Con voz grave, mirada de ceño fruncido y barba canosa, Arturo Ripstein sigue imponiendo a sus 75 años de edad. Quien se acerca a él, será recibido con un saludo firme y sin rodeos.
Más allá de lo que se dice sobre el realizador mexicano, de que tiene mal carácter, que es grosero con la gente y que llegó a hacer de una filmación casi un ritual macabro con la matanza de un gallo, la realidad es que pocos se han adentrado en su vida.
De Ripstein también se rumora que fue asistente de dirección de Luis Buñuel, hecho que él mismo desmiente cada que tiene oportunidad, aunque bromea diciendo que si aparece en Wikipedia, no hay cómo contradecir esa realidad cibernética.
Pero, ¿quién es realmente? “Ripstein es básicamente cineasta y nada más. Lo único que le gusta, le interesa, de lo que habla, le exalta, es el cine”, comparte Paz Alicia Garciadiego, esposa y guionista del cineasta, en entrevista para Reporte Índigo.
Al igual que Garciadiego, más colaboradores cercanos platican sobre el artista fílmico, recordando anécdotas de producción y revelando detalles detrás del mito que se ha ido creando alrededor de él.
“Con el equipo de rodaje, en general, es absolutamente humilde. Cuando termina un llamado le dice ‘gracias’ a cada una de las personas que participan, es decir, es alguien con un profundo amor por el cine y lleno de gratitud”, comparte Roberto Fiesco, productor de Las razones del corazón (2011), del director mexicano.
Fue a partir de ese largometraje que Ripstein se hizo de un nuevo núcleo de colaboradores cercanos, entre los que llegaron Julio Quezada-Orozco, quien funge actualmente como su asistente de dirección. En su primer encuentro con el director de El castillo de la pureza (1973), éste le preguntó sobre su experiencia, a lo que Quezada-Orozco respondió que había colaborado con el realizador Julián Hernández.
Laura García de la Mora, vestuarista en las más recientes producciones de Ripstein, también se involucró gracias al rodaje de 2010, y aunque admite que al inicio fue difícil el trato con el cineasta y estuvo a punto de renunciar, Fiesco le explicó que el carácter reacio del hombre era uno de sus rasgos en set.
“‘Tienes que entender que él es como un perro, huele el miedo y si tú le temes te va a morder, entonces no vas a renunciar’, me dijo Fiesco, y al día siguiente llegó el señor con toda la intención de molestar —porque es lo que le gusta— y gritó ‘¡Laura!’ y algo ocurrió en mí que voltee y le dije ‘sí, señor, ¿qué?’ y él ‘no pues, buenos días’ y fue como solo ponerle un límite, una cosa de actitud”, confiesa la mujer encargada de la indumentaria.
Actualmente, la Cineteca Nacional muestra una retrospectiva de Ripstein a través de una selección representativa de sus películas en pantalla grande, la cual se extenderá por el resto de enero y principios de febrero.
La leyenda negra
Cuenta el mito que durante la filmación de El coronel no tiene quien le escriba (1999) Arturo Ripstein perdió los estribos cuando escuchó cantar a un gallo, por lo que encolerizado tomó un bate, pidió que su equipo hiciera un ruedo y despedazó al animal hasta matarlo.
“En efecto, había un gallo, teníamos ya la técnica de callar a esos animales, se les hecha una cobija encima de la jaula y se duermen. La asistente de Ripstein era cubana, entonces él le dice ‘¡Mayra, el gallo!’, y Mayra le hace una seña al dueño del gallo (de cercenar el cuello) y lo tomó literal y mató al gallo”, expresa, entre risas, la guionista.
Fiesco, quien estaba al tanto del temperamento de Ripstein, fue claro con su forma de trabajar y sus reglas antes de iniciar el rodaje de Las razones del corazón, y el director aceptó con cordialidad, aunque eso no quitó que tuvieran breves altercados durante la filmación.
“Su respuesta fue ‘con los años, he aprendido que hablar y dialogar con la gente es la mejor solución a cualquier problema’ y de verdad así fue. En general, nunca tuvimos un problema en el rodaje, pero sí me tocaron un par de episodios, lo vi correr a un fotógrafo y después a alguien del equipo, pero nada gravísimo”, insiste el productor
Fiesco también recuerda que en otra ocasión le dijo a Ripstein “la verdad es que si tú gritas, me voy a ir”
Ripstein accedió sin miramientos y aunque durante la filmación sufrieron un robo, el cineasta no perdió los estribos, al contrario, se mostró solidario y empático con sus colaboradores cuando pasó el atraco.
