El Chopo: 35 años… ¿Para celebrar?

Entre las calles Sol y Luna se interpone el asfalto de Aldama, en la Colonia Buenavista de la Ciudad de México, en donde cada sábado inicia el barullo de comerciantes que se dan cita –algunos– desde antes de las 7:00 de la mañana. Mientras que otros van llegando horas después. 

Hidalgo Neira Hidalgo Neira Publicado el
Comparte esta nota

“Ahora se ven familias completas venir los sábados ¿Sabe cómo le dicen ahora aquí los vecinos? ‘Tepichopo’ porque ya es una mezcla entre Tepito y lo que queda del tianguis”
https://www.youtube.com/watch?v=bhXxs_kW4hc

Entre las calles Sol y Luna se interpone el asfalto de Aldama, en la Colonia Buenavista de la Ciudad de México, en donde cada sábado inicia el barullo de comerciantes que se dan cita –algunos– desde antes de las 7:00 de la mañana. Mientras que otros van llegando horas después. 

Camisetas con logotipos de bandas de rock, botas Dr. Martens, ropa tipo militar, fayuca pirata, aretes, ropa gótica para los darks, entre más artículos para la ocasión inundan los dos pasillos improvisados en medio de la calle. Y entre la parafernalia de las distintas subculturas urbanas se encuentra el núcleo del tianguis cultural “El Chopo”: los vendedores de discos originales, en vinil, disco compacto, cassete o hasta DVD o Blu-Ray, en su mayoría importados.

El espacio cultural surge bajo una reacción natural en la sociedad mexicana en la década de los 80, ya que el resquicio contracultural que se formó en los años 70 tenía una población flotante que estaba a la deriva, sin un lugar en común para congeniar socialmente hablando.

Avándaro había quedado nueve años atrás, y los ecos de una música insurgente maceraron tiempo suficiente a jóvenes que no tenían un nicho de expresión y el género melódico popular no estaba prohibido pero tampoco era legal: El rock fue el despertar de masas de toda una generación ávida por salir de una represión social y política mucho antes de la masacre del 68.

Y es que de esos años solo quedó el recuerdo y los viniles que en silencio descansan entre los coleccionistas que todavía se dan cita en “El Chopo” para ver qué rareza pueden ahora adquirir o cambiar con Ramón García, uno de los puesteros fundadores que sigue la tradición del trueque de discos.

En la actualidad “El Chopo” ha albergado tocadas de bandas de renombre como Zoé, Los Bunkers, División Minúscula, por mencionar solo algunas. 

Y aunque entre las calles Sol y Luna se instale un recinto improvisado para hacer estos conciertos “clandestinos”, hay quienes creen que ya se perdió el propósito original del centro de intercambio musical.

Este año, a 35 de su fundación, y  ante las opiniones divididas de quienes levantaron el espacio cultural y musical efigie de la Ciudad de México, han surgido preguntas tales como: ¿Acaso hay motivos para celebrar a “El Chopo”? ¿Sigue siendo lo que era antes? ¿Está evolucionando o involucionando?

El origen de la insurgencia cultural

Hace años que el tianguis fue desplazado de su lugar de origen –el Museo Universitario del Chopo–,  pero la historia marca que el punto de diversidad cultural se fundó gracias a la gestión de quien fuera la directora del museo en ese entonces, la escritora y periodista Ángeles Mastretta.

“La iniciativa fue de Jorge Pantoja, el trabajaba aquí (en el museo) y el coordinador de difusión cultural de ese entonces creo que era Gerardo Estrada, dieron espacio a este encuentro sabatino de intercambio de productos musicales, de música no comercial, o sea, de toda la que no se escuchaba en la radio. Desde la música clásica, hasta el jazz, el blues, la nueva canción, la canción de protesta, el folclor latinoamericano y desde luego todos los subgéneros rockeros”, recuerda José Luis Paredes Pacho, director actual del Museo Universitario del Chopo y exbaterista de Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio.

El tianguis duró dos años instalándose cada sábado en las inmediaciones del museo, se rumora que la ingesta de alcohol y estupefacientes en la vía pública obligaron a su reubicación, marcando la separación definitiva de la institución universitaria y el mercado musical.

