Nunca hay que subestimar el poder de la televisión y mucho menos si es en el marco de una elección. Una dosis tan reducida de hasta 15 minutos diarios podrían despertar o alienar a una sociedad, para muestra está la duda razonable de la influencia que tuvo la televisión en el proceso electoral mexicano.
Pero en el contexto de un país bajo el régimen de una junta militar, 15 minutos diarios resultaron en una ventana de libre expresión nunca antes experimentada, como fue en el caso del Chile de finales de la década de los 80 durante el ocaso de la dictadura de Augusto Pinochet.
“El gobierno militar de Pinochet erradamente creyó que esos 15 minutos no eran suficientes”, dice Pablo Larraín, el director de la película “No” que documenta la historia detrás de la campaña plebiscitaria que cambió el rumbo político de ese país, en entrevista para Reporte Indigo.
En 1988, los chilenos aprovecharon el poder masivo de la tele a favor de la democracia para armar una de las campañas publicitarias más exitosas y con mayor impacto político en la historia: la campaña del “No”, en el marco del plebiscito que le pondría fin al periodo presidencial de Pinochet para dar paso a la celebración de elecciones democráticas.
Chile se dividió entre el “Si”, que de ganar le hubiera otorgado ocho años más de poder a Pinochet, y el “No”, que prorrogaría por un solo año más su periodo para dar paso a las elecciones democráticas de 1989.
Tan solo un mes antes del referendo, el lunes 5 de septiembre de 1988, comenzaron a televisarse los primeros spots –de 15 minutos cada uno– a las 11 de la noche. La franja televisiva abría por primera vez en la dictadura la libertad de expresión con resonancia masiva.
La cinta, que es la apuesta chilena para colarse en la categoría de Mejor Película Extranjera para los premios Óscar del siguiente año, presenta la historia detrás del manejo de la campaña del “No”, del exitoso rumbo que tomó al decidir no enfocarse en una campaña del miedo, sino en una propuesta de alegría para los chilenos.
El crédito de esta decisión se le atribuye a publicistas que le dieron un giro de tuerca a la campaña para incluir canciones, sketches de humor, mensajes positivos y demás “armas” publicitarias para acaparar la preferencia del pueblo de Chile.
Hasta el momento, “No” tiene las credenciales suficientes para soñar con esa nominación de Óscar. La crítica ha recibido muy bien a la película cuyo guión de Pedro Peirano está basado en la obra de teatro “El plebiscito” del escritor Antonio Skármeta. Y la actuación del mexicano Gael García Bernal, quien interpreta al publicista René Saavedra, ha dado también mucho de qué hablar en los círculos de la crítica del séptimo arte a nivel internacional.
“La película tiene un 30 por ciento de material documental de la época (…) a objeto de que el documental y la ficción se unieran, creando un material que fuera verdadero”, dice Larraín del otro lado del teléfono, con el objetivo de que “algunos no distinguieran qué era ficción y qué era documental y más bien hubiera una confusión”.
Confusión que Larraín logra también al incluir a figuras reales en la película, ya sea como cameos o interpretándose a sí mismos. Tal es el caso de Patricio Aylwin Azócar, el primer presidente democráticamente electo en Chile (1990–1994); Patricio Bañados Montalva, periodista, locutor de radio y presentador de televisión chileno; actores como Osvaldo Silva o Tati Penna; músicos como la extravagante figura de Florcita Motudao, la folklorista Isabel Parra (hija de Violeta Parra) o Claudio Narea, uno de los fundadores del influyente grupo de rock Los Prisioneros.
“Los creativos de la campaña fueron muy generosos, porque no solo trabajaron en la investigación de la película sino que (también) fueron actores”, agrega Larraín, “eso generó que la película ganara mucha verdad, mucha potencia y fue increíble que eso haya pasado”.
“No” se estrena hoy 9 de noviembre en salas del DF y el área metropolitana. Se espera que en un par de semanas sea llevada a otras plazas como Monterrey y Guadalajara. 
Q&A: Los ojos detrás de “No”
En entrevista vía telefónica, Pablo Larraín nos comparte la experiencia de rodar una película basada en un hecho que marcó el rumbo de su país.
- Impacto de la película en Chile
Todos los chilenos de alguna u otra manera tienen una conexión con la época (…) fue una muy buena experiencia el vivir el estreno de la película porque se conversó mucho sobre el tema, generó que muchas personas volvieran a vivir algo que ya se habían olvidado o que tenían por ahí escondido y se emocionaron de la misma manera que aquel día del triunfo.
Recibimos muchas cartas y muchas llamadas, e-mails, con gente que no conozco que desde el anonimato me hablaban de la satisfacción de haber vivido esa emoción nuevamente. Y cuando una película logra eso, es realmente bello y muy emocionante.
- La estrategia del “No”
En el año ‘88 no había Internet ni tele por cable, ni nada parecido. Por lo mismo, en Chile había cuatro canales de televisión. Era el único medio de comunicación realmente masivo. Por lo tanto, era una plataforma como ninguna otra (…) hubo una decisión muy importante que tomaron los publicistas que era: “¿Qué vamos a hacer con el pasado? ¿Va a ser nuestra bandera la violencia, las muertes, los crímenes? O eso lo vamos a dejar un poco de lado para decir ‘mira, lo que aquí vale es el futuro y de que la democracia venga en paz, que cada persona pueda votar y construir su país desde el punto de vista que tiene’”.
- Trilogía de películas sobre la dictadura
Mientras una más se mete en el asunto, más que encontrar respuestas encuentra preguntas. Y por lo tanto, las tres películas (“Tony Maner” de 2008, “Post Mortem” de 2010 y “No” de 2012) representan un pincelazo de diferentes momentos, de historias a partir de un contexto. Pero todavía hay mucho por resolver, piensa que Pinochet murió sin haber pisado un tribunal y millonario, digamos, entonces eso devela que en todo el proceso ocurrieron muchas cosas en donde básicamente el tiempo pasó y no hubo una parada. No hubo un freno donde se establecieran responsabilidades y fuéramos capaces de hacer una verdadera transición que siento que todavía no se ha hecho. La transición va a ocurrir cuando todas las personas que hayan estado vinculadas hayan muerto y haya un cambio generacional, y eso todavía no ocurre. Por lo tanto, todavía hay muchas preguntas.
- Estética retro
(…) tomamos la decisión de utilizar las mismas cámaras a objeto de que el documental y la ficción se unieran, creando un material que fuera verdadero, donde algunos no distinguieran qué era ficción y qué era documental y más bien hubiera una confusión (…) técnicamente fue muy difícil de hacer, pero estamos muy felices con el resultado y fue una buena decisión.
- Actuación –y acento– de Gael
De tanto oírnos y observarnos Gael logró generar eso, que es algo muy potente. Tan así que la película se estrenó en Chile y nadie hizo un comentario al respecto.