“Me dijo ‘no te preocupes, este asalto en vez de ser un problema, nos va a unir mucho más a todos’, y yo me quedé más tranquilo. Él fue con la gente que había estado durante el robo y a todo mundo abrazó, pensé en esta calidad humana que las personas poco conocen de él, por la imagen que ha construido, incluso, públicamente y dije ‘este es el verdadero, el hombre capaz de consolar, de dar una palabra de aliento’”, platica el productor.
“La realidad no entra en mi casa”
En los pasillos de la extinta Unidad de Televisión Educativa y Cultural inició una plática fuera de lo común entre una mujer de 36 años y un hombre de 41. Hablaron de la herejía, de la Nueva Jerusalén y de los movimientos que predecían el fin del mundo.
Desde entonces, Garciadiego y Ripstein empezaron una relación de trabajo de la que luego nacería un interés personal, ambas siguen vigentes hasta hoy, con una fructífera carrera consolidada como guionista y cineasta, respectivamente.
“Cuando me fui a vivir con él, yo leía el periódico como toda la gente, estamos hablando del 86, no había Internet y me dijo ‘en mi casa no entra el periódico, la realidad no entra en mi casa’, entonces yo tenía que salir al parque ¡y leer el periódico clandestinamente!”, recuerda la escritora.
Ripstein se encierra a ver cine en su casa, repasando a los grandes del séptimo arte: Akira Kurosawa, Federico Fellini y John Ford, entre otros, pero lo hace en soledad, ya eso sucede entrada la noche, cuando su esposa duerme.
“Tiene unos horarios muy tarderos, y yo a esas horas de la noche estoy profundamente dormida. Empezar a ver una película a las tres y media de la mañana, no”, puntualiza.
Entrando a la guarida
Después de pasar la prueba de fuego y lidiar con el temperamento áspero de Ripstein, Laura García de la Mora obtuvo la confianza del realizador de El imperio de la fortuna (1986), quien un día la llamó al interior de una cabina donde solo él tenía acceso.
“Era él con su monitor y nadie más podía entrar ahí y me dijo ‘pase’ y me sentí privilegiada, entré a un espacio privado y me comentó ‘solo quería decirle gracias, me gustó mucho su trabajo, vamos muy bien’, y en sus últimas dos películas, ya fue él quien me ha buscado”, platica la vestuarista.
“Saco el labial y me hicieron tomas de acercamiento y Roberto (Fiesco) dice ‘¡tú no sabes lo que estás haciendo en este momento, no tienes ni idea!’ ‘¿De qué hablas?’, le dijo. ‘Eso que estás haciendo, esa toma particular de una mujer pintándose los labios es como un fetiche que él hace en sus películas, no cualquiera tiene ese privilegio y en este momento lo estás haciendo tú’. Yo no lo pedí, estaba ahí y él dijo ‘que lo haga Laura’”, recuerda, entre risas, García de la Mora.
Disciplina y perfección
Quezada-Orozco siente una profunda inspiración al trabajar de cerca con Ripstein, observando cómo busca tener un rigor que raya en la perfección, involucrándose de lleno en todas las áreas del quehacer fílmico.
“Su disciplina en el trabajo es más en la búsqueda de la perfección —es minucioso en cada objeto y revisa cada detalle de la ambientación y el orden de la utilería, de ello depende el trazo de los actores— y en la exigencia de que todos hagan bien su trabajo. De ello habla en una de sus frases que más me gusta ‘en la búsqueda de la composición del plano, la hermosura tiene sus atrocidades, no hay cosa más peligrosa que la perfección’”, precisa el colaborador.
Algo que también le parece peculiar a Quezada-Orozco, es que el director se muestra como alguien que inicia una producción como si fuera la primera vez, a pesar de los años de experiencia. Ripstein se sigue emocionando por hacer cine, por cada vez que grita “acción” en una locación o set.
Selección de sus allegados
Quienes han trabajado de cerca con el cineasta recomiendan su película favorita, reconociendo que el trabajo de Ripstein cuestiona los valores sociales, éticos y religiosos de los mexicanos
Paz Alicia Garciadiego
El santo oficio (1974)
“Era una película de la que se podía tener una lectura muy lineal: los malos inquisidores ajustician a los buenos judíos que mueren todos en honor de santidad”.
Roberto Fiesco
El lugar sin límites (1978)
“Es una película absolutamente vigente en un país que es el segundo lugar a nivel mundial en crímenes de transfobia”
Laura García de la Mora
Principio y fin (1993)
“Toda esa telaraña que te muestra. Personajes de cierta familia pretenden ser lo que en realidad quieren ser y lo que terminan siendo”.
Julio Quesada-Orozco
La calle de la amargura (2014)
“Encierra todo su universo en este drama de ambientes sombríos con personajes llenos de un humor tanto decadente, como divertido”.