El ayuno intermitente se ha convertido en una de las dietas más populares de los últimos años. Entre sus beneficios, dicen, está la pérdida de peso, el aumento de energía y una vida más prolongada, pero ¿existen datos científicos que confirmen lo anterior?
En un artículo publicado en la revista científica The New England Journal of Medicine, el doctor Mark Mattson, neurocientífico de Johns Hopkins Medicine y quien ha dedicado 25 años a la investigación del efecto que tiene la dieta sobre la salud, indica que sí.
El catedrático de neurociencia en la Universidad Johns Hopkins escribe en ese artículo que su objetivo es explicar el fundamento científico del ayuno intermitente y su aplicación en el ámbito clínico, de manera que los médicos puedan orientar al paciente que desee implementarlo.
De acuerdo con el especialista, existen dos modalidades principales de la dieta; una versión que promueve que se ingieran todas las comidas del día en un periodo de seis u ocho horas, y la denominada “dieta 5:2”, en la que durante dos días a la semana las personas se limitan a comer únicamente una comida diaria de tamaño mediano.
Estudios clínicos con animales y con personas han mostrado que intercalar periodos de ayuno con periodos de ingesta fomenta la salud celular, porque activan el denominado cambio metabólico, la ancestral adaptación biológica a periodos de escasez alimentaria.
Dicho cambio, explica Mattson, ocurre cuando las células agotan las reservas de glucosa y emplean las grasas como fuente de energía mediante procesos metabólicos más lentos, lo que mejora la regulación de la glucemia, aumenta la resistencia ante el estrés oxidativo y disminuye la inflamación durante varios periodos.
En el artículo, el doctor describe los resultados de cuatro estudios, tanto con animales como con personas, que revelaron que el ayuno intermitente también reduce la presión arterial, la lipidemia y la frecuencia cardíaca en reposo.
Los hallazgos de las investigaciones de Mattson muestran que el ayuno intermitente puede modificar los factores de riesgo que se asocian a la obesidad y a la diabetes, dos grandes problemas de salud pública en México.
La experimentación sobre el ayuno
En University Hospital of South Manchester NHS Foundation Trust se realizaron dos estudios en los que participaron 100 mujeres con sobrepeso.
Gracias a ellos se dedujo que, en comparación con las pacientes del subgrupo que siguieron la dieta con limitación calórica, aquellas participantes que mantuvieron la dieta 5:2 no solo bajaron la misma cantidad de peso, sino que obtuvieron resultados más óptimos en la prueba de sensibilidad a la insulina y en la reducción de la grasa abdominal.
En abril del año pasado, afirma Mattson, la Universidad de Toronto realizó un ensayo clínico multicéntrico en el que participaron 220 adultos sanos, con peso normal. Los pacientes siguieron una dieta con limitación calórica durante dos años y, tras someterse a una serie de pruebas cognitivas, se descubrió que su memoria había mejorado.
Está claro que aún se necesitan más investigaciones que ratifiquen el efecto del ayuno intermitente sobre la memoria y el aprendizaje, pero de confirmarse puede convertirse en una herramienta médica para prevenir la degeneración neural y la demencia senil.
“Nos encontramos ante la posibilidad de añadir información sobre el ayuno intermitente al plan de estudios de medicina, como complemento a las recomendaciones sobre dietas y ejercicios saludables”, dice el experto.
Mattson reconoce que los científicos aún no entienden a fondo los mecanismos biológicos del cambio metabólico y entiende que algunas personas no puedan adherirse al régimen de ayunos, o que no deseen hacerlo.
No obstante, con paciencia y bajo un control médico adecuado, la mayoría de las personas pueden incorporar esta dieta en sus vidas. Lo importante es superar los ataques de hambre e irritabilidad que se presentan al principio de la dieta, mientras el organismo se adapta a los periodos de privación de alimentos.
“Los médicos deben avisar al paciente que el hambre y la irritabilidad son manifestaciones frecuentes al principio de la dieta, mientras el organismo y el cerebro se acostumbran al nuevo hábito alimentario, pero estas suelen desaparecer en un periodo máximo de un mes”, indica Mattson.
Los médicos, sugiere el catedrático, deben aconsejar a los pacientes que aumenten las horas y la frecuencia del ayuno poco a poco, a lo largo de varios meses, en lugar de lanzarse de golpe.