Han transcurrido cerca de 17 años desde que la banda División Minúscula lanzó “Sognare”, del álbum Defecto Perfecto. Esta canción, junto con “Sismo”, continúa siendo unas de las piezas más recordadas y aclamadas por sus fans, volviéndose casi una obligación en sus presentaciones en vivo.
A lo largo del tiempo, estas composiciones han ganado capas de reverencia y cariño, para el bajista de la banda, Alex Luque, lejos de sentirse molesto, experimenta un profundo orgullo al observar cómo casi dos décadas de existencia han otorgado a estas canciones un estatus atemporal.
“Alguna vez un amigo me preguntó si no estaba harto de tocar ‘Sognare’, porque ya llevo casi 20 años tocándola. Le contesté que no, porque forman parte de nuestra historia, nos ayudaron a cruzar las barreras y a llegar al punto en el que estamos”, cuenta Luque a Reporte Índigo.
El bajista recuerda, por ejemplo, su primer álbum Extrañando casa; tenían alrededor de 20 años, en una época en la que no había redes sociales, por lo que sonar en la radio era casi una proeza.
Ahora ya son una banda madura con 26 años de carrera, pero que sigue recordando esos primeros éxitos con mucho cariño y que “siempre estarán en su corazón”. Así, con ese mismo cariño y respeto, Alex espera provocar ese mismo impacto con su nuevo material discográfico, Escombros, que lanzan tras casi cinco años de ausencia y de haber lanzado Fronteras.
“Todos nuestros álbumes han sido especiales, todos han marcado una etapa de la banda, pero creo que Escombros es el álbum donde más nos hemos divertido trabajándolo. Significa una etapa nueva, de lo que División viene ofreciendo, porque ya no somos esos chavitos de 20 años, ahora todos somos hombres de 42, 46 años; entonces, sinceramente, lírica y musicalmente son piezas más maduras”, cuenta el bajista.
Con Escombros, además, se añade el sonido del guitarrista Eduardo Vela, quien se unió en 2019 a la alineación de la banda originaria de Matamoros, Tamaulipas, ocupando el lugar que dejó Efrén Barón.
El disco incluye ocho tracks, dentro lo que destacan: “La última llamada”, “Beso a la medida” o “Laberintos”, los cuales profundizan sobre el amor, el desamor, la incertidumbre o dilemas existenciales.
“Ya teníamos ganas y la vibra de hacer música nueva, aunque haya gente que nos cuestione que por qué sólo ocho canciones, pero sentimos que son las que se tenían que conocer. Nunca hemos sido un grupo de estar sacando canciones cada cinco meses, de hacer cualquier canción y aventarla, porque no sería algo honesto con los fans. No queremos forzar nada, creo que eso ha sido también clave de nuestro éxito”, recalca.
Luque cuenta que se reunieron en el Ajusco para componer Escombros. Durante una intensa semana, dieron vida a canciones que resonaron profundamente con ellos, culminando en un nuevo disco que reflejaba su marca sonora característica.
La pandemia fortaleció los lazos de la banda. El cese de giras y festivales los llevó a reencontrarse como amigos, revitalizando su amistad original. Esos meses de pausa forzada permitieron una maduración personal y una apreciación aún mayor por la música y la vida misma. En medio de la incertidumbre, encontraron una nueva chispa creativa.
“En 25 años, hemos sido las mismas cuatro personas, ahora con Eduardo, pero el ya no poderlo hacer nos hizo reencontrar esa amistad que nos juntó al principio, nos ayudó a madurar como personas. En Escombros hay canciones que mucha gente dice que le recuerda al primer disco, pero creo que, por fin, se logró lo que por años habíamos querido: hacer el sonido que soñábamos, nuestra marca”, opina.
Su agradecimiento al público
Compartir con los miembros originales representa para el bajista una dicha, pues, pocas bandas han logrado conservar la misma alineación, sobre todo en la industria del rock en español.
Recuerda, por ejemplo, a Molotov, quienes desde sus inicios, hasta ahora, son los integrantes originales. Esta característica, opina, es un plus que puede hacer la diferencia en el sonido.
División Minúscula enfatiza su agradecimiento a sus seguidores leales. La música, según ellos, es una forma de medicina para el alma, capaz de influir en estados de ánimo y crear conexiones profundas.
“La idea de formar una banda nunca fue para tocar en un Vive Latino, sino, simplemente, eran cuatro amigos que amaban la música. Amábamos ver a los grupos que nos gustaban de jóvenes. El regresar ese favor, y si la gente se puede inspirar en nuestra música yo creo que es algo muy bonito, es difícil de explicar, pero hacer sentir a alguien lo que tú sientes con canciones, es lo más hermoso de lo que se trata la música.
“La música es la medicina para el alma, puedes estar triste, enojado, feliz, como quieras, y siempre va a haber esa canción adecuada que va a hacer que mejore tu estado de ánimo”, explica.
Alex también agradece a toda la gente que los ha seguido desde sus primeros discos, que los apoyen y que aún se den el tiempo de ir a sus conciertos y compartan un tiempo-espacio con ellos.
“La gente nos ha dicho, ‘yo conocí a mi esposa en un concierto y ahorita vengo con mi hijo de cinco años. Son historias padres para nosotros, es cuando te das cuenta que tu música ha traspasado esa barrera, de ser una canción, a convertirse en algo que le llega a la vida de otra persona”, expresa el bajista.
División Minúscula ha mantenido su esencia intacta. La relación entre ellos, opina Alex, se ha fortalecido hasta el punto en que los lazos parecen de hermandad.
Esta travesía se ha convertido en una parte intrínseca de sus vidas, donde la mayoría del tiempo, aunque han enfrentado momentos difíciles, valoran tanto los altibajos como los momentos gloriosos, ya que ambos han contribuido a moldear su viaje.
“Agradezco estar con los tres amigos que conocí desde la escuela, porque en Matamoros, era ciudad chica en esa época, todos estábamos en la misma primaria, nuestras mamás se conocen. Entonces, ha sido padre lograr algo que nunca pensamos fuera a llegar tanto. División Minúscula es nuestra vida”, concluye el bajista.
Su opinión sobre el rock
Alex Luque reconoce que sus inicios fueron muy diferentes a los de las bandas jóvenes actuales, nacidos en la era digital. Sin embargo, enfatiza que lo que importa es la pasión por la música y la conexión con el público. Las ventas de CD o cassettes pueden haber cambiado, pero el poder de una actuación en vivo trasciende las tendencias.
“Muchos dicen que el rock está muerto, pero no es verdad. Probablemente no lo escuches tanto en las radios, porque otros géneros los dominan, pero la mayor cantidad de festivales en este país son de rock. En realidad, siento que todo ha evolucionado perfectamente”, concluye.