Dentro de la oferta cultural nacieron diversas publicaciones de bajo presupuesto, revistas y fanzines que propagaban el pensamiento musical y cultural del momento. Entre algunos títulos se encontraban La Regla Rota, La Postmoderna, Conecte y Moho.

Óscar Ramírez Salas, conocido como “El Rolly”, empezó a editar Banda Rockera junto con su abuelo Vladimir “Vladys” Hernández Galindo (quien fundó Conecte en 1975). 

En los inicios del tianguis esta revista publicaba los chismes y las noticias del rock musical.

“En los fanzines encontrabas un tipo de literatura, de periodismo diferente. Así como lo es ‘El Chopo’ de alguna manera todavía”, argumenta Óscar Ramírez.

¿Centro cultural o comercial?

Ante el estridente sol del mediodía, un joven con corte de rockabilly se resguarda bajo la gran sombrilla que carga su carrito de supermercado con aguas frescas y cigarros, ese pequeño puesto ambulante ha sido de su familia desde hace 10 años.

“Ahora se ven familias completas venir los sábados ¿Sabe cómo le dicen ahora aquí los vecinos? ‘Tepichopo’ porque ya es una mezcla entre Tepito y lo que queda del tianguis”, platica el joven comerciante.

Bajo una carpa de lona amarilla, los acetatos cubiertos de plástico que los protege del polvo urbano y discos compactos con carátulas desconocidas al ojo común, se encuentra Ramón García, quien lleva los 35 años recorridos del tianguis y sigue hasta la fecha la costumbre del trueque en el lugar.

“Quedamos pocos, realmente pocos que seguimos trayendo música, cine, literatura, que es por lo cual nació lo que ahora se conoce como Tianguis Cultural ‘El Chopo’”, asevera el coleccionista.

El puestero asegura también que “El Chopo” ha involucionado con el paso de los años, pues los locales de ropa han proliferado en el pequeño bastión de la Colonia Buenavista.

En el argot legendario se rumora que personalidades del medio artístico internacional han visitado de incógnitos el mercado surgido en Santa María La Ribera. Los nombres que circulan son Paul “Bono” Hewson, vocalista de U2, Sinéad O’Connor, Rick Allen, el baterista de Def Leppard, la Big Brother and the Holding Company, donde cantara la fallecida Janis Joplin, entre otros.

Rafael L. “El Jabalí” Méndez Martínez inició como comprador en el tianguis, pero poco después se incorporó como vendedor de discos y revistas. El comerciante comenta que la esencia del tianguis sí ha cambiado con el paso de los años, ya que antes iban “los chavos con sus pantalones entubados de mezclilla, medio punks (…) ha evolucionado, ha habido momentos de darketos, de góticos, de rockabilly, los skatos. Últimamente se ha desatado aquí el boom de la ropa, ahora ya parece boutique y los poquitos que quedamos (comerciando discos) tratamos de hacer que esto siga”, puntualiza.

El Internet, la piratería y los nuevos medios informáticos han dado el declive para que las búsqueda de los materiales discográficos vaya en deceso, esa es la queja generalizada de la mayoría de los comerciantes que siguen apostando al formato físico de la industria musical.

“Es el centro comercial ‘El Chopo’, es ‘Plaza El Chopo’, es Chopisur y Norte, la tienda del rock más grande de la República, es un punto de reunión bueno, conoces gente, haces trueque, la pasas chido, es un tianguis padrote”, es la opinión de Charlie Monttana, quien se encontraba firmando autógrafos en el tianguis el sábado 10 de octubre.

Charlie Hauptvogel, baterista de Three Souls in my Mind, proyecto que iniciara junto con Alex Lora, comentó que para él ‘El Chopo’ es “un lugar donde se refugian todos los amantes del rock en México, me da mucho gusto venir y ver que el rock aquí se concentra y que sigue vigente gracias al trabajo que se hace en ‘El Chopo’, (…) no debe de dejar de existir porque es un lugar cultural que realmente apoya al rock mexicano”.

El museo dice ‘Yo también’

En este 2015 el Museo Universitario del Chopo también se encuentra de fiesta, ya que en noviembre cumple 40 años de existencia y tendrán un marco de actividades en su celebración.

