Momentos históricos importantes de México fueron seleccionados por el artista inglés Dexter Dalwood para crear un diálogo a través del arte. Él realizó ocho obras y una intervención y seleccionó siete piezas señeras del acervo del Museo Nacional de Arte (Munal) para crear la muestra Esto no me pertenece en el Museo Nacional de Arte.
El trabajo de Petronilo Monroy, José María Velasco, Francisco Goitia, Diego Rivera y José Clemente Orozco convive con el de Dalwood en el Munal para repensar la historia desde otra perspectiva, principalmente, aquello que desde la tradición oficial se ha contado.
“Es una exposición de pintar historias, el propio artista ha retomado diferentes efemérides en la historia de México, como la Independencia, la Constitución del 57, la Revolución mexicana y el caso del ejército zapatista, entre otros, pero vale la pena señalar que no es desde una posición ideológica, o desde una postura política, sino de una resignificación de estas coordenadas para hablar de ellas”, explica Héctor Palhares, coordinador de curaduría del Munal.
Las coordenadas que muestra Dexter tienen una importante presencia militar; es decir, de lucha, de insurgencia, de revolución y de guerras.
Una de las obras más importantes de la muestra lleva por título 1819 y se observa cómo el artista replica al infinito esta serie numérica del 1 al 8 con el cero, con la imagen de la virgen de Guadalupe, pero vista desde el reverso, lo cual evoca al estandarte que Miguel Hidalgo tomó en el santuario de Atotonilco, en Guanajuato, para proclamar su gesta insurgente en aquella madrugada del 16 de septiembre de 1810.
“El artista, sin ninguna intención irreverente, pondera por el contrario la imagen guadalupana como un elemento de sincretismo, de unión, de mosaico cultural que le da carácter a la mexicanidad, en espejo con las piezas del Munal”, señala Palhares.
Originario de Bristol, Inglaterra, Dexter Dalwood asegura que llegó a México “como un accidente” y confiesa que entendió que la pintura histórica en México era más que un género, porque se había convertido en una manera de representar estéticamente la narrativa del tiempo en todos los niveles.
No es denuncia, afirma Dexter Dalwood
La intención de Dexter Dalwood, quien se inscribe dentro de la corriente de la pintura histórica, es mostrar otra mirada de los hechos para no decir lo que siempre se ha dicho, sino mirar desde una propuesta que resignifica la manera de pintar historias.
Además, por primera vez en el Munal, un artista interviene directamente uno de los muros de este recinto, un poco en recuerdo de lo que la gran performance Marina Abramović hizo en el MoMA con el famoso performance de El artista está presente.
“Es una suerte de espejo con el propio maestro interviniendo con carboncillo el muro blanco del edificio, jugando con evocaciones de signos prehispánicos heredados de los códices de Mesoamérica, de estos patrones geometrizantes de la arquitectura mesoamericana que podemos ver en la tradición mexica, como en la maya o en la mixteca-zapoteca”, comparte Héctor Palhares.
En medio de todo este recuento, de guiños, de formas y de símbolos, el artista presenta la obra 1519, año en el que formalmente la presencia española llega a la antigua Mesoamérica con avanzadas, hasta finalmente el arribo de Hernán Cortes, para después de dos años consumar la Conquista de México-Tenochtitlán, dando entrada al virreinato de la Nueva España.
“Todo esto está representado por las lanzas, como elementos que reúnen a estos dos grandes pilares de la tradición, tanto herramientas mesoamericanas, como arte del Renacimiento español. Con el águila bicéfala, que finalmente es una suerte de abstracción la que el artista presenta, dando cuenta de la monarquía de los Habsburgo”, señala el curador refiriéndose a otras piezas que se encuentran en la muestra.
La obra de Dexter no pretende hacer una denuncia, como sí lo hizo en su momento la pintura mural, que está por cumplir 100 años, con artistas como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros o José Clemente Orozco, quienes a pie de lucha involucraban elementos de justicia social.
Lo anterior se ve muy claro en la obra El paisaje zapatista, que Diego Rivera pinta en Europa, no en México, porque el artista estuvo 14 años en el viejo continente.
Rivera la hace en 1915 sin haber regresado todavía a México, así que lo que sabía de la Revolución era a partir de sus amigos que lo iban a visitar y le contaban de las diferentes facciones revolucionarias.
“Siguiendo las pautas del cubismo, de la vanguardia que estaba en boga, representa un sombrero, un rifle, un zarape, un guarache y un cinturón, elementos simbólicos de la realidad mexicana sin vivirla, pero también un papel en blanco, como diciendo que la propia historia va a escribir su discurso, y esto es justamente lo que nos ha parecido pertinente”, refiere el curador del Munal.