El novelista, cuentista y poeta mexicano Julián Herbert, eligió valerse del lenguaje para develar, a través del recuerdo, la historia real de su vida y la de su madre Guadalupe Chávez, mejor conocida como “Marisela Acosta”, una de las tantas identidades que la mujer adoptó durante el ejercicio de la prostitución.
El resultado es “Canción de Tumba”, novela autobiográfica editada por Mondadori, que llevó al autor nacido en Acapulco en 1971 y radicado en Saltillo a ganar el Premio Jaén de Literatura de España.
La leucemia que padeció la madre de Herbert y que la encaminó hacia la muerte marcó la primera de tres etapas del proceso de construcción de la novela.
Ahí, en el Hospital Universitario de Saltillo, en vela, junto a la cama en la que yacía su madre, Herbert inicia la novela.
“Comencé a escribir en el hospital por una necesidad, por economía interior, no por hacer una novela (…); en primera instancia, para mí escribir era un proceso de distanciamiento, como de reabsorción del presente de una manera distinta, mirándolo a contra luz a través de la memoria (…)”, dice Herbert.
Una inmersión a una infancia dura –aunque no infeliz, como aclara el autor– que no ha de ser cosa sencilla.
Pero para Herbert, esta travesía está lejos de haberse experimentado como una pesadilla.
Y es que “se habla mucho del padecimiento que es escribir un libro como éste, pero no del gozo, yo gocé mucho escribiendo este libro, fue de las cosas más divertidas que he hecho en mi vida”, expresa el autor.
Además, agrega, “el lenguaje te da una opción de distanciarte y de reírte de ti mismo, del país; es un libro
doloroso, pero creo que también es un libro divertido, con sentido del humor”.
Todo ser humano aloja una historia de su vida en lo más recóndito de su psique con una necesidad de ser contada.