¿Un diagnóstico más difícil para las mujeres? Conoce la brecha de género en las enfermedades cardiovasculares

Adoptar una perspectiva de género permitirá desarrollar estrategias más equitativas y efectivas
José Pablo Espíndola José Pablo Espíndola Publicado el
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Las enfermedades cardiovasculares (ECV) no solo son la principal causa de muerte a nivel mundial, sino que también reflejan una profunda desigualdad de género que afecta a millones de mujeres.

Aunque las cifras son impactantes—más de 17 millones de muertes anuales según la Organización Mundial de la Salud (OMS)—, el verdadero problema radica en cómo estas enfermedades son diagnosticadas, tratadas y entendidas en función del género, lo que se convierte en un espejo de las estructuras sociales y culturales que perpetúan desigualdades.

Las enfermedades cardiovasculares han sido históricamente percibidas como “masculinas”, una visión sesgada, más social que biológica, ha derivado en un diagnóstico tardío o incorrecto para muchas mujeres.

Mientras los hombres suelen presentar síntomas “clásicos” como dolor en el pecho, en el brazo izquierdo o sudoración, las mujeres experimentan señales más sutiles o atípicas: náuseas, fatiga, dolor en la espalda o mandíbula, e incluso indigestión. Las diferencias en los síntomas confunden e, incluso, a los propios profesionales sanitarios, lo que incrementa los riesgos y las complicaciones.

La investigadora Gemma Chiva Blanch, de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), destaca cómo las mujeres con diabetes tipo 2 tienen un riesgo mayor de sufrir enfermedades cardiovasculares que los hombres y, además, enfrentan más complicaciones tras procedimientos como la angioplastia.

El sesgo en el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares

Las desigualdades no terminan en el diagnóstico. En el tratamiento, las mujeres reciben con menor frecuencia intervenciones invasivas como angioplastias o cirugías de bypass, incluso cuando son necesarias.

También es menos probable que se les receten medicamentos preventivos o que reciban consejos claros sobre la rehabilitación cardiovascular. Lo anterior no es casualidad, sino consecuencia de un sistema que, al considerar las ECV como una “enfermedad masculina”, no ha adaptado sus protocolos ni su formación para atender adecuadamente a las mujeres.

Según Carme Carrion Ribas, también de la UOC, estas diferencias generan peores resultados de salud y una menor calidad de vida para las mujeres afectadas.

Las raíces de esta brecha son tanto biológicas como socioculturales. Por un lado, las mujeres tienen corazones más pequeños y arterias más estrechas, lo que influye en cómo se presentan las enfermedades. Además, factores como el síndrome del ovario poliquístico, las complicaciones del embarazo o la menopausia aumentan su riesgo cardiovascular.

Por otro lado, las barreras sociales, como el estrés, la depresión o las responsabilidades familiares, también condicionan el acceso a la atención médica.

El sesgo de género en la investigación es otro factor determinante: históricamente, los estudios clínicos se han centrado en hombres, dejando a las mujeres en un segundo plano. Esto ha limitado el conocimiento sobre cómo las ECV afectan específicamente a las mujeres, perpetuando una atención desigual.

Consecuencias y posibles soluciones

La desigualdad en el diagnóstico y tratamiento de las ECV tiene consecuencias devastadoras: las mujeres tienen más probabilidades de morir tras un ataque cardíaco y de sufrir complicaciones posteriores. Para cerrar esta brecha, es crucial implementar cambios a todos los niveles:

  1. Mayor concienciación: Es fundamental educar tanto al público como a los profesionales sanitarios sobre los síntomas atípicos de las mujeres.
  2. Investigación inclusiva: Los estudios deben incorporar más mujeres para comprender mejor las diferencias en síntomas y tratamientos.
  3. Eliminación del sesgo clínico: Los profesionales deben reconocer y combatir las percepciones erróneas que minimizan los síntomas femeninos.
  4. Igualdad en el acceso al tratamiento: Las mujeres deben recibir la misma calidad de atención que los hombres, sin importar su presentación clínica.
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