La nave del siglo pasado procedente de Düsseldorf, Alemania, ha albergado al museo desde el 25 de noviembre de 1975, fecha en la que se reinauguró el recinto que duró abandonado 10 años.

Antes del deterioro su propósito original fue ser Museo de Historia Natural en 1913, hasta su cierre, en 1964.

En 1971, cuando la nave estuvo en abandono, sirvió como locación para la película La Mansión de la Locura, de Juan López Moctezuma. A su vez, el cineasta José Estrada filmó algunas escenas de El Recodo del Purgatorio.

Cuando se da la reapertura, en 1975, se le conoció por ser un espacio de avant-garde y cuatro años después el museo lanzó la convocatoria “El rock del Chopo”, esto sería el antecedente para después marcar el inicio del famoso tianguis.

El cuatro de enero de 1980 se inauguró el “Primer tianguis de la música”, en esta modalidad solo estaba permitido el trueque de discos, sin dar cabida a la compra-venta.

Para entrar en la modernidad, el museo pasó por una importante remodelación entre 2006 y 2007, expandiendo sus galerías y renovando sus instalaciones.

“Lo que hemos intentado hacer en los últimos tres años, desde que llegué a la dirección, es fortalecer el perfil fundacional: el lugar de encuentro entre el arte emergente, las producciones culturales, subterráneas, heterodoxas, de diverso signo con el arte y con estrategias de vinculación con el barrio”, profundiza José Luis Paredes Pacho, director del museo.

El museo también cuenta con un cinematógrafo que inició funciones en 1977 y sigue vigente actualmente, contando con proyecciones que son parte de los ciclos de la UNAM, festivales y muestras alternativas de cine.

Con motivo de su 40 aniversario, este pabellón contará con eventos especiales y talleres para el público visitante.

Entre punketos y darkies te verás

Los transeúntes llegan con las ganas  de conseguir un artículo específico o pasan directamente al fondo, en donde se montan las tocadas de “El Chopo”.

Una lona sobre la Calle Aldama da la bienvenida y los cuerpos de seguridad pública patrullan los alrededores con olfato distraído ante los individuos que ofrecen estupefacientes.

Tal como revendedores de boletos, los jóvenes emiten el rezo de la droga que están dispuestos a ofrecer: 

“Mota, crack, peyote, tachas, éxtasis, ¿qué necesitas? ¿qué te ofrezco?”, imploran al peatón.

Pasadas las 11:00 de la mañana, llegan los ríos de personas tatuadas, con perforaciones en el rostro, vestidas con estoperoles, botas negras o chamarras góticas. 

Vestimentas cyberpunks, cabelleras largas y chamarras de cuero abundan en “El Chopo”, que ofrece venta de playeras del “Che” Guevara, el EZLN, así como de Batman, Morrisey, Blur, Metallica, o diseños de serigrafía de autor.

En los puestos de música, entre los viniles se encuentran versiones importadas de Japón, aunque en su mayoría son réplicas de las originales, los comerciantes hablan con sinceridad al momento de preguntar si se trata de artículos legítimos y dicen: “Réplica”.

Pero también hay mercancía original, sellada, la cual espera perder la virginidad a expensas del comprador coleccionista.

También hay puestos que ofrecen artículos de látex, piel en máscaras sadomasoquistas, así como chisteras de copa alta, sombreros de alta infantería nazi, quepis del Ejercito de la Unión de la Guerra Civil estadounidense, gorros de aviador de la Segunda Guerra Mundial, todos réplicas bien confeccionadas.

Hay libros y películas en DVD,  originales y pirata circulan en el tianguis. Ahí no se discrimina, lo que importa es que sea materiales difícil de conseguir en otros mercados.

La carpa improvisada para los toquines es solamente una lona azul sostenida por palos y cordones que se vuelven blandos ante el tumulto que sobrepasa la capacidad de la vía pública, una vez iniciado el concierto clandestino, y el ulular del polímero se da al ritmo de la música que acompaña a los escuchas.

Show Player
Síguenos en Google News para estar al día
Salir de la versión móvil