Cuando cae la noche y sus luces se encienden, la fachada de este lugar se asemeja a las casas zacatecanas, grandes y brillantes, esas que no pasan desapercibidas ante la mirada de la gente. No por nada, está protegida por el INAH. Así es El 77, Centro Cultural Autogestivo, el cual se encuentra en una casa construida en 1927, donde alcanzaron a vivir dos generaciones de familia, luego pasó a las manos del IMSS y sirvió como guardería. Un tiempo estuvo sola y ahora es un lugar que brinda segundas oportunidades.
El 77 es la sede de la Compañía de Teatro Penitenciario y parte del equipo que gestiona las actividades que se presentan son personas que en algún momento estuvieron privadas de su libertad, pero que ahora forman parte de este proyecto que gestiona el Foro Shakespeare.
“Ese es el pretexto por lo que El 77 abrió sus puertas, buscando el crecimiento de proyectos que tuvieran la finalidad de generar sinergias con poblaciones privadas de su libertad y personas ya liberadas para generar un espacio para artistas, de convivencia y de creación”, platica Valeria Lemus, coordinadora del Centro Cultural y de los proyectos de impacto social del Foro Shakespeare.
A cuatro años de su inauguración, El 77 es un centro cultural en el que la gente puede encontrar programación de teatro, talleres artísticos, actividades gráficas y diplomados
Las llaves de este lugar se las entregaron un 24 de diciembre de 2014. El primer año el equipo se dio a la tarea de tratar de poner hermoso este lugar, el cual, dicen, está hecho a mano, porque encuentras muros con intervenciones de algunos artistas, muebles reciclados y todos esos detalles que hoy podrían sentirse como hipster o vintage.
“La esencia de este espacio tiene que ver con germinar proyectos, con que vayan madurando; entonces, un pilar de nuestra programación es el trueque cultural, en el que compañías que no tiene lugar para ensayar pueden venir a usar el espacio y en agradecimiento ofrecer algunas presentaciones para la comunidad de manera gratuita”, comenta Lemus.
De un tiempo a la fecha, el equipo de El 77 se ha aventado a programar actividades de teatro y talleres de lunes a lunes. Además, este año lograron aterrizar todo un modelo de preparación actoral que comenzó en la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla y la consolidación de un diplomado en creación escénica con enfoque en impacto social, que se encuentra certificado por el INBAL, por su Unidad Especializada en Capacitación Artística.
“El espíritu de El 77 es ser un collage, tú ves el espacio y vas a encontrar stickers por un lado y luego volteas a ver un techo y es de 1827, porque creo que es un lugar para todos, por eso buscamos tener actividades que también sean de nicho, por ejemplo, aquí hay una población de señores de la tercera edad que viene a pintar”, platica Valeria.
Un camino nada fácil para el 77
Para la coordinadora del centro cultural el camino recorrido es una combinación entre facilidad y reto, donde han aprendido mucho y podido duplicar la cantidad de actividades que programan al mes, pasaron de tener 15 a más de 27 al mes.
“Esa permanencia nos ha abierto puertas, antes operábamos de forma tranquila, pero ahora estamos formando parte de la noche de los museos, hemos logrado colaboraciones con festivales, como con Ambulante para tener proyecciones, conciertos y actividades en la calle”, afirma Lemus.
Estos cuatro años han sido una exigencia que les ha implicado tiempo, más conocimientos, capacitaciones, relaciones con instituciones, gestiones con la alcaldía y crecimiento de personal.
“El 77 es un espacio cultural independiente que no recibe algún tipo de subsidio, el apoyo del gobierno tiene que ver con ir aprobando mecanismos que nos permitan trabajar bien, ese ha sido muestro principal interés; sin embargo, sí hemos tenido cobijo con secretarías, como la de Cultura o el INJUVE para recibir programación”, dice la coordinadora.
En ocasiones, cuando el equipo se cuestiona sobre qué más hacer, primero se preguntan qué cosas no hemos aprendido y, aseguran, por preguntas de ese tipo no paran.
“A veces se siente que pasó ayer, cuando no había nada, pero darnos cuenta que han pasado cosas y que hemos aprendido es como un balde de agua fresca, que no fría. Se siente bien. Hay una sensación de que no vamos a parar. Cuando hablamos del futuro decimos que es interminable y que nos falta mucho por hacer en el espacio, y creo que esa sensación se vive en El 77”, señala Lemus.