El concierto en la Alhóndiga de Granaditas puso a bailar a los asistentes al ritmo de música africana. Foto: Especial

Dobet Gnahoré, la cantante marfileña que impulsa a las mujeres africanas a ser autónomas

La artista que se presentó el fin de semana en el Cervantino dice que sus canciones están dedicadas a las nuevas generaciones, ya que en África todavía se cree que el matrimonio es el único medio de supervivencia para ellas

Dobet Gnahoré lleva menos de medio día en Guanajuato, viene de dar un concierto en Cuernavaca la noche anterior, pero su energía en el escenario de la Alhóndiga de Granaditas es descomunal. Pasa de modular una dulce voz a entonaciones más potentes; intercala un shekere – una calabaza con cuentas tejidas en una red-, con un tambor pequeño con baquetas, y de ahí pasa a golpear rítmicamente con las manos el congo; su baile incluye saltos acrobáticos o tirarse al piso para pararse de un brinco hacia adelante.

El concierto de la cantante marfileña en el 52 Festival Internacional Cervantino (FIC) la noche del domingo fue no solo una muestra de vibrantes ritmos africanos, sino la demostración de una artista completa en el escenario.

Nacida en Costa de Marfil en 1982 en una familia de músicos y formada como percusionista y bailarina, Dobet Gnahoré se ganó al público de este escenario al aire libre con sus movimientos y sus canciones, la mayoría cantadas en idiomas africanos, y algunos coros en francés.

Entre ese repertorio sonaron algunos temas que forman parte de su último álbum  Zouzou (Ángel),  lanzado en junio de este año y que aborda los retos a los que se enfrentan los niños africanos.  Y es que su música, dice, ha estado dedicada siempre a los niños y a las mujeres de África:

“En todas mis canciones, desde el primero hasta este último, el séptimo, el mensaje va dirigido a las mujeres y a los niños, porque para mí la mujer tiene mucho poder en África, ocupa una posición que nadie le reconoce. En mis canciones intento motivarlas para que encuentren su lugar en la sociedad y se sientan orgullosas de lo que son, decirles que no necesitan necesariamente un marido para realizarse, que pueden realizarse por sí mismas y luego buscar el marido si ellas quieren”, comenta en entrevista con Reporte Índigo la artista tras bajarse del escenario y firmar algunos autógrafos.

Zouzou, que significa Ángel en francés, es el séptimo álbum de la artista y mezcla ritmos africanos con influencias modernas

Un álbum para los niños de Costa de Marfil

La ganadora de un premio Grammy a la mejor actuación urbana/alternativa en 2010 asegura que para ella este es un mensaje importante en sus canciones porque las nuevas generaciones de mujeres en África ven todavía el matrimonio como una transacción económica o como un medio para la supervivencia.

“En África, la generación más joven quiere a toda costa tener un marido para sobrevivir, cuando sí son competentes por sí solas; si van a la escuela, tienen un oficio o montan su propio negocio, pueden arreglárselas económicamente solas y encontrar el amor, pero no encontrar un hombre por el dinero. Así que mis canciones hablan un poco de eso para hacer que las mujeres sean autónomas”, dice.

Además, su último disco está marcado por la apertura de un orfanato que ella ha instalado en Costa de Marfil, como parte de su compromiso de darle oportunidad a las siguientes generaciones de su país.

¿Qué es el Panafricanismo según esta artista?

De vestido negro con collares de concha cauri que sobresalen, trenzas largas en tonos azules, Dobet Gnahoré no pasa desapercibida con ese atuendo, inspirado en sus raíces africanas, la etnia kru, del África Occidental.

Residente en Francia desde 1999, donde se refugió debido a la guerra civil en su país, la cantante siempre lleva consigo el código de su etnia africana, pero para sus canciones y su música retoma la tradición de los diversos rincones de ese continente. Su proyecto artístico, dice, es panafricano.

“Elegí la palabra panafricano porque fue mi formación básica cuando era niña en las artes. Ahora sigo usándola porque tiene una posición política para mí, para que no hagamos demasiadas diferencias entre nosotros los africanos”, comenta la artista que canta en diversos lenguajes africanos, como el bété, fon, baoule, lingala, malinke, mina y bambara.

Para esta cantante, cada etnia o cultura en África tiene sus particularidades y diferencias, lo que les otorga un valor único. El problema, dice, es que cuando se empieza a marcar demasiado esas diferencias, se da paso a la clasificación. “Empiezan a preguntarte: ‘tú dónde vienes’ y eso empieza a crear discriminación. Así que para mí, el lado panafricano nos une un poco y permite  apoyarnos mutuamente, alcanzar un objetivo común o para interesarnos por los orígenes de los demás. Es lo que me interesa de todo esto”, sostiene.

Su proyecto artístico, de hecho, está integrado por artistas de distintos orígenes, músicos franceses y tunecinos que la acompañan tocando la guitarra, el balafón, la lira calabresa, los bongos y otros instrumentos de raíz africana.

En la Alhóndiga de Granaditas, estos músicos también dieron una muestra de su talento, en un concierto que, hacia el final, levantó de sus asientos al público cervantino y los puso a bailar.

Sobre la artista

  • Se considera una de las artistas más fecundas de la música contemporánea africana
  • Desde los 12 años empezó a formarse  en la agrupación de su padre, el percusionista Boni Gnahoré
  • Su estilo se nutre de la rumba congolesa, melodías mandingas, bikutsi camerunés, coros zulúes, highlife de Ghana, entre otros ritmos populares del occidente de África
  • Algunos de los reconocimientos de su carrera son: una nominación para los World Music Awards en 2006, y el ​ Premio Grammy a la mejor interpretación urbana/alternativa compartido con India Arie, en 2010
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