo hace sentir que estamos cómodos con su dependencia hacia nosotros.
“Así que sí, por todos los medios, ayuden a sus hijos”, sugieren los psicólogos a los padres.
“Pero no permitan que su acción reemplace la suya. Apoyen, no sustituyan. Es más probable que sus hijos alcancen sus metas y, quién sabe, incluso quizá encuentren algo de tiempo para recuperar su vida social y ponerla en marcha de nuevo”.