Educación sexual integral: Clave en la prevención del embarazo adolescente

El embarazo no planificado adolescente en México persiste por pobreza y falta de educación sexual, pese a avances en la Estrategia Nacional
Karina Corona Karina Corona Publicado el
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El Día Mundial para la Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes, celebrado cada 26 de septiembre, subraya la urgencia de abordar un desafío significativo que afecta a millones de jóvenes en México y en todo el mundo. Este fenómeno es resultado de una compleja interacción de factores sociales, culturales y educativos que demandan atención y acciones coordinadas.

Aunque ha habido avances significativos en la reducción de las tasas de fecundidad adolescente en varias regiones, el reto persiste. En México, la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes (ENAPEA), lanzada en 2015, tiene como objetivo reducir a cero los embarazos en niñas menores de 15 años y disminuir en un 50 por ciento la tasa de fecundidad adolescente en jóvenes de 15 a 19 años para el 2030.

A pesar de los esfuerzos y algunos resultados alentadores, como la disminución del 30 por ciento en la tasa de fecundidad adolescente en los últimos siete años, aún existen importantes retos.

En entrevista, Gabriela Rodríguez Ramírez, secretaría general del Consejo Nacional de Población (CONAPO),  explica que el embarazo no deseado en adolescentes es un problema que va más allá del acceso a métodos anticonceptivos, es una cuestión de transformación cultural.

“La prevención del embarazo adolescente busca un cambio cultural. Y, ¿cómo se cambia la cultura? A través de los medios de comunicación y la escuela, principalmente, porque es necesario modificar valores profundamente patriarcales que han estado arraigados en nuestra sociedad”, señala Rodríguez.

¿Cuáles son los estados con mayor índice de embarazo juvenil?

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA)  señala que las adolescentes que quedan embarazadas tienen menos probabilidades de continuar su educación y más probabilidades de vivir en condiciones de pobreza.

En México, estas realidades son más visibles en estados con altos índices de pobreza y desigualdad. Gabriela Rodríguez Ramírez destaca que “en estados como Guerrero y Chiapas, las tasas de fecundidad adolescente se mantienen por encima de la media nacional, con 82 y 79 nacimientos por cada mil adolescentes, respectivamente, lo que contrasta fuertemente con la Ciudad de México, donde la tasa es de 19 nacimientos por cada mil adolescentes”.

Este contraste evidencia cómo la educación, el acceso a la información y los servicios de salud sexual y reproductiva están íntimamente ligados a los resultados en términos de prevención del embarazo. La ENAPEA permite articular políticas públicas más inclusivas, que van desde la implementación de programas de educación sexual integral en las escuelas hasta la capacitación de personal médico y la distribución de métodos anticonceptivos.

Sin embargo, la educación sexual sigue siendo un tema polémico y, en algunos sectores conservadores, existe resistencia a su implementación plena.

“Es fundamental que los y las jóvenes desarrollen un espíritu crítico frente a lo que consumen a través de medios como la televisión, la radio e internet, incluyendo la pornografía. Necesitamos que tengan las herramientas necesarias para tomar decisiones informadas sobre su sexualidad”, argumenta Alanna Armitage, representante  en México y Directora para Cuba y la República Dominicana, Fondo de Población de las Naciones (UNFPA).

Tasa de fecundidad en adolescentes en México: 50 nacimientos por cada mil jóvenes de 15 a 19 años (ENADID)

Educación sexual integral: un reto aún por cumplir

La educación sexual integral es uno de los pilares de la prevención del embarazo adolescente. Sin embargo, su implementación en México ha sido desigual y fragmentada.

“La educación sexual no se limita a lo que se enseña en los libros de texto. La recibimos desde que nacemos hasta que morimos, a través de los elementos culturales que nos rodean: la familia, las canciones, la televisión, los espacios sociales y culturales”, comenta Eugenia López Uribe, directora regional en las Américas y El Caribe, International Planned Parenthood Federation (IPPF).

Otro obstáculo importante en la implementación de la educación sexual integral es la resistencia cultural y religiosa en algunas comunidades. No obstante, las expertas coinciden en que el acceso a una educación sexual científica y sin prejuicios es clave para reducir las tasas de embarazo adolescente.

Según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2023, el 25 por ciento de los embarazos en adolescentes están relacionados con el consumo de alcohol, lo que resalta la necesidad de integrar la educación sexual con programas que también aborden el abuso de sustancias y otras conductas de riesgo.

Además de que el embarazo en adolescentes es una cuestión de falta de educación o acceso a métodos anticonceptivos, en muchos casos está vinculado a la violencia sexual y a las uniones forzadas. En México, una de cada cinco adolescentes que son madres lo ha sido como resultado de violencia sexual, según datos del Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES).

“Muchos de los embarazos en menores de 14 años son resultado de violencia sexual. Es un tema difícil, pero no podemos seguir ignorándolo. Estos embarazos, en la mayoría de los casos son consecuencia de violaciones perpetradas por familiares o personas cercanas a las víctimas, lo que agrava aún más la situación”, advierte Alanna Armitage, directora de la UNFPA.

En muchas comunidades rurales e indígenas, las niñas son forzadas a casarse con sus agresores. La protección de los derechos de las niñas y adolescentes es fundamental para prevenir este tipo de embarazos, y para ello es crucial que existan leyes más estrictas y efectivas, así como programas de apoyo y protección.

Prevenir el embarazo adolescente requiere un enfoque integral, que incluya no solo la educación sexual, sino también el empoderamiento de las adolescentes, el acceso a servicios de salud de calidad y la creación de entornos seguros y libres de violencia.

“Esto implica no solo educar a los jóvenes, sino también sensibilizar a las familias, las comunidades y los medios de comunicación sobre la importancia de la prevención del embarazo adolescente y la promoción de los derechos sexuales y reproductivos de los jóvenes”, concluye Alanna Armitage.

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